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¿Aprender para cambiar el mundo o cambiar el mundo para aprender?

Si tratamos a los estudiantes como pares, ellos se comportarán como tales y asumirán su responsabilidad para formarse como agentes de transformación.

Octubre 9, 2020

“Llevar los estudiantes al mundo y traer el mundo a la escuela, para que vincular la vida real se vuelva algo natural en los procesos de aprendizaje”

Mónica Martínez

 

Como ciudadanos nos sentimos impotentes ante las problemáticas que desbordan los medios de comunicación. A la vez, como educadores nos preguntamos por formas de generar experiencias de aprendizaje más significativas ¿Qué tal si conectamos nuestros desafíos educativos con nuestras inquietudes ciudadanas?

Últimamente es frecuente encontrar niños y niñas que nos asombran con decididas posturas frente al calentamiento global y el cuidado del medio ambiente. ¿Qué mensajes nos dejan jóvenes como Greta Thunberg? Ellos nos están confrontando, están llamando la atención sobre temas que no hemos sabido valorar las generaciones anteriores, asuntos que al parecer a los adultos nos tocan la razón, pero poco las manos y el corazón.

Al mismo tiempo, entre educadores hablamos de lo esencial de centrarnos en desarrollar competencias en las nuevas generaciones, pero reconocemos lo desafiante que resulta llevar el discurso a la práctica. Nos cuesta dejar de lado el apego a los contenidos y enfocarnos en cultivar las habilidades, actitudes y conocimientos que nuestros estudiantes necesitan para afrontar diversas y complejas situaciones en lo laboral, en lo familiar y como ciudadanos globales.

Como plantea Philippe Perrenaud, una competencia es la promesa de un desempeño y este se da en situaciones específicas. Por lo tanto, es indispensable pensar competencias y situaciones conjuntamente, lo cual nos exige como educadores crear situaciones de aprendizaje tan cercanas como sea posible a las que esperamos que enfrenten en un futuro nuestros estudiantes.

Sin embargo, al entrar en desafíos tan complejos como el calentamiento global ¿Cómo crear situaciones de aprendizaje que preparen a las nuevas generaciones para proponer soluciones a ellos? Más aún si somos nosotros -nuestra generación y las que nos preceden- los responsables del problema mismo.

Transformar la educación para que corresponda con las necesidades de la época es un desafío para todos; el calentamiento global también lo es. Es aquí donde encontramos una bonita sinergia entre el aprendizaje activo y el desarrollo sostenible: trabajarlos de manera conjunta representa una valiosa oportunidad para aprender en torno a dos desafíos que tenemos vigentes como humanidad.

En Parque Explora hemos encontrado recientemente que cuando niños y jóvenes trabajan en proyectos a partir de sus intereses y preguntas, una de cada tres iniciativas tiene que ver con desarrollo sostenible y cuidado del medio ambiente. Es algo que inquieta a las nuevas generaciones y en lo que quieren aportar, lo cual merece ser celebrado y acogido.

Allí hay una oportunidad para aprender y crear con los niños, niñas y jóvenes. El docente del siglo XXI parte de reconocerse como aprendiz, y como tal valora el potencial educador de sus estudiantes. Reconoce la oportunidad de generar situaciones de aprendizaje que permitan descubrir, crear y prototipar en equipo en torno a problemas para los que como humanidad desconocemos soluciones.

Y esto implica una transformación desde la confianza. Las metodologías activas de aprendizaje nos enseñan el valor de que los estudiantes se conviertan en protagonistas de su aprendizaje. Cuando en Parque Explora nos hemos acercado al aprendizaje activo estudiando metodologías como el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) hemos descubierto que el desafío -más que metodológico- es cultural: generar climas de cuidado y confianza.

Si tratamos a los estudiantes como pares, ellos se comportarán como tales y asumirán su responsabilidad para formarse como agentes de transformación. A la vez, colaborando con ellos y sus familias podremos incidir sobre las complejas situaciones que nos confrontan como sociedad y como especie.

Esto podríamos llamarlo expandir el aprendizaje: por un lado, las fronteras se vuelven difusas entre los espacios educativos formales e informales, y por el otro no sólo aprenden los estudiantes, aprendemos todos: docentes, familias, sociedades. El trabajo colaborativo intergeneracional e intercultural nos permite generar acciones transformadoras para desafíos tan complejos como el calentamiento global, situaciones que a la vez resultan profundamente formativas para todos, no sólo para las nuevas generaciones.

En conclusión, hay similitudes entre las prácticas que nos convienen como sociedad para transformar la educación y para ganar equilibrio en nuestra manera de habitar el planeta. Ambas se basan en la escucha y la colaboración. Si como adultos y como educadores acogemos las inquietudes e ideas de niños, niñas y jóvenes y si a la vez trabajamos en equipo con ellos, aumentarán nuestras posibilidades de ganar bienestar como sociedad y como especie. Bienestar entendido como equidad social y como armonía con la biósfera, de la que somos parte.

 


Imagen Fateme Alaie on Unsplash

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Escrito por
Directora de educación en el Parque Explora. Jefe de innovación educativa en el Parque Explora.
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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.