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La educación de ayer, del presente y de mañana: innovación y transformación de pensamientos
Se evidencia un gran porcentaje de la población de estudiantes que llegan por primera vez al aula de clase sin descubrirse en todas las capacidades y habilidades que posee.
Iniciar la primera etapa del desarrollo escolar es fundamental en la formación del niño. Es aquí en donde se da la oportunidad de direccionarlo y enfocarlo para que pueda ser artífice de su propio aprendizaje.
El maestro de esta etapa juega un papel importante, puesto que a sus manos llegan estudiantes con ausencia de conocimientos, empezando por las primeras bases de la formación como son; las normas, los hábitos, las rutinas, las pautas de crianza.
Estos están refundidos impidiendo ser una persona independiente, autónoma, conocedora de sí mismo, de sus capacidades, habilidades y destrezas, siendo las que permiten el desarrollo dentro de los diferentes ciclos o procesos de evolución en su vida.
Es aquí en donde el maestro pretende ser un agente de cambio, de innovación, de progreso, de alegría, de espíritu, de bondad, de saberes e idas que permitan al estudiante desarrollar y poner en práctica sus habilidades y destrezas innatas.
Es un gran reto, puesto que se evidencia un gran porcentaje de la población de estudiantes que llegan por primera vez al aula de clase sin descubrirse en todas las capacidades y habilidades que posee, ya que, las familias siendo el primer eje formador no provee y limitan las capacidades de su hijo, volviéndolo indefenso e inseguro, dudando de sí mismo y solo está dispuesto a esperar que le solucionen sus problemas, que le den respuesta a sus inquietudes, que resuelvan sus preguntas o sencillamente esperan que le solucionen sus situaciones más compleja.
Es preocupante, pero a la vez interesante puesto que es ahí donde debe estar el “maestro”, que en primer momento su reto es transformar ideas, cruzar obstáculos, y buscar la manera de despertar, inquietar y motivar a su estudiante para que empiece a sacudir su mente, a interactuar de una manera constructiva, que tenga la oportunidad de saborear y disfrutar de un aprendizaje.
Reconocer al sujeto como un ser singular, poseedor de habilidades, talentos y todas las destrezas, es la primera ganancia que descubre, para recrear, plantear, construir y vivenciar un aprendizaje. Esto no se da solo, se usa a través de una didáctica activa, experimental que cuenta a la vez con un principio importante en esta edad. El juego, el niño; arma, desarma, desbarata, descubre, son estas las oportunidades y posibilidades que se tienen para que un maestro sea innovador y transforme mentes, inquiete pensamientos y disponga cerebros.
Es aquí donde se debe aprovechar la oportunidad de realizar un claro, firme e idóneo proceso de orientar, guiar, estimular, responsabilizar y apropiar al estudiante para que logre aprender desde su propio pensamiento, dando la oportunidad de crear y construir. Como lo plantea Javier García-Retamero Redondo:
“¿Qué es innovar? La innovación debe ser algo más que “aquello nuevo que los profesores hacen en clase, como utilizar ordenadores, hacer debates, etc.”, o que cambiar por profesores más jóvenes, o dejar de utilizar los textos guía por fabulosos ordenadores. Innovar también es pensar críticamente, cambiar el contexto participativo por uno mejor, crear ambientes en el aula o extracurriculares, crear un aprendizaje grupal (creando una comunidad de trabajo educativo) además de individual o mejorar las relaciones que existen entre docentes y alumnos. Nos equivocamos, por tanto, cuando concebimos la innovación como el proceso de utilizar las TIC, mientras seguimos haciendo lo mismo con los nuevos recursos tecnológicos. Debemos innovar utilizando los logros que van consiguiendo la Pedagogía y la Psicología unidas al uso de las nuevas herramientas tecnológicas. Innovar no es un proceso sencillo, requiere de algún tiempo y mucha constancia para que pueda hacerse realidad”. (Retamero Redondo, Noviembre de 2010) [1]
Es aquí dónde surge una gran inquietud sobre la frase ¿la práctica hace al maestro? No es la práctica, no es la experiencia, no es la edad que se tenga: es la mente del educador la que se debe trasformar, llegando a un aula de clase con una mente propositiva, con vocación, con un espíritu innovador y abierto a las posibilidades de cambio como lo propone el siglo XXI.
Saber que un estudiante necesita ir más allá de contenidos, que necesita ser orientado para transformar conocimientos y aprendizajes que le permiten llegar a un profundo mundo de inquietud, de deseos por saborear el cómo, encontrar lo que desea saber o cómo buscar lo que renueva un pensamiento pasivo en uno inquietante y activo, recréese con sus estudiantes en espacios abiertos, promueva el trabajo colaborativo, trabaje las habilidades comunicativas, ejercite procesos cognitivos, practique actividades conjuntas con el estudiante, disfrute y gócese su aprendizaje.
Para lograrlo es importante la experimentación, el interactuar con el otro, la construcción y el desarrollo de un proceso continuo, enriquecido de actividades lúdicas que generen un despertar que trascienda al disfrute de lo aprendiendo, identificando, analizando y planteando argumentos fundamentados en su propio aprendizaje, logrando de esta manera un verdadero aprendizaje con significado.
[1] Retamero Redondo, Javier García. Revista digital para profesionales de la Enseñanza, No. 11 Noviembre de 2010. Federación de enseñanza de CC.OO de Andalucía.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.- 60 lecturas