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Construir cultura de paz: Una tarea ya iniciada por muchos docentes en las regiones

Muchos maestros han venido aportando a la construcción de culturas de paz que buscan transformar la cultura escolar de violencia, pues como bien lo dicen ellos, la paz hay que vivirla más que enseñarla, se trata de un des-aprendizaje de la guerra.

Abril 18, 2016

Con la celebración del I Encuentro Nacional de Educación para la Paz en la ciudad de Bogotá durante el pasado 1 y 2 de octubre del 2015, el evento propuso pensar la educación para la paz a partir de las muchas experiencias que se han venido adelantando en diferentes regiones del país y visibilizó una vez más el trabajo de los maestros alrededor de la paz.

Las iniciativas y preocupaciones de los maestros en torno a una cultura de paz no son nuevas y frente a las demandas de una educación para la paz en clave de posconflicto, muchos ya tienen trayectorias. De hecho, en el Premio contamos con valiosas experiencias en el área de Ciencias Sociales orientadas hacia la formación ciudadana, los Derechos Humanos, la resolución de conflictos, la convivencia escolar, la participación, y más recientemente los trabajos de la memoria, por mencionar algunos. La paz no es una sola y son muchas las paces que se vienen construyendo desde diferentes lugares del país. Por tanto, se requiere partir del reconocimiento de los aprendizajes que se han producido en los territorios en torno a la construcción de paz y de sus necesidades actuales para fortalecer estas experiencias. ¡Como vemos, no se trata de inventar la rueda!

La paz no es una sola y son muchas las paces que se vienen construyendo desde diferentes lugares del país. Por tanto, se requiere partir del reconocimiento de los aprendizajes que se han producido en los territorios en torno a la construcción de paz y de sus necesidades actuales para fortalecer estas experiencias.

Muchas de estas propuestas se han enmarcado en la enseñanza problémica y en las pedagogías críticas, apoyadas en metodologías participativas que buscan desarrollar el pensamiento crítico y social de los estudiantes con mediaciones como el museo, la cartografía social, la creación de comunidades de indagación, los conversatorios, la creación de líneas del tiempo, entre otras, sin dejar de lado, la formación investigativa de los estudiantes especialmente con metodologías de investigación –acción participativas. A través de estas experiencias los maestros fomentan el dialogo, la escucha y la cooperación, no solo entre los estudiantes, sino también, entre los docentes y la comunidad educativa.

En este orden de ideas, para la construcción de paz en el país se requiere una educación con enfoque territorial que reconozca los problemas, dinámicas, historia, diversidad y memoria de las poblaciones, pues no podemos pensar en un modelo de paz hegemónico, sino en varios modelos que respondan a las particularidades de las regiones. No es lo mismo impulsar procesos de paz  para El Doncello-Caquetá que para Copacabana-Antioquia. Las comunidades situadas en zonas del conflicto armado han generado sus propias experiencias, con contenidos y prácticas para la paz, muy particulares; incluso han derivado otras formas de organización, otras ciudadanías y nuevas subjetividades que van de la mano con propuestas de educación para la paz, pertinentes y contextualizadas a las lógicas y dinámicas territoriales.

De esta manera, muchos maestros han venido aportando a la construcción  de culturas de paz que buscan transformar la cultura escolar de violencia, pues como bien lo dicen ellos, la paz hay que vivirla más que enseñarla, se trata de un des-aprendizaje de la guerra. Este señalamiento va en línea con los planteamientos de Cabezudo[1] (2016, pp.57-58) quien nos dice que para nuestro país la educación para la paz es un reto que nos representa dos desafíos: por un lado, deconstruir la violencia imperante, y por el otro, construir claros procesos de cultura de paz basada fundamentalmente en el histórico trabajo educativo que durante años de guerra y violencia se ha adelantado en las regiones.

Para la construcción de paz en el país se requiere una educación con enfoque territorial que reconozca los problemas, dinámicas, historia, diversidad y memoria de las poblaciones, pues no podemos pensar en un modelo de paz hegemónico, sino en varios modelos que respondan a las particularidades de las regiones.

De acuerdo con Arias[2] (2016, p. 46), la cultura de paz es un eje nucleador entendida como “las formas pacíficas y democráticas de ser, pensar y relacionarse en la convivencia social y política, y de afrontar los conflictos cotidianos, económicos y políticos…La cultura de paz nos lleva a reconocer las diferencias y la diversidad cultural; a avanzar en la tolerancia como respeto activo y en el reconocimiento de las diversidades identidades: sexuales, políticas, culturales”. En otras palabras, nos invita a aprender a vivir juntos, a establecer nuevas formas de convivir para contribuir a la justicia social y la democracia.

Finalmente, todos somos responsables de la paz y por tanto, también necesitamos una cultura de paz en las familias, las empresas, los planes de desarrollo de los gobiernos, las entidades públicas y privadas, y muchos más, para construir un nuevo país que prevenga la violencia, diga adiós a la guerra y repare el dolor y el tejido social.

[1] Cabezudo, Alicia. Acerca de la identidad y particularidad de la educación para la construcción de cultura de paz en Colombia. En: Pensar en educación para la paz. Apuestas del Encuentro Nacional de Educación para la Paz. Bogotá, OIM, Fundación Escuelas de paz, enero 2016.

[2] Arias, Rosa Ludy. Reflexiones sobre la educación para la paz en el contexto actual de Colombia. En: Pensar en educación para la paz. Apuestas del Encuentro Nacional de Educación para la Paz. Bogotá, OIM, Fundación Escuelas de paz, enero 2016.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Laura María Pineda
Gran Maestra Premio Compartir 1999
Dar alas a las palabras para que se desplieguen por la oración y vuelen a través de los textos para que los estudiantes comprendan la libertad del lenguaje.