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¡No más al acoso escolar!

Como adultos podemos hacer un trabajo mucho mejor al enseñarles a los niños que ciertos tipos de comportamientos nunca son aceptables: no hay nadie a quien culpar, sino a los mismos agresores. 

Mayo 14, 2022

Probablemente cualquiera de los lectores fue acosado en su edad escolar y no se hizo nada al respecto. Nuestros padres e incluso profesores no le daban la suficiente importancia y llegaban a decir que “¡Deje al niño que se defienda!”, “¡Eso le fortalece el carácter!”, etc. Cualquier cantidad de barbaridades que, ahora sabemos, no están nada bien y, por el contrario, todas estas frases y el acoso en sí mismo, si no es tratado y no se le pone un pare, tiene grandísimas consecuencias en la salud mental y física, las cuales persisten por décadas.

Debido a investigaciones y hallazgos en la salud mental del adulto contemporáneo, los docentes y padres de familia han ido cambiando poco a poco su visión del matoneo y ahora están más conscientes de sus efectos a corto, mediano y largo plazo, y cómo este puede afectar la vida del acosado en todos los ámbitos.

Es por ello que el fallecido psicólogo, Dan Olweus, desarrolló un programa que lleva su apellido “Programa Olweus”, el cual tiene la idea de acabar con la cultura de tolerancia a la victimización escolar, abordando todo el ecosistema escolar y evitando que prospere el mal comportamiento.

El Programa Olweus inicia con un reconocimiento del problema. Por este motivo, los colegios deben realizar una encuesta para preguntar a los alumnos sobre sus experiencias. "Saber lo que está pasando en tu edificio es realmente importante y puede guiar tus esfuerzos de prevención del acoso escolar", dice Susan Limber, profesora de psicología del desarrollo de la Universidad de Clemson, en Carolina del Sur, Estados Unidos.

Este programa alienta a la escuela a establecer expectativas muy claras para un comportamiento aceptable, y las consecuencias si se infringen esas reglas. "Las sanciones” no deberían ser una sorpresa para el niño", añade Limber.

Recordemos que los niños imitan y aprenden por patrones y ejemplos, por esto que los adultos deben actuar como modelos positivos a seguir, que refuercen los buenos comportamientos y muestren tolerancia cero ante cualquier forma de victimización.

También deben aprender a reconocer los lugares dentro de la escuela donde es más probable que ocurra la intimidación y supervisarlos regularmente.

A nivel del aula, los propios niños organizan reuniones para discutir la naturaleza del acoso escolar y las maneras en que pueden ayudar a los estudiantes que son víctimas de este comportamiento.

El objetivo, en todo ello, es conseguir que el mensaje anti-intimidación quede arraigado en la cultura de la institución.

La antes mencionada psicóloga, Susan Limber, ha implementado el programa en varios entornos, en más de doscientas escuelas en Pensilvania, con resultados positivos en cuanto a la disminución significativa de casos de acoso y sobre todo un cambio de actitud y mentalidad en la población escolar, incluyendo una mayor empatía hacia las víctimas.

Los resultados de Limber no son los únicos que muestran que las campañas sistemáticas contra el acoso pueden generar un cambio positivo.

Un metanálisis reciente, que examinó los resultados de 69 ensayos, concluyó que las campañas contra el acoso escolar no solo reducen la victimización, sino que también mejoran la salud mental general de los estudiantes.

Curiosamente, la duración de los programas no pareció predecir sus posibilidades de éxito. “Incluso unas pocas semanas de intervención fueron efectivas", dice David Fraguas, del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, España, quien fue el autor principal del estudio.

Sin embargo, hay una realidad, la intimidación no acaba en la escuela, y los padres y cuidadores deben estar atentos a las señales que indican que puede haber un problema.  Los adultos debemos tomar en serio las preocupaciones del niño, incluso si parecen triviales desde una perspectiva externa, al mismo tiempo que debe mantener una mente abierta.

Si corresponde, el padre o tutor debe iniciar una conversación con la escuela, que debe elaborar un plan de inmediato para asegurarse de que el niño se sienta seguro. "Lo primero es centrarse en ese niño y sus experiencias".

Crecer no es fácil: los niños y los adolescentes están aprendiendo a manejar las relaciones sociales y eso va a traer dolor y malestar.

Pero, como adultos, podemos hacer un trabajo mucho mejor al enseñarles a los niños que ciertos tipos de comportamientos nunca son aceptables: no hay nadie a quien culpar, sino a los mismos agresores. 

Estas lecciones podrían tener un impacto generalizado en la salud y la felicidad de muchas generaciones venideras.

 


Imagen freepik.es

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