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¿Qué es capital social y por qué no debemos perderlo de vista?

Hace unos días viví en Bogotá dos episodios que me cuestionaron sobre nuestras relaciones en comunidad y nuestra idiosincrasia colombiana. ¿Por qué nos cuesta cuidar de los demás?

Diciembre 13, 2019

Hace unos días viví en Bogotá dos episodios que me permitieron reflexionar acerca de la necesidad de cambiar algunos de los patrones culturales que nos identifican como colombianos en nuestro ejercicio ciudadano.

El primer suceso fue en la Ciclo ruta de la carrera 11. Cuando me dirigía a mi lugar de residencia en la bicicleta, me percaté de una pareja que estaba caminando sobre la misma, me acerqué a ellos y les sugerí transitar por el andén y no por el espacio destinado para las bicicletas, dado que se podría presentar un accidente en el que ellos se vieran involucrados. La respuesta del señor, que sobrepasaba los 60 años, fue desconcertante. Él manifestó que podía caminar por donde se le diera la gana y que nada ni nadie le iba a limitar el derecho de hacerlo. Traté de convencerlo de que no estaba en lo correcto ya que las normas de conducta –moral, ley y cultura– establecen límites a la misma, así que no podemos hacer lo nos plazca, y menos aún si nuestras acciones afectan negativamente a los demás. Luego de sugerirle cuidar de sí mismo y de los demás, me insultó, por lo que preferí seguir mi camino con la idea latente de por qué no logró el señor aceptar de manera receptiva mi recomendación y aceptar que caminar sobre la Ciclo ruta no era la decisión más acertada.

El otro episodio fue el ser testigo de cómo dos conductores, cada uno en su carro, venían en una de estas calles capitalinas cerrándose e insultándose, pararon, se estacionaron uno detrás del otro, se bajaron, se escupieron y se cogieron a puñetazos. Gracias a la intermediación de un policía y algunos ciudadanos, entre los que me encontraba, logramos mediar para separarlos y hacerles un llamado a la tolerancia, el cual después de varios insultos entre ellos lograron aceptar para seguir posteriormente cada uno su camino.

Estos dos episodios me permitieron recordar un tema que aborda Amartya Sen (1997) sobre la concepción de la cultura como clave para el desarrollo. La UNESCO (1996) define la cultura como “la manera de vivir juntos, que moldea nuestros pensamientos, nuestras imágenes y nuestros valores”. El desarrollo de una nación no solamente está asociado a factores económicos, y es allí donde aparece el capital social [1], concepto que tiene que ver con factores extraeconómicos que pesan fuertemente en el desempeño de los países en términos de progreso económico, tecnológico y sustentabilidad para el desarrollo.

El capital social tiene por lo menos cuatro dimensiones. La primera es el clima de confianza en las relaciones interpersonales: en qué medida la gente confía unos en otros en una sociedad. Cuanta más confianza, más fluidez en las relaciones económicas y menor el “costo del pleitismo”. Es decir, de pagar a terceros (abogados, policías, jueces) para que protejan el cumplimiento de los compromisos.

La segunda dimensión es la capacidad de asociatividad. Esta es la capacidad de una sociedad para construir formas de cooperación desde las más elementales, como cooperar en el vecindario para hacer cosas juntos, cuidar los chicos, ayudarse, hasta las más elaboradas como ser capaces de hacer una gran concertación nacional sobre el modelo de desarrollo. Las capacidades “sinérgicas” pueden ser a mayor escala: pactos nacionales, o menor: relaciones de cooperación solidaria diaria que son muy relevantes para el desarrollo y forman parte del capital social.

El tercer componente del capital social es la conciencia cívica, cómo la gente actúa frente a todo lo que es de interés colectivo, desde cuidar los espacios verdes y los transportes públicos, hasta pagar los impuestos. Todo ello es indicativo del nivel de conciencia colectiva en una sociedad.

El cuarto componente del capital social, absolutamente decisivo, son los valores éticos predominantes en una sociedad.

Es así como las situaciones descritas sirven de diagnóstico de cómo en Colombia nos falta mucho desarrollo en capital social. Ojalá las marchas y protestas no solo privilegiaran los temas económicos, sino también las propuestas que apuntan a mejorar el capital social; lo cual es posible pues existen experiencias recientes en esa dirección que reconocen a los seres humanos como seres vivos éticos que estamos movilizados por valores y, según lo que pase con esos valores, adoptamos las conductas y la asunción de nuestras responsabilidades sociales.

La educación desempeña un papel fundamental en la construcción del capital social y es por esto que tanto la familia, el estado y la sociedad debemos propender por una educación de excelencia que nos permita cambiar los patrones culturales de las situaciones descritas anteriormente. ¿Lo lograremos?

 

 



[1] Primero la gente, Amartia Sen y Bernardo Kliksberg, Editorial Deusto S.A, ediciones. Año 2008, Barcelona

 


Imagen Cameron Casey from Pexels

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Abogado, con especialización en opinión pública y mercadeo político y Magíster en Educación.
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Gustavo González Palencia
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