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Lo que he aprendido en mis clases de dibujo

Luego de un par de meses tomando clases de dibujo, he tenido algunas reflexiones que destacan la importancia del arte en la educación.

Febrero 22, 2016

Desde hace un par de meses decidí empezar a tomar clases de dibujo. Quienes me conocen, saben que me gusta mucho realizar todo tipo de garabatos y también soy una aficionada creadora de tarjetas especiales para toda ocasión, pero en definitiva no soy una profesional en dicha disciplina.

En este par de horas, la prisa es vista como un aspecto negativo que obstaculiza el aprendizaje. La invitación constante del profesor es a observar detenidamente, entrecerrar los ojos, tomar distancia del objeto y tratar de reproducir lo que se ve, con calma y exactitud. En ningún momento, aparece la prisa como un eje de aprendizaje. Mi forma de ver esta vivencia es una especie yoga que se realiza con un lápiz.

Esta es la primera vez que voy a un curso formal de esta disciplina, por lo que este curso se me ha hecho bastante interesante.

En primer lugar, la experiencia es más interesante aún porque la clase es en francés. Aunque estudio en Francia, mi master es enteramente en inglés e irónicamente, son pocos los escenarios donde puedo estar en un ambiente 100% francés. Toulouse es una ciudad donde hay muchos estudiantes internacionales, por lo que es más común para mí hablar inglés y español. En este curso estoy en contacto constante con este idioma, realizando una actividad que me gusta y he aprendido muchas nuevas palabras que puedo fácilmente asociar con algo que estoy haciendo.

En segundo lugar, el aprender a dibujar es algo más complejo de lo que cualquiera pensaría. No es que sea irrealizable, es solo que se requiere concentración, análisis y observación para poder reproducir con la mayor precisión posible lo que se ve. En este par de horas, la prisa es vista como un aspecto negativo que obstaculiza el aprendizaje. La invitación constante del profesor es a observar detenidamente, entrecerrar los ojos, tomar distancia del objeto y tratar de reproducir lo que se ve, con calma y exactitud. En ningún momento, aparece la prisa como un eje de aprendizaje. Mi forma de ver esta vivencia es una especie yoga que se realiza con un lápiz.

En este curso, el progreso de cada estudiante es individual, así que evidentemente hay algunos que ya están pintando al óleo, mientras otros como yo apenas estamos entendiendo la técnica del lápiz y papel. El ambiente no es competitivo, sino más bien de colaboración. Todos estamos en un salón abierto, donde podemos curiosear el trabajo del otro e inclusive entablar una conversación para indagar más sobre alguna técnica que nos interese.

Estando en medio de este ambiente pedagógico tan única para mí, no pude evitar plantearme lo necesarias e interesantes que son este tipo de actividades dentro del currículo educativo. Sin embargo, mis recuerdos del sistema escolar se remontan más a clases convencionales que a materias con este tipo de planteamiento. Quizás alguna vez vi dibujo técnico o danza, pero no fue por mucho tiempo.

Por ello, refuerzo una vez más mi firme creencia de lo necesaria que es una educación artística, que genere en los jóvenes una sensibilidad visual y los enseñe a apreciar su mundo más allá de lo tangible. Un ambiente distinto, con contenidos que se salen de lo convencional, sirve para motivar el aprendizaje y generar en el estudiante todo tipo de inquietudes que lo lleven a conocer más sobre otros temas, tal y como por ejemplo ha ocurrido en mi caso con palabras en francés. Lo que yo más aprendí en mis clases de dibujo no es a dibujar, sino a entender cómo estas experiencias que se salen de lo “convencional” son un eje importante que requerimos para ‘encarretar’ a los estudiantes en el cuento de la educación.

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Comunicadora social y periodista
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Irma María Arévalo González
Gran Maestro Premio Compartir 2002
Ofrezco a cada uno de los alumnos un lápiz mágico y los invito a escribir su propia historia enmarcada en los cuentos y leyendas de su cultura indígena.