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La tipología de Bandura: una herramienta de análisis ético

Una breve exposición de la tipología analítica presentada por Albert Bandura en su texto Moral Disengagement: How People Do Harm and Live With Themselves.

Noviembre 22, 2018

La desconexión moral ha sido descrita como un proceso psicológico a través del cual un agente considera que los estándares éticos mediante los que se juzga una acción no son susceptibles de ser aplicados a un determinado estado de cosas. Se trata, entonces, de una operación psicológica en la que un agente fractura el vínculo entre sus acciones y la jurisdicción ética o normativa que las juzga, a fin de evitar la responsabilidad implicada en el acto.

En sentido general, estas fracturas son resultado de una disminución en la capacidad empática. En nuestra próxima columna nos ocuparemos de hablar sobre lo que significa la empatía, la simpatía y su relación con el cuidado.

Tal y como ha sido destacado por diversos expertos, esta desvinculación se da a partir de un doble movimiento. Por un lado, el agente separa las reacciones morales de la conducta que realiza, mientras que, por otro, inhabilita los mecanismos de autocensura que el individuo tiende a ejercer sobre sus prácticas.

Eso significa que el desarrollo de comportamientos moralmente censurables es resultado del olvido o distanciamiento respecto de las normas o principios morales con los que solemos juzgar, la trasformación de las emociones y sentimientos que suelen interpelarnos, o bien una reinterpretación del agente sobre su propio comportamiento que tiene como resultado la anulación de la autocensura.

En cualquiera de estos casos, la idea sigue siendo más o menos la misma: el agente reconoce la norma, pero describe su comportamiento de una manera tal que este no encaje dentro del campo de sanciones de la norma. Todas estas posibilidades, junto a la tipología que de allí emerge, es lo que Albert Bandura llama mecanismos de desconexión moral.

Ahora bien, una de las cosas más importantes de esta interpretación del fenómeno moral, tal y como ha sido expuesto por Philip Zimbardo, es la idea según la cual, si bien los eventos moralmente problemáticos se producen en el marco de los procesos de reconstrucción comportamental que el individuo realiza, estos son explicados por una serie de fuerzas y dinámicas estructurales. La responsabilidad sobre los eventos de desconexión no es sólo individual.

Debemos comprender cuáles son las ideologías y prácticas institucionales que promueven ese tipo de razonamientos. Siguiendo esta idea, Bandura ofrece una herramienta de análisis para entender cómo es posible que los seres humanos se comporten de una determinada manera y no sean capaces de identificar las consecuencias negativas de sus actos. Ahora bien, en aras de tratar de tematizar lo que hemos venido exponiendo, a continuación, presentaremos una breve exposición de la tipología analítica presentada por Albert Bandura en su texto Moral Disengagement: How People Do Harm and Live With Themselves.

 

Justificación moral

La primera forma de desconexión moral descansa en el funcionamiento de los mecanismos de reconstrucción del comportamiento humano. Según Bandura, los seres humanos no ejecutan ninguna práctica que lastime a otro ser humano hasta que se han justificado a sí mismos la moralidad de la práctica en cuestión. En otras palabras, una persona no participaría de un linchamiento, por ejemplo, hasta que no haya justificado su comportamiento como una alternativa moralmente correcta.

 

Etiquetado eufemístico

Partiendo de la idea según la cual el lenguaje construye nuestra realidad y, al mismo tiempo, se encuentra a la base de nuestras acciones, el “etiquetado eufemístico” hace referencia al hecho de que un mismo acto puede ser nombrado de múltiples maneras, algunas de las cuales, terminan desdibujando y limpiando el carácter abiertamente inmoral de una práctica, así como desplazando la responsabilidad del agente. En esta línea, según Bandura, diferentes investigaciones han demostrado que las personas actúan con mucha más crueldad cuando articulan eufemismos para describir sus actos que, por el contrario, cuando las prácticas ejecutadas se denominan delitos, agresiones o crímenes.

 

Comparación ventajosa

Al igual que el etiquetado eufemístico, la comparación ventajosa descansa en el mismo mecanismo: tratar de hacer ver una acción moralmente incorrecta como una acción buena. Sin embargo, la diferencia con su antecesor radica en el uso del “principio de comparación”. De acuerdo con Bandura, actos que en un principio son susceptibles de ser clasificados como moralmente censurables, por medio de una comparación con actos mucho más graves, terminan justificándose a los ojos del agente que los ejecuta.

 

Desplazamiento de la responsabilidad

Ahora bien, mientras en las primeras tres formas de desconexión moral el problema de la justificación jugaba un papel determinante, ahora, el problema descansará en la capacidad del agente para minimizar su grado de participación en la acción. En ese sentido, el desplazamiento de la responsabilidad aparece cuando un agente en situaciones normales repudia una acción, es decir, se declara incapaz de realizarla aduciendo razones morales de peso; pero, en circunstancias en las que una autoridad le exige realizar esa acción, este la ejecuta desplazando la responsabilidad del acto a su superior. Se trataba, por ejemplo, del tipo de justificación más común aducida por los criminales de guerra de la Alemania nazi en los juicios.

 

Difusión de la responsabilidad

Otra manera de disminuir la percepción de responsabilidad sobre un actor descansa en la división del trabajo. Según Bandura, lo que sucede con los agentes es que, dada la actividad que está realizando, su capacidad para el razonamiento moral se emancipa abriéndole paso a su capacidad para resolver y ejecutar las tareas relativas a su trabajo. Aquí la responsabilidad no se desplaza entre agentes, sino que más bien se hace invisible o imperceptible. Una empresa u organización divide el trabajo entre cada uno de sus empleados haciendo que el agente pierda la capacidad para juzgar, en su totalidad, cuáles podrían ser las consecuencias morales de la práctica que ejecuta. De este modo, el daño realizado por una sola persona, al menos en el contexto de la división del trabajo, tiende a ser distribuido entre todos los agentes distorsionando la responsabilidad y el grado de participación.

 

Desatención o distorsión de las consecuencias

Esta forma de desconexión moral se da cuando el agente ejecuta prácticas moralmente censurables en aras de alcanzar determinado tipo de objetivos y, en vez de enfrentar las consecuencias de sus acciones, el agente evita observar el daño e incluso intenta minimizarlo. Según Bandura, no es tan difícil ejercer daño contra otras personas siempre y cuando no lo presenciemos, es decir, no seamos testigos del hecho. Este tipo de desconexión suele darse cuando el vínculo espacio temporal entre las causas y sus efectos no es simultaneo.

 

Deshumanización

El daño que se realiza a una persona depende, en muchos sentidos, de la manera en que se la percibe. Dado que la agencia moral tiene a su base una visión empática del otro que establece lazos de deber social de mutuo reconocimiento y cuidado, las prácticas de deshumanización en tanto que presentan una imagen distorsionada del otro, permiten la fractura de dicho lazo y los ejercicios de daño en tanto que se reduce la posibilidad de identificación identitaria o de comprensión de la situación ajena. El que es deshumanizado deja de ser visto como una persona con sentimientos y esperanzas, para convertirse en un objeto subhumano con el que no se tienen deberes morales.

 

Poder de humanización

A diferencia de los mecanismos de deshumanización, otro tipo de justificación moral que puede estar a la base del daño es el empoderamiento a través de la apelación, precisamente, a los valores propios de la agencia moral. Tal es el caso, por ejemplo, de aquellos daños que se hacen en nombre de la libertad, la igualdad y el buen vivir. No obstante, el poder de humanización tiene una contracara que no podemos descuidar y que refiere, precisamente, a aquella situación en la cual, aún en espacios de guerra y respecto del enemigo desprotegido se toma la decisión de no hacerle daño, en tanto que se es capaz de percibir su humanidad y pedido de auxilio.

 

Atribución de culpa

Otro de los mecanismos de exoneración moral que permite el ejercicio el daño, o bien que lleva a la indiferencia ante el mismo, es la atribución de culpa a la víctima o al enemigo. Hablamos de un argumento de justificación moral que ve en el daño la justa respuesta ante una culpa atribuida al otro. Suele expresarse en frases como “por algo sería” o “se lo tenía merecido”. Se trata de un mecanismo de desconexión que hace culpable a la víctima.

¿Qué tanto se presenta este fenómeno de la desconexión moral en las instituciones educativas? ¿Qué podemos hacer a nivel estructural para hacer frente a dichas situaciones?

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Escrito por
Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad la Gran Colombia. Filósofo, Magister en filosofía de la Universidad del Rosario. [email protected]
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Henry Alberto Berrio Zapata
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