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Didáctica digital y ciberdidáctica, donde también se arriesgan los cibermaestros

Incursionar en la cultura digital demanda del maestro nuevas habilidades para su docencia. Sin embargo, aun cuando esto tiene que ver con las herramientas tecnológicas, el reto está más relacionado con arriesgarse a pensar didácticamente la cibercultura.

Septiembre 15, 2015

Está de moda agregar a los fenómenos sociales el prefijo ciber o complementarlo con la palabra digital. Así, hoy se habla de ciberdemocracia, ciberactivismo, cibercafé, cibernauta o de cultura digital, publicidad digital, consumidor digital, por solo mencionar algunas palabras. Para no estar fuera de la moda –pero intentando reflexionar académicamente– en las líneas que siguen me aproximaré a la didáctica en relación con lo digital y la cibercultura; propondré hablar de didáctica digital y ciberdidáctica.

Se puede entender la didáctica como un conjunto de acciones reflexionadas e intencionadas que permiten que se dé el proceso de enseñanza y aprendizaje mediante diversas técnicas, estrategias e instrumentos. Propuesto en esta forma, cobra especial valor la reflexión por el lugar de los instrumentos en la didáctica.

Ser creativo e innovador debe ser un rasgo distintivo del quehacer docente, pero esto es posible, casi exclusivamente, en las estrategias didácticas que se desarrollan; estas, teorizadas o no, son el lugar de la creatividad.

Muchas veces se ha afirmado que la didáctica no se debe instrumentalizar, para así  considerar este serio campo de investigación más allá de la utilización de técnicas, estrategias y la aplicación instrumental para un fin. Aun cuando esto es cierto, en la medida que no se trata de replicar objetivamente unas técnicas, también es indiscutible que la excesiva teorización sobre los temas didácticos ha llevado a la simple explicación de los horizontes teóricos que fundamentan las técnicas utilizadas, asunto delicado pues puede llegar a paralizar la creatividad del maestro.

Ser creativo e innovador debe ser un rasgo distintivo del quehacer docente, pero esto es posible, casi exclusivamente, en las estrategias didácticas que se desarrollan; estas, teorizadas o no, son el lugar de la creatividad. Toda la acción de los maestros posee dimensiones didácticas; como en el caso de la evaluación, la cual, debe tener un componente didáctico, más allá de la simple medición.

Ahora bien, no se trata de defender que el simple activismo didáctico es suficiente para mejorar  las prácticas del maestro, lo que propongo es que se piense más sobre las estrategias y, en especial, sobre los instrumentos como la oportunidad de materializar los procesos educativos. Desde esta perspectiva, el maestro debe convertirse en un gran constructor de herramientas didácticas o en aquel que aprovecha las disponibles para optimizar sus procesos pedagógicos.

Un maestro como al que nos referimos ve retos didácticos en un blog, en el WhatsApp, en las series en línea, en YouTube, en las narrativas transmedia, en Wikipedia, en Prezi, por solo mencionar algunas opciones

Por otra parte, para ser fiel a lo anunciado al inicio, mencionaré que el ciberespacio se convierte en un lugar para la creatividad pedagógica del maestro, pues allí se pueden desarrollar diversas estrategias educativas, que apoyándose en herramientas e instrumentos digitales, logran dinamizar las prácticas de los maestros. Los mencionados instrumentos y estrategias pueden ser creados por el maestro o también aprovechar los ya existentes.

Es en este contexto que se podría hablar de ciberdidáctica o didáctica digital, en la que optimizando los recursos digitales disponibles en el ciberespacio se piensan, diseñan y promueven procesos de enseñanza y aprendizaje. En otro lugar he afirmado que no es que deba existir un maestro sobrehumano para interactuar en este campo, sino que se trata de un cambio de domino de las herramientas; es decir, aquello que se modifica es la mediación y esto implica mejorar las relaciones instrumentales con las herramientas a utilizar, pero el maestro crítico y agudo debería seguir allí.

Así, redes como WhatsApp, Facebook o Instagram, por mencionar solo algunas, poseen semánticas, lógicas y dinámicas propias que no tienen finalidad pedagógica; sin embargo, existen maestros curiosos que hacen de este espacio de socialización una oportunidad para pensar asuntos educativos. Desde luego, al intentar llevar estas herramientas sociales al terreno didáctico, los retos son diversos, pero precisamente en eso estriba la habilidad de un maestro: que se arriesgue donde otros no lo hacen.

Pero también hay infinidad de herramientas disponibles en la red que diseñadas o no para fines educativos, ayudan a fortalecer la práctica de los maestros. Estas herramientas, solo tienen auténtico valor cuando su uso didáctico se materializa en procesos formativos. En consecuencia, se necesita de maestros inquietos que críticamente aprovechan los recursos web para innovar y ser creativos en sus prácticas, lo que conllevaría a un trabajo significativo en el aula, referenciando que lo significativo hace referencia a llevar el aprendizaje a la cotidianidad y darle un uso real, esos son los cibermaestros o si se prefiere, maestros en la era digital.

El cibermaestro o maestro en la era digital es, por encima de todo, un gran didacta que se atreve críticamente a aprovechar los recursos de que dispone en el ciberespacio y allí explora otras formas de subjetivación propia y aporta a la subjetivación de sus estudiantes.

La ciberdidáctica y la didáctica digital, necesariamente requiere de cibermaestros, de maestros en la era digital, que no se atemorizan con los retos de la cibercultura y la era digital, temores que no se enmarcan solo con el manejo de herramientas, sino con las posibilidades de configurar nuevas concepciones sobre lo humano y la educación.

Un maestro como al que nos referimos ve retos didácticos en un blog, en el WhatsApp, en las series en línea, en YouTube, en las narrativas transmedia, en Wikipedia, en Prezi, por solo mencionar algunas opciones. Ese maestro hace lo que los buenos maestros han hecho a largo de la historia: ve oportunidades didácticas y se arriesga. Tal como aún se hace en muchos lugares donde todavía sigue siendo importante para el maestro el uso y reflexión didáctica de la narración oral, el libro, la situación de la comunidad o el tablero en el que se escribe con tiza.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Melva Inés Aristizabal Botero
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Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.