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Indignados por la tolerancia
La marcha del pasado 10 de agosto demuestra lo lejos que está Colombia de convertirse en un país tolerante y respetuoso de la diferencia.
Con la Biblia en la mano y cánticos ‘aleluyezcos’, padres de familia indignados se congregaron en las ciudades principales del país para abogar por la protección de la niñez, la familia y los buenos valores. La razón, tan absurda como ficticia, tiene que ver con una supuesta imposición de una “ideología de género” que busca “confundir a los niños y niñas” en una controversial cartilla del Ministerio de Educación de Colombia. Lo que empezó como una campaña en redes sociales, desencadenó un debate encarnecido entre padres de familia, funcionarios del gobierno, docentes y miembros de la comunidad.
La marcha de ayer es una muestra de lo lejos que estamos de ser un país tolerante. Basada en redes sociales y desinformación, los autodenominados protectores de la niñez salieron a defender un país con base en memes, posts de redes sociales y youtubers parcializados. Es absurda la razón que es “evitar el adoctrinamiento de la niñez hacia la imposición de una ideología de género”, si es que logro citar correctamente una frase tan incoherente.
El país del Divino Niño cada vez me sorprende más. En Colombia, son socialmente toleradas muchas conductas que deberían ser señaladas con desprecio. Se han visto casos terribles de abandono, violencia de género, acoso callejero, ultrajes sexuales y maltrato contra niños y mujeres, contra los que no se han manifestado muchos de los protectores de la niñez que ayer salieron indignados a protestar. Situaciones indignantes como el escándalo del Programa de Alimentación Escolar o la muerte por desnutrición y negligencia de niños en La Guajira o en el Chocó no han tocado ni una sola fibra de la masa que ayer salió enardecida a protestar, con carteles que denigraban por completo no solo a la ministra de educación, sino a miembros de la comunidad LGBTI.
La marcha de ayer es una muestra de lo lejos que estamos de ser un país tolerante. Me entristece profundamente la actitud de muchos de mis compatriotas, que prefieren ver a sus hijos muertos antes que felices, sin importar cual sea su orientación sexual o su identidad de género. Y a pesar que existen valores religiosos que muchos prefieren porque así lo predica su fé y un estereotipo de familia ideal, la realidad es que en Colombia hay muchos tipos de familias que no deben ser menospreciadas por no cumplir dichos estándares.
Algunas de las fotos de las pancartas de la marcha me pusieron los pelos de punta. Mensajes llenos de odio, discriminación e ignorancia basados en una cascada interminable de desconocimiento casi mitológico. La tan cuestionada cartilla se encuentra disponible en este enlace y está dirigida a docentes y directivos de colegios. Busca crear ambientes escolares más respetuosos, donde los niños y jóvenes no estén expuestos al matoneo de cualquier tipo. En este país, donde el que es diferente está condenado a ser discriminado, es conveniente que se revisen las normas de los planteles y se cree un ambiente de sana convivencia, donde la diferencia sea aceptada y tratada con respeto, y no con una burla cínica que causa profundas heridas a todos los que han sufrido esta situación en su vida.
La finalidad de dicha cartilla fue descrita en el sitio oficial de Naciones Unidas de manera clara y contundente: “Con el objetivo de garantizar el ejercicio de los derechos a la no discriminación y a una vida libre de violencias, el Ministerio de Educación firmó un convenio de cooperación con tres agencias Naciones Unidas (UNICEF – Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia -, UNFPA -, Fondo de Población de las Naciones Unidas- y PNUD – Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) que “pretende aunar esfuerzos que aporten al mejoramiento de la calidad de la educación como una herramienta indispensable para la construcción de una sociedad en paz y equitativa”[1].
Y por último, la encuesta que deben llenar los directivos y docentes de los colegios está en este enlace. El objetivo es revisar y replantear los manuales de convivencia de los colegios, para disminuir los índices de violencia y discriminación. Basta con abrir un periódico en cualquier ciudad o pueblo de Colombia, para entender lo violentos que somos y cómo, si se generara un atmósfera de igualdad y tolerancia desde temprana edad, podríamos cambiar un poco el desastre de país en el que vivimos.
Me sorprenden mucho las reacciones de este país, que aplaude al más corrupto y condena a quien desea vivir su vida sexual según su orientación. También, el índice de desinformación y de comprensión de lectura es alarmante, puesto que una cartilla pornográfica belga terminó siendo difundida por el Ministerio de Educación en un inesperado giro narrativo que no tiene sentido. ¿Es que acaso es factible que el Ministerio reparta una cartilla además en inglés, con los niveles de bilingüismo tan bajos que existen en Colombia?
Entre tanto odio, leí hoy algo que me hizo reir. Actualidad Panamericana sacó una noticia de un supuesto estudiante que se convirtió en burro, por leer el famoso libro “Platero y yo”. Una clara burla a aquellos que creen que la orientación sexual de su hijo se verá influenciada y transformada por cuenta de una cartilla que en lugar de difundir la “homosexualidad como estilo de vida”, pretende difundir la tolerancia, el respeto y la aceptación del otro. “Padres de familia un poco más progresistas mencionaron que el niño ya era burro de nacimiento, solo que ya había llegado a la pubertad”, una brillante frase de dicha noticia que pareciera dedicada a todos aquellos que ayer salieron a marchar, quienes quizás alcanzaron la pubertad en medio de dicho encuentro.
[1] Tomado de: http://nacionesunidas.org.co/blog
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