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Un cuento para respetarnos

Cómo una clase sirve para transformar la mentalidad y actitud de los estudiantes de forma dinámica y disruptiva.

Junio 12, 2019

A los 38 estudiantes del grado 503, que hoy escucharon mi cuento “tres ratones muy listos”, ya los había visto antes, cinco meses antes, en la Feria del Libro. Acaban de ingresar al salón, después de su media hora de receso, se muestran inquietos, agresivos, sudorosos, se empujan, gritan, arrastran sillas, dan quejas, la profesora les ordena silencio, comienzan a apaciguarse, se van ubicando en sus sillas, poco a poco van silenciándose, la profesora me presenta.

 - Buenos días, les presento al profesor Daniel, que va a estar trabajando con ustedes en esta clase.

Algunos me saludan desde sus sillas, se ven interesados en lo que traigo, eso ya lo considero una ganancia.

 - El profesor Daniel va a estar realizando unos talleres de escritura con ustedes.

Dice la profesora y me deja solo con estos 38 estudiantes así no más, sin que ella ni yo, sepamos qué es lo que voy a estar haciendo exactamente.

- ¿A quiénes les gustan los cuentos? -pregunto.

Inmediatamente se levantan muchas manos, acompañadas de gritos, les digo que les voy a leer un cuento, sobre tres ratones muy listos. Les menciono que soy el autor, lo comienzo a leer, mientras lo hago, las voces que aun intervienen de manera desordenada, comienzan a interesarse en la lectura, se logra un ambiente donde solo la voz mía se escucha entre las miradas curiosas de los niños y niñas, que con seguridad imaginan los acontecimientos fantásticos que les narro. Después de leerles el cuento, les informo que la actividad de este día, tiene como propósito que ellos escriban un cuento corto con algunas palabras que iremos descubriendo a medida que avanza el taller.

Lo primero que hacemos es proponer diferentes palabras en desorden, algunos las gritan, otros levantan la mano y proponen sus palabras, de pronto una pelea, aun no conozco los nombres de los dos niños que se han golpeado, no sé cuál es el motivo de la pelea, los ubico en lugares opuestos y continúo la actividad, solo atiné a decir que no está bien pelear con las personas que van a estar mucho tiempo con nosotros en un mismo lugar, que piensen que las peleas no resuelven nada, los estudiantes que se agredieron muestran signos de arrepentimiento, yo espero haber logrado algo con la forma vehemente en que acabo de hablar.

 Al ver que el grupo se ha desordenado, y que me toca utilizar un tono de voz más alto, decido probar algo diferente, a ver si logro apaciguar los ánimos. Recuerdo una actividad propuesta por Giani Rodari en un libro que leí hace mucho y que me marcó la vida.

- Cada vez que yo diga la palabra “ficción”, ustedes quedan como estatuas, en completo silencio, si alguien dice una palabra o se mueve después de que yo haya dicho “ficción”, a esa persona se le impondrá una penitencia. ¿Están ustedes de acuerdo?

Después de esta advertencia, el salón ha quedado mudo, alguien pregunta sobre el tipo de penitencia, yo respondo que eso se va ser decidido por todos, es lo único que se me ocurre. Pienso para mis adentros, que nunca se me ocurrió estar hablando sobre penitencias, para quienes no siguen las instrucciones del taller. Pienso también que es complicado exigir la atención total de los estudiantes en este tipo de actividades; ponerlos a que piensen una ficción y que luego la escriban, es tarea complicada y una labor así, solo se logra si existe un interés muy grande por parte de ellos para hacerlo.

La palabra elegida para iniciar el ejercicio es “DRAMATURGO”. La han seleccionado ellos, seguramente porque les comenté que así me defino a veces, que escribo teatro, que me gustan los territorios de ficción. Una vez la palabra “DRAMATURGO” es puesta con marcador en el tablero, procedo a hacerles imaginar que tengo en mi mano una piedra invisible, capaz de romper en varias palabras, la palabra que acabamos de seleccionar y que está escrita en el tablero. Ellos reaccionan con curiosidad, observan cómo me instalo a unos metros del tablero y lanzó como si fuera un beisbolista, una piedra imaginaria contra la palabra, inmediatamente corro al tablero y borro la palabra, comienzo a escribir las letras que la conforman en diferentes lugares del tablero, de manera rápida les voy pasando el marcador a diferentes niños y niñas, recomendando escribir palabras nuevas con cada una de las iniciales que conformaban la palabra inicial. De esta manera, es que aparecen las palabras Diario, Ratón, Amor, Tortuga, Uva, Río, Ganso, Oso…

El trabajo por lo que resta de clase, consistirá en escribir un pequeño cuento con estas palabras, algunos comienzan a trabajar de inmediato, a otros les cuesta trabajo comenzar a escribir, otros ni siquiera saben qué es lo que toca hacer. A los pocos minutos, el salón ha comenzado a escribir, algunos solo hacen como si escribieran, comienzo a pasar por entre los puestos y descubro pequeñas ficciones en la clase.

Material que será analizado posteriormente y que con seguridad va a permitir conocer los universos de ficción que son capaces de concebir los niños y las niñas del grado 503 del colegio Cundinamarca en Ciudad Bolívar. La clase termina, no todos me entregan el ejercicio de la clase, algunos dicen que me lo entregan después, guardo los trabajos en un libro, me despido de la profesora Marcela y del grupo, pienso que esta experiencia va a ser de las más importantes en mi vida como docente.

Lea el contenido original en la página web de la Editorial Magisterio.

 


Imagen de Виктория Бородинова en Pixabay

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Escrito por
Educador colombiano
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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.