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Alzarse en vuelo, la magia tras la educación rural
No había recepción móvil, había conexión de internet intermitente, pero estaba el deseo de aprender y la motivación por mejorar los procesos sociales.
60 km, 78 km, 65 km, así iba cambiando el indicador de velocidad de la flota. Mientras me aferraba con fuerza del asiento de en frente, iba imaginando cómo nos vería un ave desde arriba: marionetas de un bólido que las zarandeaba a su gusto con cada giro, de seguro. A nosotros los bogotanos, acostumbrados a la parsimonia de los vehículos y a los tumultos de gente de una ciudad que no promete solución al tráfico, las grandes velocidades se presentan intempestivas, aunque vivamos corriendo.
Decidí entonces enfocarme en mi visión interior, al menos a esa la podía controlar más que a mi propio cuerpo en ese momento. Yo era el ave, domando el cielo; miraba abajo y veía el bus que en plano perpendicular bajaba una pendiente, parecía escapar o estar persiguiendo algo.
– ¡Salitre de Manta! – Dijo el ayudante del conductor-.
– “Llegué”.
Al fin, me bajé con premura. Ahora debía tomar un carro que me llevaría al pueblo. Me subí en el primero que encontré. Un hombre dentro me sonrió amablemente, vi su chaqueta y me percaté del logo que tenía: ‘ACPO’. Era él, el facilitador que me acompañaría ese día. Le saludé.
– Debe ser por la responsabilidad tan grande, le dije.
– No te preocupes, te irá muy bien, me dijo Alex.
Evidentemente no era el miedo a la velocidad, estaba encubriendo la razón de mi ansiedad. Tenía la oportunidad de llevar al campo de trabajo mi bagaje sobre educomunicación y aplicar asertivamente mis conocimientos con niños de un área rural de Colombia que tenían ideas de emprendimiento, y yo esperaba contribuir a ese proceso.
– El ángulo cenital es éste… Imagínense un ave mirándonos justo ahora; así nos vería, les explicaba a mis estudiantes.
Fueron dos talleres sobre comunicación estratégica para jóvenes que buscan emprender vuelo con sus ideas de negocio y que necesitaban fortalecer sus conocimientos sobre el uso de herramientas digitales. Este era un ejercicio práctico que debía realizar (para apoyar el proyecto POETA YouthSpark), implementado en los municipios de Silvania y Manta (Cundinamarca) por Acción Cultural Popular – ACPO en un trabajo conjunto con The Trust for the Americas, organización afiliada a la Organización de los Estados Americanos – OEA.
No había recepción móvil, había conexión de internet intermitente, pero estaba el deseo de aprender, la motivación por mejorar los procesos y la mejor actitud que caracteriza a los habitantes de nuestra Colombia profunda. Las dinámicas de vida al estar ahí presentes no las damos sentadas como privilegios; pero cuando conocemos la realidad de otros, valoramos realmente lo que tenemos, por eso el trabajo con comunidad es tan edificante.
– Gracias, profe. ¡Yo quiero que me enseñen más de fotografía, no se pierda!, me dijo una niña.
Comprendí, entonces, que estamos acostumbrados a la certidumbre que nos promete un estilo de vida urbano, pero en este pequeño pueblo y en muchos otros recibir lo que la carretera puede traer es todo un acontecimiento, porque quizá ese puede ser el primer paso para alzarse en vuelo y construir comunidad y país. Al final, estos chicos fueron los que me dieron un taller de vida.
Fuente: elcampesino.co
Foto por: Cristian Camilo Galicia. Periodista
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