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Maldita carta a mis maestros
Despreciados maestros y padres:
“Mis pensamientos solo giran en torno al suicidio y la manera como podría llevarlo a cabo”.
Desde hace un tiempo he querido decirles algo en persona, pero siempre que lo intento me da miedo; no por ustedes, sino por mí mismo, que no puedo controlar esa emoción desagradable de sentir miedo. Por esto, opté por escribirles esta carta.
De un tiempo para acá siento que estoy pasando por los peores momentos y días de mi vida: voy a cumplir 15 años y nunca me había sentido tan mal. Mis pensamientos solo giran en torno al suicidio y la manera como podría llevarlo a cabo.
Un día pienso que lo mejor sería tomarme muchas pastillas. Otro, que sería más fácil votarme al vacío desde un catorceavo piso, 14 porque ese número es temido en China, pues al pronunciarlo en mandarín se asemeja a la frase “querer morir”, eso es lo que dice el Internet, pues como saben no hablo mandarín, o tal vez me corte las venas de las muñecas y morir desangrado. Al final, me da lo mismo, pues ahora la única motivación que tengo es poder conocer lo que me espera en el cielo.
A veces, le rezo a Dios para que me ayude a superar estos difíciles momentos y pueda sobrepasar esta situación, pero confieso que más me pueden las ganas de pedirle que me lleve con él, pues sé que aquí nadie me extrañaría, ya que defraude a todos los que me conocen.
Todo el tiempo mis maestros me recuerdan que no sirvo para nada y debe ser así, pues la mayoría de trabajos y tareas que presento siempre les parecen insuficientes. Lo más seguro es que pierda el año como ya lo pronosticaron algunos de ellos y eso que apenas estamos comenzando. Todo el tiempo me repito a mí mismo que sería mejor tener una vida en el más allá que acá.
Lo que los maestros dicen es lo mismo que escucho todos los días en la casa, pues mis padres siempre confían y le creen al maestro, por esto ya no quiero estar en ella. Es más de lo mismo. Estoy sufriendo: el colegio me genera mucha angustia, ya no es un secreto que voy pésimo, los maestros ni nadie ve algo positivo en mí.
No me tratan como considero que debería ser tratado. Debería haber un derecho que diga que los niños, niñas y jóvenes deberíamos recibir buen trato y ser tratados correctamente y sí existiera, pues, deberían aplicarlo para todos, incluso para los que no servimos para nada.
Antes, ir al colegio era mi mayor felicidad; hoy, cuando me levanto a las 5:30 a.m., empiezo a sentir ese miedo y esa angustia que se apoderan de mí. Después de un rato trato de tranquilizarme, pero a las 3:00 p.m. -hora de la muerte de Jesús- la misma en la que debo volver a la casa, me empieza nuevamente esa sensación de la mañana.
Les prometo que he tratado de cumplir con mis deberes escolares, pero el resultado siempre es el mismo: pésimas notas, pues a nadie le gusta lo que yo hago o propongo, no encajo en este sistema y todo el tiempo me lo recuerdan. Mis saberes y actitudes no encajan en este mundo. Me cansé de ser insuficiente.
Por otra parte, confieso que los únicos seres vivos que me aprecian en este mundo son mis amigos, pues no les importan mis calificaciones, me valoran como soy y lo que soy, razón por la que los echaré de menos. Como ellos no pueden calificarme para que mis maestros y padres me valoren, le digo adiós a este mundo, todo se va a la mierda.
* Esta carta, basada en hechos reales, podría ser escrita por cualquier estudiante que padece una situación parecida a la descrita anteriormente.
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