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Ciudadanía digital para la sociedad disruptiva

Una tarea pendiente es construir un ecosistema digital en educación que provea un servicio ubicuo e incluyente a lo largo de toda la vida de las personas.

Septiembre 11, 2015

Todo tiempo pasado fue anterior”
Les Luthiers

En una conversación familiar mi sobrina adolescente afirmaba, con la convicción propia de su edad, que ya Facebook no lo usaba nadie. Algo debe saber ella, es un ejemplo de joven conectada. Su afirmación, entendí, se debía interpretar como que entre sus amistades están utilizando otras herramientas que les resultan más efectivas o divertidas. Supongo que el viejo FB quedó para los museos y para ancianos de más de 20 años. Investigué y encuentro que en FB había más de 1.490 millones de usuarios activos en junio 2015, según cifras oficiales[1]. Poca cosa no parece.

Salta a la vista que la percepción que tenemos de la sociedad digital ha variado y sigue modificándose impulsada por nuevos usos, aplicaciones y repercusiones en el quehacer de cada quien. Estamos inmersos en un contexto que se está construyendo con recursos digitales envolventes, que avanza en una creciente conquista de espacios apoyándose firmemente en la Internet de las cosas. El mundo ha cambiado a ritmo vertiginoso. En pocas palabras: la Internet no es lo que solía ser.

Los ciudadanos estamos inmersos, voluntaria o involuntariamente, complacidos o a regañadientes, en un ambiente más estructurado por lo digital de lo que tendemos a comprender.

Tal situación induce a revisar, entre otros aspectos, la definición de ciudadanía digital. Las concepciones tradicionales inicialmente partieron asociadas a la alfabetización digital, a los primeros acercamientos al problema de hacer que más personas se capacitaran para emplear los recursos basados en las tecnologías de información y comunicación (TIC). El planteamiento acá es que ese tipo de definición es hoy claramente insuficiente pues el entorno tecnológico está muy estructurado, entretejido, y educar a la ciudadanía requiere similar esfuerzo de organización.

Las definiciones de ciudadanía digital tradicionales y más completas consideran en su formulación elementos tales como:

Acceso: acceder a la infraestructura es el más reconocido factor de exclusión al mundo digital.  Estar en una ubicación geográfica con cobertura y el costo de los servicios son barreras de entrada dentro de este rubro. También lo es el tener capacidades físicas especiales.

Comunicación: partiendo del hecho que la comunicación es un rasgo muy destacado de la sociedad en red, comprender y hacer el uso más efectivo y eficiente de las variadas herramientas comunicacionales que están disponibles se hace indispensable.

Alfabetismo: comprender la utilidad de los diversos dispositivos digitales, desde un motor de búsqueda hasta manejadores de bases de datos, procesadores de palabras y otros instrumentos de productividad general.

Nettiquette: existen protocolos de conducta y de lenguaje aceptables para desempeñarse en el mundo en red.

Economía: gran parte de la actividad económica global opera sobre medios digitales y el aprovechar este hecho implica reconocer los beneficios y los peligros que esta aplicación conlleva.

Leyes: hay un conjunto de leyes que regulan la actividad en la red, tanto la de los ciudadanos como la de las empresas comerciales, organismos oficiales y proveedores de servicios.

Derechos: la libertad de expresión, la privacidad y la protección de los datos personales, son algunos de los derechos que tienen formas específicas en el mundo permeado por las TIC.

Salud: el bienestar físico está en riesgo por un descuidado uso de los recursos tecnológicos. Desde aspectos ergonómicos hasta sobre-exposición al uso con el consecuente estrés son factores que afectan la salud.

Seguridad: incluye las precauciones que cada persona debe tomar para estar segura en los medios digitales. Medidas como buenas palabras clave, realizar respaldos y protegerse de virus se contemplan en este aspecto.

Desde luego que hay avances en el tratamiento de todos estos elementos. Ellos se reconocen y tratan de una forma poco estructurada, cada uno con poca dependencia de los demás. La posibilidad de hacer énfasis en alguno de ellos alimenta la idea de que los otros pueden ser opcionales o de menor rango. Una visión desarticulada de la ciudadanía digital, propia de los enfoques tradicionales, va a contramano de una sociedad donde el componente tecnológico cada vez se hace más omnipresente.

La innovación se abre paso estimulando el repensar de definiciones e instituciones, revisando lo establecido a la luz de nuevos planteamientos y realidades transformadas. Una posición fundacional de las universidades, por cierto.

Asumir la educación de los ciudadanos para una sociedad digital disruptiva sin tener más resuelta una estrategia integral es dejar el futuro al azar.

Al lado de la situación descrita para abordar la definición de ciudadanía digital se encuentra uno que la trama tecnológica alrededor de los ciudadanos sí se ha estructurado. Hay un “Ecosistema de Internet”, desarrollado por la Internet Society[2], que se usa para explicar cómo funciona la red.

La figura que sintetiza a los múltiples actores que intervienen en ese ecosistema se muestra a continuación.

En cada segmento de color se ubican los distintos actores que configuran a la Internet. Algunos pueden aparecer en diversos sectores por sus múltiples roles, tal es el caso de los Usuarios. Hay personas e instituciones que son protagonistas en su respectiva actividad y a la vez son usuarios de Internet. El sector educativo es un caso emblemático.

Los ciudadanos estamos inmersos, voluntaria o involuntariamente, complacidos o a regañadientes, en un ambiente más estructurado por lo digital de lo que tendemos a comprender. Así, por ejemplo, se nos ha inducido de manera silente a regirnos por normas dictadas en unos casos por los gobiernos, para regular su interacción con los ciudadanos, en otros por las empresas, para canalizar las comunicaciones con sus clientes y proveedores. Dentro de estas últimas se pueden incluir las aceptadas por el público, casi ciegamente, al acceder a las más populares redes sociales o al utilizar ciertas plataformas que se presentan como gratuitas.

De manera que asumir la educación de los ciudadanos para una sociedad digital disruptiva sin tener resuelta una estrategia integral que parta de un mejor dimensionamiento de la misión a realizar es dejar el futuro al azar.

Una tarea pendiente pues es construir un ecosistema digital en educación que provea un servicio ubicuo e incluyente a lo largo de toda la vida de las personas. Que no tema el repensar y rehacer continuamente lo que hemos venido asumiendo como norma.

Más cambios vienen y algunos serán muy radicales. Así pues, si Facebook puede dejar de ser utilizado por sus usuarios, las universidades también.

 

[2] “Who Makes the Internet Work: The Internet Ecosystem”. www.internetsociety.org/who-makes-internet-work-internet-ecosystem

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Docente-investigador de la Universidad Central de Venezuela
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