Usted está aquí
Reflexiones: el sistema genético-educativo adolece
Los maestros le quedamos debiendo a Colombia una mayor instrucción en la enseñanza e interpretación de la Constitución Nacional.
Hace algunos años fui encargado de la dirección de la sección primaria de una de las tantas instituciones educativas a través de las cuales le serví a mi patria durante cuarenta y tres años antes de conseguir la jubilación.
Al llegar a dicho colegio y en el ejercicio de mis funciones de acompañar los procesos de aprendizaje, encontré una sensible falla en la lectoescritura de una gran cantidad de los niños a mi cargo. Con mucha sorpresa y no con menos preocupación pensé que los niños de segundo en adelante no podrían continuar su aprendizaje en ninguna área escolar con esa grave insuficiencia, así que, después de algunas cavilaciones, reuní al equipo de docentes y los sorprendí con esta, -más que una propuesta o recomendación-, una orden: “A partir de la fecha, todos los docentes paran los programas académicos y se dedican a reforzar, a través de todas las áreas, la lectoescritura”.
Esto, lógicamente fue adobado con charlas y consejos de cómo hacerlo. Afortunadamente para mi gestión y para los niños, la receptividad del grupo de docentes fue inmejorable. Los profesores de aritmética multicopiaron acertijos que reforzaran la lógica matemática, los de sociales presentaron lecturas que ubicaran mejor geográficamente a los niños y la vez hicieron de la historia toda una página de literatura.
No faltaron las sorprendentes lecturas de ciencias que nos recordaron a Albert Einstein con su maravilloso consejo de no perder la capacidad de asombro y vinieron las versos de las canciones y de muchos poemas, y los niños terminaron descubriendo el maravilloso mundo de las letras, de tal manera que pasado un mes y cuando ya volvimos a retomar los rutinarios programas, los niños quería leer más y más. Tuve la fortuna de permanecer en esa institución los años necesarios para ver cómo esa generación alcanzó altos estándares en los resultados de las Pruebas Saber a lo largo del bachillerato y posteriormente en las aulas universitarias.
Hago un alto en esta reflexión para traer a colación alguna frase de Rudolph Atcon, el sociólogo norteamericano creador del Plan Básico, por allá en el año 1968, quien decía que la educación es el sistema genético de un pueblo y que sus resultados dependen de las mutaciones que se introduzcan a este sistema. Pues bien, aunque eran otras las intenciones de este plan con respecto a las políticas educativas para América Latina, el corolario de Atcon sigue vigente.
Hoy voy conduciendo mi automóvil por la autopista Norte de Bogotá y veo cómo una multiplicidad de ciclistas zigzaguea por entre este viaducto, imprudentemente arriesgando sus vidas pese a que a cada lado de la vía hay una cicloruta, bien demarcada y cuyo recorrido favorece la seguridad de los ciclousuarios.
Veo taxistas que constantemente se cambian de carril sin utilizar las luces direccionales y veo cientos de vendedores ambulantes o mejor, estacionarios que se tomaron todos los andenes especialmente alrededor de los puentes peatonales. Mejor dicho cada vez que salgo a la jungla de cemento debo sobrevivir al caos citadino. Y para mayor gravedad, me comentan amigos y familiares habitantes de otras urbes nacionales, que allí es igual o peor. Siendo este tan solo un ítem de la convivencia ciudadana, cómo será pensar en materia de seguridad, cuidado de lo público, respeto a mujeres embarazadas, niños y personas mayores. Válgame Dios.
Entonces es cuando cruzo y transpolo reflexiones para imaginarme un país que sea capaz de parar todos sus programas académicos tanto de primaria como de secundaria, las obras y fábricas, por lo menos una vez al día tal cual si fueran pausas activas y dedicarse por completo a revisar, corregir, implementar y enderezar todos los contenidos en materia de urbanidad o sea de la convivencia ciudadana en las urbes ya que la mayoría de infractores parecen pertenecer a poblaciones de desplazados o migrantes que buscan el sueño citadino. (Sin contar el desangre económico provocado por el latrocinio de cuello blanco). Esto pudiera ser una buena idea para el post-conflicto.
Los maestros le quedamos debiendo a Colombia una mayor instrucción en la enseñanza e interpretación de la Constitución Nacional. Un país que se cuida y se corrige, se señala y se denuncia a sí mismo es un país que vive e interpreta el verdadero sentido del Estado Social de Derecho. Nuestro sistema genético-educativo adolece de la falla de mirar fuerte y recio hacia el futuro y en los actuales modelos solo podemos concluir que nuestros ciudadanos pasaron por el sistema educativo pero el sistema educativo nunca pasó por ellos.
- 63 lecturas