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Aulas de colores: educación artística en medio del conflicto

En nuestra institución, los índices de violencia, consumo de sustancias y embarazo adolescente han disminuido significativamente.

Junio 26, 2017

Los contornos (A modo de prefacio) Grande, brillante y cálida: esa es mi primera impresión de la luna. Tenía cuatro años y vivía en una finca “llano adentro”, en el Departamento del Meta, era la década del 70. La mayoría de nuestras noches se deslizaban entre los relatos mitológicos de los lugareños, el olor del café oscuro endulzado con panela, el humo del cigarro de mi padre y la luz de las velas que cubrían de un matiz espectral aquellas narraciones, por lo que los niños buscábamos presurosos la seguridad en los brazos de los padres.

Algunas veces, las voces no se dejaban oír, los hombres se dedicaban a fumar en el porche y a contemplar la llanura en su inmensidad, bajo el manto de la noche, y mi madre a tientas intentaba zurcir la ropa que se lava y se vuelve a poner.

Supongo que en medio de esos relatos se fue tejiendo la subjetividad de la mujer, la profesora y el sujeto de la historia que me considero hoy. Muchas lunas me han acompañado en esa labor, opacas y oscuras, resplandecientes y prolíficas, raras y densas, algunas, olvidadas. Lunas y días que han sido testigo de mis pasos, de mis reflexiones, de mis equívocos y aciertos. Este relato, más que un diario, contiene trozos de mi historia particular, entrelazados con la historia de un país que está en crisis desde que tengo memoria, y con los indicios que dejan las meditaciones, las acciones y los modos de ser y hacer como docente.

El escrito está dividido en cuatro etapas, aludiendo a las fases de la luna: Luna llena: Los reflejos de una educación; Cuarto menguante: Un país, una mirada; Cuarto creciente: Los avatares que me llevaron a la docencia; Luna nueva: El derecho a una historia diferente.

Luna llena: los reflejos de una educación. La educación en medio de la construcción del sujeto social y el arte (o la reunión de los elementos para crear currículos pertinentes en EA) La violencia en Colombia no es exclusiva de enfrentamientos entre distintos actores políticos y militares, por el contrario, cada día vemos con asombro como en los espacios de la vida cotidiana se materializa con mayor frecuencia en las interacciones familiares, laborales, comunitarias y deportivas.

No estamos enfrentando un solo tipo de violencia, ni una sola forma de concretar sus acciones; tenemos bastantes ejemplos de esta sombría realidad. Uno de los más sonados es la muerte de nueve personas y la atención a más de tres mil riñas callejeras después del triunfo de la selección colombiana de fútbol en un evento del Mundial 2014. Tradicionalmente hemos creído que la violencia en Colombia es el resultado de lo estructural: pobreza, exclusión, marginación, desigualdad, falta de oportunidades sociales o políticas y económicas.

Aun así, nos preguntamos si estas son causas justificables para los actos desbordados que se presentan a diario. Una de las lógicas que poco observamos en los hechos violentos tiene que ver con la violencia cultural, donde el tránsito de valores, ideas, imaginarios y tradiciones se manifiesta en las acciones de las personas.

Aunque es cierto que Colombia es uno de los países más desiguales de la región, también lo es que en países con un mayor índice de pobreza no se manifiestan tasas de violencia tan elevadas como las nuestras, tenemos por ejemplo los casos de Haití y Cuba. Contrario a lo que se piensa, muchas instituciones, diferentes a las militares y políticas, sostienen y mantienen la violencia a través de sus prácticas generalizadas. Los sistemas educativos, mediante pedagogías no liberadoras y autoritarias, o la misma discriminación entre pares, tampoco contribuyen a generar espacios para la creación de sociedades más equitativas y constructoras de paz.

Además, los medios de comunicación divulgan ideologías y manipulan la información y, por ende, la opinión pública, difundiendo conceptos violentos y discriminadores. En este sentido, Ciudad Bolívar es una localidad tildada de marginal, sus jóvenes sufren de discriminación por parte de la ciudadanía bogotana, debido, en parte, a la mala prensa de los medios de comunicación sobre la localidad, que causa la segregación y exclusión de sus habitantes.

Pero no solo los medios de comunicación han extendido este imaginario. Han pasado 20 años desde la publicación del libro Ciudad Bolívar La Hoguera de las Ilusiones, de Arturo Alape, donde señala a la localidad como una ciudadela parecida a las favelas de Río de Janeiro, colocándola como el epicentro de las miserias de la ciudad.

Dos décadas después el imaginario no ha cambiado demasiado; sin embargo, muchas cosas han sucedido: se han generado espacios de participación importantes para los jóvenes, como el Festival Internacional de Cine y Video Alternativo Comunitario o El Festival local de Hip Hop 2015, y se han construido mega-colegios por cuenta de la Secretaría de Educación del Distrito para atender a la población; todo esto lo desconoce la mayoría de la ciudad.

No podemos negar que este territorio presenta grandes conflictos sociales, pero no distintos de otros lugares; también hay inseguridad en el resto del país, donde son insuficientes las oportunidades de participación para la gran población de adolescentes en condiciones de desigualdad social. Puedo afirmar también, y con profunda satisfacción, que en esta población siempre hay padres, maestros, jóvenes y adolescentes dispuestos a participar y a trabajar cuando se proveen las herramientas y los elementos adecuados.

Después de varios años de labor en el colegio con adolescentes de la localidad, es posible percibir los resultados. En nuestra institución, los índices de violencia, consumo de sustancias y embarazo adolescente han disminuido significativamente.

El número de egresados graduados que se han vinculado a IES ha aumentado, no en la cantidad que deseamos, pero se está avanzando en ello. Como docente de artes, he tenido la oportunidad de consolidar el proyecto de educación artística junto con los maestros de danza y música, generando espacios para la participación, el desarrollo de la autonomía y el derecho a la libre expresión de los estudiantes.

Hemos participado en eventos locales y distritales de artes, como el Festival Artístico Escolar 2010, 2012, 2014, en foros y ferias locales y distritales, promoviendo el acceso a la cultura, activando el desarrollo de las subjetividades críticas y reflexivas en los jóvenes y contribuyendo en la construcción de las ciudadanías activas. El camino no ha sido fácil, pero tampoco tortuoso. Ha tenido altibajos y, poco a poco, vamos avanzando.

Desde mi formación en artes plásticas siempre ha existido una constante reflexión sobre el posible impacto de los procesos artísticos en las poblaciones. Con profundo respeto veo las obras en museos y galerías, pero con firme convicción defiendo el lugar de la educación artística en procesos de construcción de comunidad, en la formación del sujeto crítico, político, emancipado y consciente de su lugar en el proyecto de sociedad que queremos.

Cuarto menguante: un país, una mirada. Sombra y luz de una tragedia inacabada

Desde mediados del siglo XX, el conflicto armado colombiano y sus procesos de paz nos acompañan en una historia que no llega a feliz término; comenzando con la época de “La Violencia”, tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, y la primera entrega de armas de las guerrillas de Guadalupe Salcedo; pasamos por el surgimiento de nuevas células guerrilleras en los 60s y 70s, y fuimos testigos de la Comisión de Paz en 1982, uno de los intentos de acercamiento entre gobierno y guerrillas, hasta llegar a la creación de la Unión Patriótica y su desaparición por cuenta del exterminio de los sectores radicales.

Luego vinieron los diálogos en Corinto (Cauca) y del Hobo (Huila), El Caguán, La Macarena, Uribe, Mesetas y Vista Hermosa; a pesar de todo ello aún hoy no llegamos a firmar los acuerdos de paz. Pero no estamos en La Habana, y los estudiantes no saben qué se está negociando, qué se está firmando y por qué; las consecuencias de estos tratados les tienen sin cuidado, es más, no se consideran parte de esta historia.

¿Por qué? Porque ellos, al igual que muchos maestros, piensan que la historia es un metarrelato de las ciencias sociales que se termina cuando finaliza la clase. La historia es algo que no trasciende en sus vidas, porque se les ha enseñado a ser sujetos sin historia, es decir, sujetos sin pasado, sin memoria, de cara a un futuro incierto, viviendo en un presente que les cierra la puerta en la cara.

De cualquier manera, aunque ellos no se den cuenta, cada uno carga su historia personal a cuestas, relatos y memorias firmados en muchas ocasiones con la huella indeleble de los actos violentos en los cuerpos, en el alma, en las construcciones de mundo de nuestros estudiantes. Tengo entre ellos a Iván, de noveno grado y 16 años, un ex-miliciano de las FARC, su familia ha dejado el hogar y todas sus pertenencias en el Tolima, para evitar que finalmente fuera reclutado por el grupo armado y terminara guerreando en el monte.

Mauricio y Joy, de grado sexto, exhiben con orgullo los diseños afro de sus cabellos ensortijados y cortados bajito, perfilando así sus estéticas corporales, buscando rescatar una identidad camuflada en la ciudad de las masas que se niega a reconocerlos, la misma que les hace objeto de burlas, rechazo, prejuicios y hasta de violencia.

En las listas aparecen apellidos como Wuanumen, Quemba, Tisoy, Anacona, Tandoy, Perea, Palomino, Ascué, que se ocultan debido a que los niños se siente parte de una comunidad rechazada y no valorada, considerada una minoría extraña y ajena. Sienten que este territorio no es apto para albergar al afro y al indígena, como si la mezcla de razas fuera algo que sucede en otros lugares, pero no en la escuela.

Lea la experiencia completa en este enlace.

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Docente en Bogotá, Colombia.
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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.