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No esperemos hasta la próxima pandemia para educar en resiliencia

“Las circunstancias externas pueden despojarnos de todo, menos de una cosa: la libertad de elegir cómo responder a ellas.” Viktor Frankl

Diciembre 30, 2020

Ha sido un año especialmente extraño, eso lo sabemos todos. La pregunta clave es: ¿qué aprendiste? Fue un año en el que tuvimos que cambiar todas nuestras formas de vivir. Nos tocó cambiar la manera en que trabajamos, estudiamos, nos relacionamos y hasta de saludarnos. Hemos sentido la muerte respirando cerca y hemos tenido que hacer un sin número de duelos a pérdidas de personas amadas, proyectos y formas de vida que ya nunca serán iguales.

Las instituciones educativas fueron uno de los grandes focos del cambio abrupto. De un momento a otro profesores, estudiantes y familias tuvieron que organizarse para enseñar y aprender desde una pantalla, una radio o una simple cartilla que llegó contadas veces. Podría citar acá todas las estadísticas que nos muestran la dureza de esa realidad que vivimos en términos de disminución en aprendizajes, deserción escolar, violencia intrafamiliar, etc. Sin embargo, a donde quiero ir es a un lugar diferente: al espacio de la resiliencia. 

Según Richard Davidson, profesor de psicología de la Universidad de Wisconsin-Madison, la resiliencia se mide por la rapidez con que nos levantamos de los golpes que nos da la vida. Y este año sí que tuvimos golpes, que nos llevaron a practicar la resiliencia y aprender a pararnos rápidamente. La resiliencia depende en gran parte de las capacidades internas que tenemos para ver los sucesos que nos pasan. Cuando somos capaces de tomar distancia de las circunstancias externas y, como decía Viktor Frankl, entender que siempre tenemos un espacio de libertad para decidir sobre nuestra manera de responder ante lo que nos sucede, empezamos a ser resilientes.

La resiliencia es una capacidad que necesitamos para vivir, sobre todo en momentos retadores, como los que hemos vivido en este 2020. Es una de las competencias más importantes a enseñar en la escuela y en la familia. La psicología positiva ha estudiado durante años la resiliencia, y ha encontrado que hay maneras de ver la vida y de actuar que nos permiten levantarnos más rápido y poder aprender de lo que nos pasa. En este fin de año, que quisiéramos de pronto solo borrarlo de nuestro sistema, los invito a practicar estas formas de ver la vida. Acá algunas que pueden ser de gran utilidad para la crianza y la enseñanza.

La primera se trata de la Gratitud. A agradecer aprendemos desde muy pequeños, pero muchas veces lo asumimos como una mera formalidad. Una manera de ser “bien educados”. La gratitud se vuelve una emoción realmente poderosa cuando la sentimos de verdad. Hoy en día la gratitud es foco de estudios en las universidades más prestigiosas del mundo, como la Universidad de Berkeley, Harvard o California. Sus estudios muestran que las personas que sienten gratitud de forma constante tienen mejor salud, mejores relaciones y hasta mejores situaciones financieras. La gratitud nos lleva a valorar lo verdaderamente importante y a sentir en la piel que, a pesar de las situaciones, siempre hay recursos para continuar.

Por esto, vivir la gratitud desde la niñez puede ser el mejor regalo que le demos a nuestros hijos y estudiantes. Empezar una jornada escolar agradeciendo por estar allí, cerrar el día agradeciendo en familia o terminar este año agradeciendo a cada una de las personas que amamos por su presencia en su vida son formas en las que podemos practicar la gratitud para convertirla en hábito.

La segunda se trata del Gozo, esa capacidad que tenemos de estar en el presente y conectarnos con la alegría del corazón. Los niños y las niñas son expertos en el gozo, pues su vida es el presente. Se maravillan por las cosas sencillas que les pasa y todo es un nuevo descubrimiento. La responsabilidad que tenemos los educadores y las familias es no matar esa capacidad con la que nacemos. Muchas veces nos encargamos rápidamente de hacer que los niños dejen de gozar, centrándonos en que se vuelvan hiperconscientes de sus acciones y del futuro.  Aunque lo hacemos con las mejores intenciones, sería mejor una crianza y una educación que permita al niño ser, en la cual los límites se pongan conscientemente sin pasar por encima de la capacidad del niño de estar en el presente y conectarse con su intuición y sus capacidades. En este fin de año podemos conectarnos con el Gozo, volviendo a ser niños como ellos, riendo, jugando, viendo la vida desde la curiosidad y la maravilla que es.

Hay muchas otras capacidades que activan nuestra resiliencia. Por ejemplo la Generosidad, esa capacidad de dar y recibir sin esperar nada a cambio, o la Gracia, la capacidad de conectarnos con algo más grande que nosotros mismos y/o con nuestra guía interna. Si algo nos ha enseñado la pandemia es que necesitamos trabajar juntos, familias y colegios, para ser capaces de adaptarnos rápidamente al cambio. Todo esto implica aprender desde niños a identificar, aceptar y gestionar nuestras emociones.  

En Harmonía® hemos trabajando todo este año acompañando a personas e instituciones en maneras de incorporar la gratitud, el gozo, la generosidad y la gracia a la vida cotidiana, en un tiempo tan retador como el que nos tocó vivir. Harmonía® existe para traer bienestar a la vida de las personas y conectarlas con su sentido de vida, propósito y belleza, ayudándoles a recobrar su balance y armonía. Esto lo hacemos a través de cursos, consultoría y acompañamiento individual. En nuestro curso, Cuatro llaves maestras para traer armonía a la vida, hemos comprobado la magia de estas herramientas. Es por esto que hoy los invitamos a hacerlas un hábito en sus vidas, y a incorporarlas como meta en la crianza y en los espacios educativos. ¡Qué mejor momento para empezar que este fin de año!

 

María Carolina Meza Botero
Socia www.harmonia.com.co
Más información sobre el curso Cuatro llaves maestras para traer armonía a la vida: www.harmonia.com.co/curso-4-llaves-maestras

 


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