Ofrezco a cada uno de los alumnos un lápiz mágico y los invito a escribir su propia historia enmarcada en los cuentos y leyendas de su cultura indígena.
El agradecimiento es algo profundo: es darse cuenta, es ver y reconocer. Es hacer visible nuestra gratitud y así ampliar nuestra capacidad de construir bienestar.
Tan pronto sale de la escuela de graduados, el sujeto debe empezar otra educación y tiene que aprender un nuevo curso: estudiar en la “escuela de la vida” en “la universidad de la calle”.
Como mujer y maestra le pongo a mi vida y trabajo ingredientes esenciales en mi misión diaria: amor, disciplina, pasión, alegría, creatividad y responsabilidad.