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Por una sociedad con más educación y menos miedo

Vivimos en una sociedad corroída por el temor, una en la que invertir en la guerra es mejor negocio que poner unos pesos en la alcancía con la etiqueta “educación”.

Enero 28, 2016

Uno empieza a preguntarse qué es eso que lo motiva a seguir “remando” (contra la corriente) después de ver cada día en el noticiero las cerca de 10 noticias sobre desaparecidos, muertos, accidentes, robos e inseguridad, entre otros tantos temas que a cualquiera le hacen erizar. Están además las 5 notas deportivas del momento; las mismas palabras del presidente sobre los “Diálogos de Paz” y cómo la economía cada vez va más en declive para el ciudadano de a pie.

Para algunos el impulso es la familia, para otros la esperanza de irse algún día a “mejor lugar”, unos tantos simplemente son indiferentes al tema y muchos otros, como yo, creemos que el cambio se puede dar, que hay vías para lograrlo, pero que debemos desarrollarlas, trabajarlas y ampliarlas. Sin embargo, existe algo en común para todos los grupos mencionados (y otros que quizá estoy dejando por fuera). Se trata del miedo: ese temor a hacer, a decir, a actuar y a pedir, porque históricamente ha sucedido que quien piensa de otra forma es excluido, marginado y silenciado porque ¡es diferente!

Somos la sociedad del miedo, pero también la del "todo está bien"; porque nos enseñaron que quejarse es ser "sapo", denunciar es “buscarse males gratis" y callar es la mejor manera de evitar el "qué dirán"... Porque nos pesa más eso, la burla y la opinión del otro, que las angustias y vacíos que llevamos por dentro. Ojalá nos enseñaran también que decir "no" es igualmente una opción, que quejarse es una forma también de aliviar el cuerpo y el alma, y que actuar es la mejor manera de evitar aquello que nos lastima y nos agrede.

Son todos esos miedos los que no nos dejan ser, ni hacer, son temores infundados como una semilla se sembró y que a diario se riega con más escenas que degradan la esperanza de que algún día el panorama cambie. Y es que esto sucede porque es mejor negocio hablar de la violencia que nos azota, que apostarle a una vía de cambio basada en la educación.

Ojalá nos enseñaran también que decir "no" es igualmente una opción, que quejarse es una forma también de aliviar el cuerpo y el alma, y que actuar es la mejor manera de evitar aquello que nos lastima y nos agrede.

A estas alturas no es novedad decir que es la educación la mejor ruta para que un país se desarrolle y crezca desde lo cultural hasta lo económico, sin embargo, parecemos resistirnos a tal verdad, es como si aun conociendo cuál es el remedio para nuestro mal quisiéramos seguir “probando” a ver si damos con la cura.

Esto me lleva a recordar una frase: “Lo peor de la ignorancia es que a medida que se prolonga adquiere confianza”. Desconozco el autor de tan acertada afirmación y aunque me di  la tarea de buscar el nombre del autor, en lo que a la web refiere, a esas 14 palabras solo las acompaña una más que indica “anónimo”. Pero más allá de eso, lo que hace eco en mí, es la idea de que cuanto menos conocemos parecemos sentirnos más cómodos y por ende somos menos capaces de exigir, de cuestionarnos y de actuar. Es un hecho que a cualquier escala es serio y requiere revisión, porque no es sino en la duda donde radican las respuestas y la capacidad de analizar.

Nuestros gobernantes necesitan menos mentes pensantes y si más entes votantes; porque cuanto menos análisis pueda hacer una persona sobre un tema, menor es su capacidad para alzarse y exigir o cuando mucho sus iniciativas no retumbaran más allá de las redes sociales, las cuales están prestas a la siguiente cortina de humo para disipar lo que realmente sucede, lo que realmente importa.

Necesitamos una educación que nos enseñe a ser más analíticos, que nos obligue a entender lo que pasa en el mundo, en el país, en la ciudad y a la vuelta de la esquina; una educación que no hable tanto de lo que ha pasado cientos de años atrás y sí más de lo que pasa actualmente; porque es solo mediante esto que lograremos salir al mundo y saber cómo vivir, cómo pensar, cómo evitar que las historias se repitan y que nuestra razón de vivir sea encontrar un puesto de trabajo, devengar un sueldo, devolver la mitad en impuestos y gastar el resto en cosas que nos venden como entretenimiento pero que en realidad solo es más contenido basura para mentes incapaces de decir: ¡ALTO!.

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Comunicador social y periodista con especialización en Gerencia de Mercadeo.
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Hoguer Alfredo Cruz Bueno
Gran Maestro Premio Compartir 2009
Logré vincular el aula y la comunidad rural a través de expediciones que marchaban tras la huella de la cultura local en tertulias de lectura que se convirtieron en lugares de encuentro entre los padres, los hijos, los textos y la escuela.