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Una carrera que jamás pensé
Por medio de experiencias significativas descubro mi verdadera vocación.
El 12 de octubre del 2004, a las 3:00am mi madre se levantómuy motivada para emprender su camino hacia la escuela que quería para mí. Era una niña de tan solo 5 años y en algunos momentos de la cotidianidad escuchaba hablar a mis padres de una tal Escuela Normal Superior para señoritas.
Mi padre amaba y soñaba que estudiara allí. Mi madre llega a la escuela y se encuentra con una fila larguísima, aun así se motiva más para que su pequeña entre a la institución, entrega el registro civil y espera con muchas más ganas a que llamen a Lorena Tatiana para sacar esa bolita roja la cual traía en ella todo el futuro que mis padres querían para mí.
Meses después me citan para realizar mis exámenes y cumplí con cada uno de ellos, me esmere y recuerdo tanto que mi mamá y mi papá me preparaban día a día para resolver cualquier pregunta que me hicieran.
“Lore, ¿si te preguntan tu nombre completo que dirás?
Me llamo Lorena Tatiana Bautista Baena
Todos los días eran así, mi papa me enseñaba a colorear, a responder cuantos años tenía, por que quería estudiar en la escuela Normal; fueron semanas largas de estudio. Satisfactoriamente pase todas las pruebas y recuerdo tanto ese primer día de clase, me veía tan pequeña, tan llena de vida, de expectativas, de sueños por cumplir y metas por alcanzar; recuerdo cada uno de mis días en la básica primaria, desde el preescolar hasta el grado quinto y nunca olvidaré mis ganas de esmerarme por ser la mejor.
En el barrio me mostré como una gran líder, ayudaba a mis amigas hacer sus tareas, siempre me llamo la atención ser maestra. Como olvidar mi lugar de entretenimiento con tan solo un tablero, un borrador, marcadores y miles de cuadernos.
Entendí que no todo era color de rosa cuando en el año 2009 mi niñez me dio un golpe muy fuerte el cual fue la muerte de mi padre. Tenía tan solo 9 años y aún lo recuerdo como si fuese sido ayer. Recuerdo su voz motivadora cada mañana, nuestro recorrido en un carro azul en donde era el momento preciso para hablar de mi futuro. Solía decirme mi chiquitin y su mayor sueño era que cuando creciera fuera docente.
Pasa un año de la muerte de mi padre y logro pasar al grado quinto, fue un año de muchas pruebas, muchos aprendizajes y más cuando ya no contaba con el apoyo de mi papá quien era aquel que me ayudaba con mis tareas; aun así mi madre y mi hermano dieron lo mejor de sí para que lograra mis sueños.
Recuerdo el primer día de bachillerato: sexto grado. Me sentía nerviosa por ir a un lugar nuevo, miles de docentes para cada disciplina pero estaba tranquila porque sabía que mis compañeras eran las mismas. Pase los grados séptimo, octavo, noveno, decimo, once y en todo estos años mis expectativas cambiaron ya no quería ser docente.
Me llamó la atención la odontología, la comunicación social y en noveno decía que el Programa de Formación Complementaria era mi última opción pero era raro porque me exaltaba en mis docencias directas que consisten en observar y dar apoyo pedagógico en la escuela primaria; mis compañeras y docentes me motivaban a realizar el programa pero yo seguía diciendo que no.
En decimo y once ya eran mis últimos años y mi mamá me preguntaba que iba hacer en mi futuro, en muchos momentos me sentía presionada por el tiempo porque aún no me decidía, a mitad de once en una clase de filosofía dialogaba con una compañera y me sentí en mi momento final le decía a ella que tenía que decidir ya mismo. Nunca olvidare sus palabras “Lore piénsalo, el programa te servirá para mucho”.
Escribo esto cursando primer semestre del programa de formación complementaria y la verdad es que no me arrepiento de haber aceptado estar aquí, solo con pensar que soy la docente del futuro, que ayudare a transformar la sociedad y que así mismo contribuiré al cambio de muchos pensamientos, me enorgullece saber que cada día le cumplo los sueños a mi padre, que soy el orgullo de mi madre y de mi hermano y en la sociedad soy ejemplo de liderazgo. Yo soy docente del siglo XXI.
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