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Afrocolombianidad y Bicentenario

Una mirada a la contribución africana y afrocolombiana a la construcción de la nación.

Febrero 8, 2019

El texto describe el aporte africano y afrocolombiano al proceso independentista y a la construcción de la nación, más allá del ambiente hostil de la esclavización y sus consecuencias históricas. El texto se convierte en un análisis documentado del proceso independentista y el contexto posterior al mismo, el cual busca generar una reflexión objetiva sobre la contribución africana y afrocolombiana a la construcción de la nación en el marco de la conmemoración del Bicentenario.

El aporte africano y afrocolombiano a las luchas por la Independencia  

Si bien no existen datos precisos sobre la población afrodescendiente que participó en la guerra de Independencia, sin duda su contribución para ganar ésta fue trascendental. La población esclavizada tuvo la posibilidad de aprovechar la guerra como estrategia de búsqueda de su libertad, ya que la misma se ofrecía a cambio del servicio, peleando para cualquiera de los dos ejércitos en conflicto (patriotas y realistas).

Por ende, no sorprende encontrar que los españoles convocaron y fueron apoyados por población afrocolombiana. El más famoso militar español que impulsó a la población esclavizada a apoyar la causa realista fue José Tomás Boves. Esto lo logró partiendo de la discriminación socio-racial que excluía a la población afrocolombiana e indígena del país. De esta forma convocó a la población afrocolombiana esclavizada y toda la población libre que era discriminada. ¡Guerra a los blancos explotadores del pardo y del indio! Fue su grito de combate que resonó en el llano como una invitación al alzamiento general.

Pero la popularidad de Boves fue disminuyendo ya que los ejércitos patriotas les hicieron a los afrocolombianos la misma propuesta de otorgar la libertad, como lo muestran las cartas entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander: “Las razones militares que he tenido para ordenar la leva de los esclavos son obvias. Necesitamos de hombres robustos y fuertes acostumbrados a la inclemencia y a las fatigas, de hombres que abracen la causa y la carrera con entusiasmo, de hombres que vean identificada su causa con la causa pública y en quienes el valor de la muerte sea poco menos que el valor de su vida. Las razones políticas son aún más poderosas. Todo gobierno libre que comete el absurdo de mantener la esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces por el exterminio como en Haití (...) ¿No será útil que éstos adquieran sus derechos en el campo de batalla y que se disminuya su peligroso número por un medio poderoso y legítimo? (...)”.

Es pertinente mencionar que en la misma época el Libertador Bolívar temía que se estableciera lo que denominó la pardocracia. Es decir, el triunfo socioeconómico y político de la gente afroindígena y afromestiza que para entonces era la mayor parte de la población afro del país. Por esa razón, el Libertador le escribió a Santander:

“la igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la inclinación natural y única, para exterminio, después, de la clase privilegiada. Esto requiere, digo, grandes medidas que no me cansaré de encomendar”.

En la guerra se destacaron militares afromestizos como el General Manuel de Piar, el Almirante José Prudencio Padilla y el Coronel Leonardo Infante. “Pero la presencia de unos cuantos oficiales negros no prueba la ausencia de tensiones raciales en los círculos militares. Los tres oficiales mencionados fueron posteriormente enjuiciados y ejecutados”. Sobre Padilla vale la pena resaltar que fue el libertador de los mares grancolombianos, Padre de la Armada Nacional, mártir de la democracia y Senador de la República en 1826. Quizás por ganar la guerra en el mar, que tuvo como punto final la Batalla de Maracaibo en 1823, y de paso selló la Independencia en el norte de Colombia, Simón Bolívar le escribió a Santander: “Padilla es el hombre más importante de Colombia...”. 

¿Por qué, entonces, Bolívar ordenó la ejecución de Padilla? El motivo que la historia señala es que el Almirante riohachero participó en 1828, con Santander, en la conspiración que buscaba quitarle a la fuerza el poder a Bolívar, para entonces dictador.

¿Por qué Santander fue castigado con el destierro y Padilla con la muerte, si Santander era el que pretendía ocupar el poder? Tal vez, el Libertador ordenó su ejecución por lo que podía llegar a significar un afromestizo en el poder. Quizás con Padilla se haría realidad su evidente miedo a la pardocracia, una posibilidad política que observaría el viajero Carl Gosselman: “los mulatos, potencialmente, eran un sector en ebullición y ascenso”.

Padilla gozaba de una credibilidad envidiable, al punto de que la fuerte reacción por su fusilamiento hizo que estallara una guerra civil en el país, liderada por los coroneles José Hilario López y José María Obando, la cual daría agonía a la Gran Colombia.

El investigador social Charles Griffin reconoce que “la ejecución de Piar y Padilla podía no haberse considerado necesaria y su insubordinación podría, probablemente, haberse condonado si no hubiera sido por su raza”.

Las afrocolombianas fueron igual de determinantes que los afrocolombianos en esta época de batallas. Algunas, como lo muestran los textos de varios viajeros, eran enfermeras valiosas y conocían muy bien otras labores.

Es urgente realizar estudios acerca de mujeres afrocolombianas como Manuela y su participación en la guerra de Independencia. La mejor fuente para saber de ellas es el material de los viajeros que recorrieron parte del país en el siglo XIX, quienes, comúnmente, se topaban con mujeres afrocolombianas.

A diferencia de los relatos de viajeros, la prensa de la época no decía casi nada de las mujeres. Y menos de las africanas o afrocolombianas. No permite ver la trascendencia de su aporte al proceso independentista. La prensa era utilizada por los criollos, básicamente, para convencer a los lectores letrados sobre la necesidad de apoyar sus decisiones políticas.

El comercio esclavista en la naciente república (1810-1851)

El comercio esclavista comenzaba con el secuestro de gran cantidad de personas negras de numerosos pueblos de África. “La mayor parte de los esclavos provenían de tres áreas de la costa occidental de África: Senegal, Guinea y Angola. En su mayoría vinieron de Guinea. Los grupos más comunes fueron los llamados por los españoles así: Minas, Arará, Carabalí, Mandinga, Biáfara, Lucumí, Chalá, Bran, Popo, Cetré, Angola, Cuagui, Bibi, Satinga, Cambara, Bane, Yolofó” . (...) Las grandes naciones africanas de las cuales provenía esta gente eran: Ashanti, Fanti, Yoruba, Ibo, Congo, Iwu y otros. Todavía esta gente existe y es posible visitarla, aprender su lenguaje y conocer su modo de vida.

Mujeres, hombres, niños y niñas de estos pueblos africanos  eran montados(as) a la fuerza en barcos que se construyeron especialmente para mantener el comercio esclavista.

“Las compañías negreras llegaron a construir barcos especiales para el tráfico, ideando sistemas de seguridad para prevenir fugas y motines, aprovechando el espacio máximo bajo cubierta para que cupiesen más piezas”.

Así comenzaba el viaje hacia América. Un periodista, testigo de uno de estos viajes, describió sus características en la Gazeta de Colombia el 20 de septiembre de 1821:

“Añadiré á materia tan desagradable, capaz de indignar á todo el que tenga humanos sentimientos, que el tratamiento de los que egercitan en este tráfico es tan despiadado, que no puede la más viva imaginación pintar los horrores del viage. Apiñados los miserables hasta no poder moverse, encadenados unos con otros mientras conservan la vida ó hasta que los hierros corroyendo la carne descubren los pelados huesos; sepultados en una bodega que, como yo he visto, no llega á treinta pulgadas de altura; respirando una atmósfera la más pútrida y pestilente; con escaso alimento y menos agua; sujetos a los más severos castigos del hombre brutal que manda el buque, ha sido para mí motivo de admiración que algunos de estos desgraciados sobrevivan aun a su pasage; muchos perecen y los que llegan á tierra presentan un cuadro de miseria que faltan palabras para expresarle buenamente”.

Ese testimonio, de corte filantrópico, demuestra la magnitud de la crueldad con que fueron conducidos(as) millones de africanos(as) contra su voluntad a continente americano. Es pertinente citar al historiador Gregorio Hernández, quien reseña lo siguiente: “El galeón Intrépido cargó 343 esclavos y perdió, por muertes en la travesía, 208; y el bergantín Jesús María, apresado por los ingleses, traía para Cuba (gente africana esclavizada) entre 252 esclavos, a 97 hembras de trece a catorce años, todas violadas en el viaje”.

El compromiso de prohibir para siempre el comercio esclavista internacional se rompió en el año de 1843, bajo el gobierno de Pedro Alcántara Herrán, quien a través de la Gaceta de la Nueva Granada autorizó de nuevo este comercio, mediante la Ley de 22 de junio de 1843, la cual, sobre esta materia, establece:

Art. 4º: Se deroga el artículo 6º de la lei de 21 de julio de 1821, permitiéndose la venta de esclavos para fuera de la Nueva Granada…

Familias enteras, con hijos libres (por la Ley de Manumisión de Partos de 1821), fueron vendidas a Perú y Ecuador, tal como lo muestra la Gaceta de la Nueva Granada, en donde aparecieron numerosos avisos relacionados con el asunto entre 1843 y 1847.

La presión inglesa  fue uno de los principales motivos que impulsó al Gobierno a eliminar el comercio esclavista internacional. En 1847, bajo el mandato de Tomás Cipriano de Mosquera, se prohibió de nuevo mediante la Ley de 28 de abril de 1847, prohibitoria de la importación y exportación de personas esclavizadas.

El mismo mes en el cual se expidió esta Ley, se efectuaron numerosos negocios de venta de personas esclavizadas. Es acertado pensar que existían contactos permanentes entre los gobernantes y los esclavistas. Incluso, varios gobernantes fueron esclavistas como los caucanos José María Obando, José Hilario López, Joaquín Mosquera y Tomás Cipriano de Mosquera. Además, la Ley de Manumisión de Partos venía burlándose “al exportar al Perú negras encinta cuyos hijos eran después traídos como nuevos esclavos”.

Las personas esclavizadas eran vendidas como si fueran animales. Claro ejemplo de tal afirmación es uno de los tantos avisos que aparecen en la Gaceta de la Nueva Granada: 

De venta. Un negrito del valle del Cauca, de 19 años de edad, ajil, robusto, sin vicio alguno, i de escelente servicio. En esta imprenta darán razón de los términos de la venta al que quiera comprarlo. En los mismos periódicos: Se vende un caballo de muy buena presencia y de paso, la persona que quiera comprarlo, ocurrirá al almacén de paños franceses.

En el comercio esclavista, las mujeres afrocolombianas esclavizadas eran negociadas desde los cinco años de edad. El apellido de éstas podía cambiar después de cada negocio, al igual que el de los hombres. Los nuevos amos y las nuevas amas decidían generalmente si les dejaban llevar sus apellidos anteriores o los “bautizaban” de nuevo. La esclavitud dejó graves secuelas en la sociedad colombiana. Además, las leyes, incluso las llamadas “abolicionistas”, paradójicamente, garantizaron la permanencia de sus efectos nefastos, lo cual nos invita a hacer una reflexión seria sobre la noción de libertad en el marco de la conmemoración del Bicentenario.

Sobre el racismo en los doscientos años de vida republicana 

La sociedad de castas de la colonia, creada y dominada por las personas blancas que vivían en América, mantuvo su sólida estratificación después de la Independencia. Los criollos condenaron a las personas indígenas y afrocolombianas, las cuales conformaban la mayor parte de la población nacional, a la exclusión económica y política con el fin de garantizar el orden social establecido. 

Las ideas racistas predominaron en la naciente república y por esa razón se puede afirmar que la filantropía real nunca existió; de lo contrario se hubiera liberado, sin exigir nada a cambio, a la población esclavizada en la primera mitad del siglo XIX.

Los gobiernos que controlaron el Estado estaban interesados en mantener la esclavitud por varias décadas –se recuerda que el propio Estado fue dueño de personas esclavizadas– motivo por el que se le dio prioridad a los intereses de los esclavistas. Además, los(as) afrocolombianos(as) esclavizados(as) eran sus bienes de mayor valor. ¿Se reprodujo la exclusión en Colombia, una nación “libre”, más allá de la Independencia? Sí, y en ello jugaron un importante papel el sistema educativo, la Iglesia Católica, la esclavización legal e ilegal, el Estado, la ideología racista, la prensa y los partidos políticos.

Es importante resaltar que la Ley de Manumisión de Vientres (Partos) de 21 de julio de 1821, y las leyes que la complementaron, permitieron que creciera la manumisión, pero no significó una mejora sustancial en la calidad de vida de la gente afro. Dicho proceso fortaleció la relación entre la Iglesia y el Estado, que fueron también esclavistas. Hubo sacerdotes esclavistas que fueron indemnizados en la manumisión y sobre ello se debe reflexionar en círculos académicos y políticos.

Este debate debe considerar que la educación eurocentrista ha impedido que se enaltezca la contribución afro a la construcción de la nación. Dicha educación, excluyente y racista, se sigue manteniendo, sin importar que la legislación exige la implementación efectiva de la etnoeducación y la cátedra de estudios afrocolombianos en todos los colegios públicos y privados del país.

Reflexión final

Como bien anota Reales (2005), el valioso aporte africano y afrocolombiano al proceso independentista y la construcción de la nación sigue siendo ignorado por el establecimiento político y la educación, a dos siglos de los hechos. A pesar de la libertad y la legislación abolicionista, la población afro siguió siendo víctima de exclusión y racismo, y esta situación poco cambió en los doscientos años de historia republicana. Por ello, la conmemoración del Bicentenario debe enaltecer dicho aporte y abrir caminos para contar la historia nacional como verdaderamente ocurrió.

 

Referencias

  • Díaz, R. A. (2001). Esclavitud, región y ciudad. El sistema esclavista urbano-regional en Santafé de Bogotá, 1700-1750. Bogotá: Centro Editorial Javeriano –CEJA–.
  • Gaceta de Colombia, Cúcuta, 20 septiembre de 1821.
  • Gaceta de la Nueva Granada, Bogotá, 21 de septiembre de 1834.
  • Hernández, G. (1956). Libertad de los Esclavos en Colombia. Bogotá: Editorial ABC.
  • Liévano, I. (1974). ‘La guerra social’. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, pág. 847.
  • Maya, A. (1997). Los Afrocolombianos, Geografía humana de Colombia. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, tomo VI.
  • Mellafe, R. (1984). La esclavitud en Hispanoamérica. Buenos Aires: Editorial Universitaria.
  • Mina, M. (1975). Esclavitud y libertad en el Cauca. Bogotá: Publicaciones la Rosca. 
  • Reales, L. (2001). Prensa, abolición y racismo hacia los(as) afrocolombianos(as) (1810-1851). Monografía para optar al título de historiador. Bogotá: Biblioteca de la Universidad de los Andes. 
  • Reales, L. (2005). “Informe del Movimiento Nacional Afrocolombiano Cimarrón sobre la situación afrocolombiana de derechos humanos”. En: Comunidades étnicas en Colombia. Cultura y jurisprudencia. Parra Dussán, C. y Rodríguez, G. A. (editores). Bogotá: Centro Editorial de la Universidad del Rosario.
  • Rodríguez, H. (1980). “La Esclavitud en Colombia”. En: Revista Correo de los Andes. Bogotá: Universidad de los Andes, Vol. 2, No. 4, julio-agosto de 1980.
  • Sharp, W. (1968). “El Negro en Colombia. ‘Manumisión y Posición Social’”. En: Revista Razón y Fábula, No.5. Bogotá: Universidad de los Andes. 
  • Torres, J. (1990). El Almirante José Padilla. Bogotá: Imprenta y Publicaciones de las Fuerzas Militares.

 

Lea el texto original en la página web de la Editorial Magisterio.

 

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*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Henry Alberto Berrio Zapata
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