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Por qué la alternancia

El panorama es triste: los estudiantes de la educación privada súper atendidos y los de la educación pública abandonados a su suerte.
 

Abril 27, 2021

“El acceso a la conectividad tiene que ser considerado, como
Naciones Unidas viene defendiendo desde hace
más de una década, como un derecho humano”.
Francesc Pedró i García

 

Contemplo con desazón e impotencia la brecha social que se agiganta a causa de los males que ha sacado a flote la pandemia. Ha pasado más de un año y siento que la educación pública no logra reaccionar frente al grave momento que vivimos. Estamos en deuda con nuestros estudiantes y sus familias, hay que decirlo. Lo que hemos ofrecido corresponde a esfuerzos aislados, a directivos docentes y maestros que hacen ingentes esfuerzos para no perder el vínculo con sus estudiantes. Son evidentes los efectos tangibles de la pandemia en la pérdida de vidas humanas, de puestos de trabajo, quiebra de pequeños y medianos empresarios, en la imposibilidad de generar ingresos por la vía del rebusque –término que engloba a todos aquellos que hacen parte de la economía informal- y los efectos emocionales, no sólo como consecuencia de las pérdidas mencionadas, sino por los temores que despierta el proceso de contención de la pandemia. Ante tal panorama inicialmente fue entendible el confinamiento, pero ante la evidencia de que este es un asunto que va para largo y que ya los laboratorios ofrecen unas vacunas para hacer frente a la enfermedad, no es lógico ni sano que nos mantengamos en el modelo de educación remota.

Desde el inicio de la pandemia para todos era claro que la escuela debía, a como diera lugar, mantener el servicio educativo, en un período de tanta zozobra la escuela era la llamada a guardar la calma y tomar un lugar decisivo en la salud emocional de las familias, haciendo lo que sabemos hacer en tanto recinto del pensamiento y, especialmente, como comunidad de aprendizaje. Ya lo dije, ha sido un año totalmente traumático, brindando un remedo de educación, en medio de un sector público -convertido en fortín de la corrupción-.

Desde mediados del año pasado el gobierno nacional abrió la posibilidad de iniciar el regreso paulatino a las aulas de clase bajo el modelo de alternancia y de plano el gremio de los maestros se opuso, arguyendo la falta de condiciones –respecto a los requerimientos de bioseguridad con los que debían cumplir las escuelas- y a los riesgos que representaba la presencialidad, para la comunidad educativa. Sin embargo, han pasado siete meses en que el sistema de alternancia ha sido probado en colegios públicos y privados y esto no ha traído consecuencias en la salud de sus comunidades educativas. Hecho probado por varias secretarías de Educación.

No entiendo ni comparto la actitud del gremio educativo que ha convertido en reivindicación el no regreso a las aulas. Con esta actitud estamos siendo partícipes del abandono que sienten nuestros estudiantes y sus familias por el deficiente servicio educativo que prestamos. Las voces de alarmismo y de escepticismo poco o nada ayudan para salir de la grave situación que vivimos. Es como si hiciéramos parte de un barco que enfrenta la amenaza de naufragio: algunos perderán el control y generarán pánico y otros mantendrán la calma buscando la manera de resolver y de ser parte de la solución. Las familias necesitan en este difícil momento contar con la escuela para que sus hijos continúen con sus proyectos de vida y así los adultos puedan dedicarse a sus ocupaciones laborales. Además del drama que padecen por causa de la enfermedad –y los efectos apuntados-, tienen a sus hijos “a la buena de Dios” en sus casas, algunos desconectados porque comparten los dispositivos electrónicos con sus padres, muchos pegados a sus dispositivos, pero no en las clases, sino en juegos en línea, charlas con sus amigos o frecuentando sitios que nada tienen que ver con las propuestas de sus maestros y otros, muy pocos, estarán atentos a todas las clases y los respectivos requerimientos de sus profesores.

La alternancia, tal como fue planteada por el Ministerio de Educación Nacional el año pasado, tomaba en cuenta una gradualidad, es decir irían entrando las escuelas, los colegios y las universidades que demostraran cumplir con las condiciones de bioseguridad, con la logística en los salones de clase para seguir atendiendo a los estudiantes que quedaran en la virtualidad y consideraba los maestros con comorbilidades o preexistencias, para que realizaran su trabajo desde casa.

Las cifras demuestran que los centros educativos, que han entrado en alternancia, no tienen casos de contagio nacidos en su interior, los casos corresponden a familiares de los estudiantes y docentes que se han enfermado por frecuentar reuniones familiares o por haber salido de viaje a lugares concurridos. ¿Por qué entonces la negativa rotunda para el regreso al aula? No lo entiendo. Esa lucha reivindicativa de los sindicatos debería direccionarse a recuperar la imagen de la educación pública. Lo contrario es una actitud cómoda: “Quedémonos en nuestras casas y esperemos que el barco naufrague o se salve por arte de magia”. ¿Dónde está el compromiso ético que es transversal a la lucha sindical? La educación privada nos sigue ganando la partida.

Recuperar la imagen de la educación pública pasa obligatoriamente por intervenir su calidad y para ello debe ponerse a tono con los adelantos tecnológicos y metodológicos que viene empujando la educación virtual. En un “webinar” reciente convocado por la Fundación SM, Fernando Trujillo Sáez, profesor de la Universidad de Granada, sostenía: “Lo que llamamos brecha digital es en realidad una brecha social y una brecha cultural”. Una brecha que a lo largo de este año se ha profundizado. Mientras los colegios privados resolvían asuntos de logística para su equipo humano: maestros, directivos y administrativos, se esmeraban en cumplir con las exigencias de bioseguridad y dedicaban espacios para la capacitación de los docentes en el aprovechamiento de las plataformas digitales –la famosa G-Suite y la cantidad de aplicaciones que estaban a un clic de las que desconocíamos su potencialidad para nuestros propósitos educativos- y para movilizar transformaciones en el currículum y en los proyectos de aula, la educación pública se quedaba rezagada, al amparo de esfuerzos aislados y perdiendo estudiantes, que desertaban por la calamitosa situación de sus familias o porque “el nuevo formato educativo” no lograba conectarlos con sus intereses, con la realidad o con sus expectativas de superación. Según datos de la Revista Semana:

“... el Instituto Colombiano de Neurociencias reveló que 88% de los niños tiene algún síntoma de afectación en su salud mental. Y hay que sumar la preocupante deserción escolar causada por el cierre de colegios. El año pasado 100 mil alumnos abandonaron el sistema educativo, con riesgos de trabajo infantil y reclutamiento forzado en las zonas rurales”.

Que la escuela pelee para no perder sus estudiantes, por su inmersión en las apuestas digitales que impone el mundo actual son reivindicaciones acordes con lo que esperan las familias, coherentes con el discurso de aportar a la construcción de tejido social. La tecnología llegó para quedarse.

Veamos dos ejemplos. Un maestro vinculado a una institución privada de la ciudad de Cali me comenta su experiencia con la alternancia. “En agosto del año pasado el colegio nos brindó un diplomado sobre el uso de las TIC en los procesos educativos. Ese mismo mes regresamos al colegio. Encontramos las adecuaciones para atender las recomendaciones de autocuidado: puntos de control de temperatura, puntos de lavado con gel antibacterial, puntos con dispensadores de alcohol glicerinado, delimitación en los salones para guardar las distancias entre los pupitres, organización del restaurante para consumir los alimentos guardando distancia, áreas en zonas abiertas para consumir loncheras, salones dispuestos con un computador y un televisor. A cada profesor le dieron un portátil para atender las sesiones de clases virtuales, con la autorización para llevarlos a sus casas. Los maestros mayores de 60 años y los que tenían comorbilidades seguirían trabajando desde sus casas. En septiembre llegaron los niños, su número era poco, 8 a 12 por cada salón. Los niños estaban felices de regresar al campus y nosotros también sentíamos cambios evidentes: la vida intentaba retornar a la normalidad, nos hacía falta conversar, compartir un tinto, intercambiar opiniones con nuestros colegas y escuchar de cerca a los niños. Verlos trepar a los árboles, correr por las canchas, ir con gozo a la huerta, era un viento fresco para tanto tiempo de encierro y de inmovilidad. No fue fácil, al comienzo, atender simultáneamente a los estudiantes presenciales y a los virtuales, hoy en día nos hemos adaptado y buscamos las estrategias para que nuestros estudiantes se sientan atendidos. Más de cien familias no matricularon al iniciar el año lectivo, por ello algunos maestros no fueron contratados. Por la respuesta que hemos tenido, frente a la eventualidad y por nuestro afán de hacer sentir acogidos a nuestros chicos y de seguir brindando una educación de calidad, ese número de familias ha sido recuperado y actualmente 90% del colegio está en alternancia, es decir casi la mitad de cada grupo viene una semana al colegio y a la semana siguiente se queda en virtualidad y viceversa. En conclusión, por ningún motivo quisiera volver al confinamiento: estoy cercano a los 60 años y tengo claro que el cuidado depende únicamente de mí mismo y que además debo ser ejemplo para mis estudiantes en el manejo del tapabocas, del lavado de manos y del manejo de la distancia. Siento que todos los días, además de estar ‘dando clase’ estoy aportando a mantener y elevar el ánimo de mis estudiantes, estoy haciéndolos sentir parte importante en mi vida y responsables de sus procesos de crecimiento, como el mejor regalo que le pueden dar a sus familias en estos momentos”.

Ahora cuento mi caso. Estoy al frente de una institución pública, ubicada en el corregimiento de Pavas, La Cumbre, que a su vez tiene siete sedes satélites en la zona rural. En la principal falta ultimar detalles de infraestructura para que podamos entrar en la alternancia. Las demás sedes ya lo hicieron, excepto una. ¿Saben por qué? Porque en estos momentos no se ha reparado el pozo séptico, por tanto no hay batería sanitaria. Y las autoridades municipal y departamental han “hecho oídos sordos” a los petitorios de la comunidad educativa. Pese a que la docente y sus estudiantes, con el apoyo de sus padres, están dispuestos a regresar.

Cuando visito las sedes siento la alegría de los estudiantes, de poder encontrarse, de tener a sus maestros cerquita, de poder expresar sus temores, sus tristezas y de poder retomar los proyectos que habían quedado truncos. La escuela ayuda a recuperar esa luz de esperanza que es necesario conservar y asume, de esta manera, una tarea propositiva en la solución de las problemáticas de las comunidades.

El panorama es triste. Los estudiantes de la educación privada súper atendidos y los de la educación pública abandonados a su suerte. Es posible que en ambos sectores muchos estudiantes tengan dispositivos electrónicos. Pero el asunto no es tenerlos, el asunto es de qué manera los ponen a su servicio para sus procesos formativos, para sus emprendimientos, para dignificar sus vidas. De nuevo una frase lapidaria de Ibáñez: “Aquello que funciona bien con tecnología, funciona mejor y aquello que funciona regular con tecnología, funciona peor”.

Es muy sencillo: lo que nos compete es un asunto de responsabilidad social. Bien lo decía en un texto epistolar Oscar Wilde: “Nadie puede descargar sus responsabilidades en otro. Las responsabilidades siempre acaban por regresar a su legítimo dueño”. En este caso no nos equivoquemos, “el rancho ardiendo” y nosotros escabulléndonos no puede ser posible. Los niños y jóvenes inmersos en la educación privada se sienten atendidos, siguen en sus procesos de formación, presentan pruebas de estado, se foguean en el bilingüismo, la tecnología con propósitos formativos, mientras tanto nuestros estudiantes son alegremente dejados a la deriva, a la espera de uno que otro altruismo, agradeciendo las migajas que caen de las mesas oficiales, ¡no y no!, esto no es conciencia social, esto es acomodarse a las dinámicas de unas maneras perversas de hacer las cosas y de seguir condenando a muchos de nuestros estudiantes a seguir enfrentando el mundo en condiciones desiguales.

El modelo de alternancia ha demostrado que no pone en riesgo a nuestros niños y jóvenes, tampoco obliga a asistir a los maestros que puedan estar en riesgo de contagio. Los estudiantes y maestros que han entrado en este modelo demuestran la relación entre este ingreso y la óptima salud emocional de estudiantes y familias para seguir capoteando la adversidad. La lucha magisterial debe enfocarse en que las instituciones educativas tengan las condiciones de infraestructura y logísticas para ajustarse a las transformaciones que ha empujado la pandemia en el campo educativo y que los maestros desarrollen competencias para asumir el manejo de las TIC. No más la escuela interferida, sin normalidad académica, por cuenta de toda clase de eventos y paros. No más la escuela a la que se le entregan mercados de lágrimas, no más escuelas donde la alimentación es esperada con ansia y se engaña a los niños con platos de humo. No más la escuela pública convertida en “Mercado Persa” por cuenta de asesores financieros, empresas multinivel y operadores ofreciendo útiles y capacitaciones inútiles. Si la educación es pública no permitamos que la vuelvan fiesta.

Por salud pública y por la búsqueda de la equidad los niños y jóvenes de la educación oficial deben regresar a las aulas de clase y pueden hacerlo en el modelo de alternancia.
Cerrar la brecha digital es un factor generador de equidad: coloca al estudiante del sector público y privado en el mismo partidor.

Bibliografía:

Tecnología con propósito para una Ciudadanía Global | Conversaciones, 24 de marzo de 2021.
Recuperado en: www.youtube.com/watch?v=b0aRCKYSF_c

Y a los niños, ¿quién podrá defenderlos?: el debate por la alternancia. Revista Semana, 11 de abril de 2021.
Recuperado en: www.semana.com/educacion/articulo/y-a-los-ninos-quien-podra-defenderlos-el-debate-por-la-alternancia/202135/

De Zubiría Samper, Julián. ¿Es viable la alternancia en la educación colombiana? El Espectador, 7 de julio de 2020.
Recuperado en: www.elespectador.com/opinion/es-viable-la-alternancia-en-la-educacion-colombiana/

Clases con alternancia: así será el retorno. El Tiempo, 8 de febrero de 2021
Recuperado en:  www.eltiempo.com/vida/educacion/regreso-a-clases-ministerio-de-educacion-responde-preguntas-sobre-alternancia-565145

 


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Gran Rector Premio Compartir 2016. Rector de la Institución Educativa Francisco de Paula Santander en La Cumbre, Valle del Cauca.
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