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©La historia del cabeza de cartón

Fragmento del libro ‘Personas creativas ciudadanos creativos’ sobre un profesor cabeza de cartón.

Septiembre 23, 2019

Hace unos años, leí un artículo que escribió Paulo Volker, un filósofo educador. El artículo iba inspirado en una crónica de 1920, de un escritor brasileño llamado Joao do Rio (uno de los pseudónimos del escritor y periodista Paulo Barreto), primer traductor para el portugués de autores como Edgar Allan Poe, Oscar Wilde e Jean Lorrain.        

En este artículo, Paulo Volker hablaba de un profesor cabeza de cartón. Era un artículo largo, profundo y que me impactó de manera definitiva. Posteriormente leí la crónica de Joao do Rio y seguí encantada con la historia de este personaje. Quedé tan inspirada por ambos escritores que me dediqué a transformar el argumento del artículo y de la crónica en un cuento que llevé a distintas conferencias, talleres y cursos, principalmente en España, a partir de 2002.

La historia siempre ha tenido un efecto muy impresionante. La gente que escuchaba el cuento se quedaba enganchada, impactada, reflexiva, de la misma manera que yo, cuando leí el artículo y supongo que de la misma manera que Paulo Volker, cuando leyó la crónica de Joao do Rio. Por la fuerza que tiene este argumento, decidí que este libro empezaría por el cuento que escribí inspirada en estos textos.

En una escuela llamada Cualquiera vivía un profesor llamado Anterior. Era una escuela común, como cualquiera otra donde a la gente le gustaba que todo siguiera normalmente y en la media, sin grandes extravagancias para menos o para más. Al profesor Anterior se le miraba mal porque tenía unos comportamientos extraños: era asertivo cuando explicaba algo, pero antes de explicarlo siempre hacía preguntas a los alumnos sobre sus intuiciones y reflexiones, demostraba sentimientos y aceptaba la dimensión emocional de los alumnos, era innovador y creativo, vestía de un modo original, no necesariamente a la moda, tenía una manera muy peculiar de escuchar y dirigirse a los demás; sin contar que siempre estaba potenciando el diálogo entre alumnos y proponiendo retos para los cuales no tenían soluciones fáciles. Y lo peor de todo: pensaba por su cuenta.

Esta última característica le hacía pasar por varios malos ratos en la escuela: algunos compañeros de trabajo se molestaban con él, algunos alumnos no entendían su propuesta de trabajo y algunos padres de familia se quejaban de su metodología.

El equipo directivo llamó a Anterior para decirle que no debía actuar de manera tan excéntrica, porque podía resultar antisocial. Y le explicaron que, él debía ser un especialista aplicado y practicante de la pedagogía vigente. Como solo sabía enseñar con ganas de aprender, Anterior salió confuso de la reunión, pero aceptó el consejo del coordinador pedagógico y fue a pasear a un centro comercial. Le sorprendió encontrar allí una pequeña y antigua relojería. Entró en ella y le dijo al anciano que estaba detrás del mostrador:

— Además de relojes, ¿usted arregla cabezas también?

— Las cabezas son como un reloj −dijo el anciano−, y para funcionar bien les convienen revisiones periódicas. Necesito 30 días para detectar el defecto y arreglarlo.

— Pero... ¿qué haré sin cabeza durante 30 días? —No se preocupe, le dejo esta de cartón. Así, Anterior salió con una cabeza nueva de la tienda. Y fue un éxito en la escuela Cualquiera: actuaba como todos y por eso no molestaba a nadie. Su vida social transcurría con tanta tranquilidad, que Anterior olvidó volver a la tienda al cabo de los 30 días. Y así pasaron años y años...

Un día, Anterior pasó por el centro comercial por casualidad, vio la tienda del anciano y le resultó familiar. Entonces, entró en la tienda y preguntó:

— Señor, ¿acaso dejé algo aquí y olvidé recogerlo? El anciano le respondió:

— ¡Por fin! Le esperaba desde hace años... Tengo aquí su cabeza. No he encontrado ningún defecto en ella. ¡Al contrario, es un modelo muy original y único! ¡Es una preciosidad!

— ¿De veras? ¿Dejé mi cabeza aquí? Pero es que me siento tan bien con esta... Vivo tranquilo, tengo dinero y la gente no me envidia, nadie me traiciona ni me rechaza cuando digo lo que pienso.

La verdad es que ya no quiero mi cabeza, prefiero este modelo de cartón.

El anciano sintió mucha pena por Anterior al ver lo que le pasaba. Pero lo comprendió porque estaba acostumbrado a ver cosas raras. Guardó aquella cabeza brillante en una caja de cristal y no olvidó escribir:

¡Cuidado! Aquí yace una cabeza libre.

Anterior había decidido no complicarse la vida con eso de pensar por su cuenta...

 

Para descubrir cómo no tener una cabeza de cartón, descargue el libro completo aquí.

 


Imagen de mohamed Hassan en Pixabay

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Directora de la CASA CREATIVA y Doctora CUM LAUDE en Pedagogía de la Universidad de Barcelona.
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Henry Alberto Berrio Zapata
Gran Maestro Premio Compartir 2007
Empaqué en el equipaje de viaje de los estudiantes la herramienta más importante para cualquier destino: los argumentos.