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¿Qué es eso de la economía naranja?

El ideal está en expandir lo nacional en estas industrias alternativas y será buen negocio, pero siempre debe primar lo nuestro sobre lo extranjero, desde la propuesta política. Amanecerá y veremos…

Septiembre 24, 2018

La economía naranja ha sido un eslogan que llega con la era del nuevo posesionado presidente Iván Duque. ¿Pero qué es eso de la economía naranja y que implicaciones tiene para los colombianos?

Es una línea o fuente económica que empieza a tener un valor preponderante en la actualidad, y no solamente se trata del caso colombiano. En este rango están las economías creativas y de entretenimiento que se han logrado posesionar en el mundo del espectáculo de masas, tanto los eventos culturales como de diversión se ubican en este espectro, aquí está la música, el cine, el teatro, las redes sociales, la industria cultural desde el mundo que mueve la televisión.

Ciertas expresiones culturales viajan y le dan la vuelta al mundo, se puede decir que terminan siendo embajadoras de la identidad de un pueblo o nación entera, sólo basta mirar como el mundo conoce de Colombia con los referentes de Shakira, de un García Márquez, un James Rodríguez o Nairo Quintana, eso sin desconocer lo que puede ser el imaginario desde J Balvin y el mismo Maluma, más que el común del colombiano medianamente culto nunca se sentirá bien representados por ellos, pero aquí viene un gran dilema; mueven masas y millones de dólares en el espectáculos.

En relación a la idea anterior, empezamos a comprender algunos asuntos de la gran economía naranja, porque no es necesariamente es la identidad nacional o cultural a la que apunta este tipo de proyecciones económicas, más bien al valor monetario y al interés que este pueda arrojar en un mundo materialista y desigual, no es descabellado pensar que mientras un Neymar se gana 280 millones diarios, esto sería impensable para un colombiano del común que ni siquiera en toda su vida se podría ganar semejante suma, sin embargo, ese tipo de comparaciones son odiosas, casi agresivas para un mundo que se debate entre el hambre y la violencia, más que los medios siempre mostraran la grandeza, más no la ignominia que se esconde detrás de dichos espectáculos.

Adentrarse al mundo de la economía naranja desde la esfera política tiene otras implicaciones; porque puede ser un eslogan desconectado de la realidad, que simplemente apunta a un camino consumista donde no solamente vemos lo nuestro, por el contrario; podemos caer en un mundo exógeno, más bien de enlatados como se llamó por mucho tiempo a los espectáculos de afuera.

No se desconoce que la cultura del espectáculo, de la administración y la logística de este tipo de industria produce empleo, ¿pero qué clase de empleo?, del alquiler, de cargar equipos, del representante o simplemente del contratista que presta el escenario.

No se trata de ser pesimista, pero es que hemos vivido tanto tiempo en un país tan desigual que en ocasiones se olvida que debe verse también la otra cara. En este paquete de economías alternativas, la conectividad, el internet y las redes sociales están a primera mano, el mundo se ha globalizado y cada vez se hace más pequeño, en este ámbito cabe pensar que si bien podemos ser exportadores de productos y creatividad cultural intelectual, la verdad falta mucho por promoverse y apoyarse, es el caso del pequeño empresario que puede dar pasos gigantes más allá de las fronteras, esto para citar el cine nacional donde hasta ahora se están dando los primeros pasos.

Claro hay que hablar de la industria cultural, porque el imaginario y la concepción de Colombia en el exterior no es muy buena, por este motivo hay que mostrar lo atractivo, mientras el país se debate en la pobreza, la corrupción y la inseguridad a la que también hay que ponerle cuidado, de lo contrario terminamos con sofismas de distracción de color naranja, verdes, azules y de todos los matices.

Estos modelos de negocios no dejan de ser volátiles y superfluos, pues hoy son furor hoy y en semanas nadie quiere saber de ellos, tan rápido aparecen como tan rápido pueden criticarse y esfumarse.

De esta manera podemos concluir, esta estrategia de implantar en nuestro país una economía naranja no es del todo descabellada, al fin y al cabo es una industria que le representa al país mucho dinero, sin embargo; de la mano de la industria cultural debe estar la inversión social, o no creen ustedes que es una contradicción el siguiente caso: el Canal de tv Caracol en Colombia gasta miles y miles de millones dólares en un reality en otro país, cuando tenemos tantos lugares y zonas envidiables para mostrarle al mundo, afortunadamente este formato ya está pasando de moda y en muchos casos ya no tragamos entero.

El problema es que los medios no nos dejan pensar más allá de nuestra realidad, cumplen la función de adormecer e hipnotizar la conciencia crítica desde el mundo del espectáculo, al que hoy se le llama de color naranja.

Si de impulsar industria se trata, hay que pensar en la industria del empleo para el común del colombiano, porque la panacea de modelos económicos por doquier se puede desconectar de las necesidades propias y más sentidas, esperaremos que el tiempo nos quiete la impresión negativa de este tipo de estrategias económicas, una economía naranja o de cualquier color, pero que en últimas sea una economía que favorezca al pueblo, al que lleva siempre los platos rotos de cuanto experimento ha llegado a este país del sur de un continente violento y subdesarrollado.

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Irma María Arévalo González
Gran Maestro Premio Compartir 2002
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