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Una escuela que se apasiona por las vidas singulares

Comprender la diversidad como parte de lo cotidiano.

Febrero 9, 2019

Una educación en la que “educar” constituye una tarea de “fabricación”, puede considerarse como totalizante, porque su preocupación es meramente formar a ese otro competente para la función a la cual está socialmente destinado.[1]

La totalidad es una barrera en la comprensión de la existencia del otro. En este artículo se pretende abordar el concepto de otredad. Por otra parte, dar a conocer una alternativa heterónoma y responsable para así finalmente repensar la escuela.

La otredad es un acto de reconocimiento por la existencia de otro, ésta permite construir una responsabilidad del Yo con ese Otro basada en la ética [2], y así reconocerlo como existe, respetarlo desde su diferencia y comprenderlo como ser pensante de su propio mundo. Por tanto, la escuela tiene la necesidad de despojar al estudiante de lo institucionalizado para esencializarlo en su propia libertad.

La cultura de la memoria, a la cual hace referencia el profesor de Ciencias Sociales, Carlos Arturo Charria, es, sin duda, una propuesta que genera experiencias en la ciudadanía. El museo histórico en el cual trabaja, es una apuesta social, cultural e histórica que ofrece un aprendizaje pedagógico y humano a través de los sentidos para comprender aquellos que vivieron la guerra.

Este proyecto se basa en narrativas con rostro que, desde el punto de vista educativo, resulta ser una pedagogía de la memoria. En efecto, la escuela para repensarse debe apasionarse por las vidas concretas, por la educación como un acto del recuerdo y la fragilidad como una condición de llegada y estancia en el mundo, pues, como afirmó Elie Wiesel: “una educación sin recuerdo es una educación inhumana”.

Así, la otredad no trabaja con la autonomía, sino con la heteronomía [3] que piensa a la memoria como eje fundamental en la construcción de ese otro que vive un lugar en la escuela. La otredad, permite reavivar los recuerdos, hacer una búsqueda del pasado, fisurar y resistir ante los modelos totalizantes. En otras palabras, la otredad permite educar sujetos históricos conscientes de su papel político que impiden la repetición del olvido. 

 


[1] La educación como acontecimiento ético. (2014). Bárcenas y Mélich. Madrid, España.


[2] Lévinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Ediciones Sígueme Salamanca.


[3] La educación como acontecimiento ético. (2014). Bárcenas y Mélich. Madrid, España.

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