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La cultura de paz

Nuestra naturaleza es social y, por lo mismo, podemos llegar a ser juntos agentes de paz.

Noviembre 29, 2016

Colombia ha sido un país que desde sus inicios como República, ha vivido bajo el yugo de la guerra. Ninguna de las generaciones recientes ha conocido la paz, ese ideal que hoy en todos los ámbitos se proclama y por la que desde diferentes escenarios se lucha. No obstante, la pregunta que todos deberíamos plantearnos es: ¿Qué estoy haciendo yo para ser un agente de paz?

El famoso filósofo alemán Emmanuel Kant, en su escrito de 1795 Hacia la paz perpetua, habla de un concepto que aunque parece enredado, no lo es: la insociable sociabilidad de la condición humana. Para familiarizarnos en esta corta reflexión sobre la paz, pensemos por un momento en esa inclinación natural del hombre a vivir en sociedad. Ya lo había dicho Aristóteles, cuando es su política manifestaba que el hombre es un zoon politikon (un animal social).

Como animal, comparte con los demás animales la voz, pero como hombre se aparta de ellos y esa voz se convierte en palabra para expresar lo que es bueno y lo que es malo, lo que conviene y lo que no conviene. TODOS NACIMOS PARA ESTAR BIEN. Y Desde la perspectiva de Aristóteles, siempre vivimos mejor al lado del otro.

Con el otro, el camino se hace más corto; con el otro, la carga se hace menos pesada. Por eso, la vida social y la vida política desde el estagirita, es SOLIDARIDAD. Otras visiones menos optimistas de la vida social y política, se centran en la noción de poder, esa inclinación natural del ser humano a ejercer dominio sobre el otro, a generar obediencia en los demás. De esta última visión es que surgen las guerras, los conflictos.

Pero es que acaso, ¿no todos queremos la paz? Quizá, como manifiesta Lenon en su canción Imagine, somos unos soñadores, imaginamos un mundo viviendo una vida en paz, pero asimismo, siempre sale a la luz esa insociabilidad de la que también nos habla el filósofo de Könisberg. En muchas ocasiones, cada vez más frecuentes, buscamos estar solos, buscamos aislarnos, buscamos apartarnos del mundo para poder sentir que nos encontramos.

O por lo  menos, eso es lo que desde la filosofía se brinda para llegar al conocerse a sí mismo. Infortunadamente, el aislamiento del cual sufrimos hoy no es el del apartarnos del mundo, no es el de encontrarnos con la naturaleza en esa actitud contemplativa de los estoicos que permitía descubrir que somos uno solo con el cosmos.

Hoy, más que un hombre aislado encontramos un hombre alienado, un hombre que se evade a sí mismo y al cual la tecnología lo condenó al aislamiento. Hoy estamos juntos, pero no acompañados. Hoy la palabra, el intercambio oral, pasó a un segundo plano. Hoy somos seres de emoticones, de apps, de juegos, de relaciones virtuales, de amigos avatar.

Esa sociabilidad desvaneció, nuestro ser social cada vez está más deteriorado y, por lo mismo, somos seres más indiferentes, más aislados. Y es desde esta realidad que pregunto cómo es que pretendemos construir una cultura de paz. Y fíjense: la cultura de paz se construye en el reconocimiento del otro, en el descubrir que el otro es tan humano como lo soy yo.

Cuando descubro que el otro comparte conmigo la necesidad de ser feliz, y de ser feliz en paz, pongo todo de mí para que no solo sea posible un proyecto de felicidad individual, sino también social. A eso es a lo que debemos apuntarle. Nuestra naturaleza es social y, por lo mismo, podemos llegar a ser juntos agentes de paz. Adelante… No hay que tener miedo.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Licenciado en Filosofía y Letras.
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Rubén Darío Cárdenas
Gran Rector Premio Compartir 2016
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.