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Colombia el “país feudal” en el Siglo XXI
A pesar de las dificultades que se presentan en el campo educativo es importante direccionar al estudiante en el uso de la razón.
“y sin embargo… es posible que, hasta nuestros días, y desde hace siglos, el hombre haya estado actuando demasiado y pensando demasiado poco”.
Martin Heidegger
En este escrito me propongo explicar a partir de mi experiencia como docente, estudiante y ciudadano del común ¿porque Colombia se asemeja a un país feudal? No de manera literal como el feudalismo de la Europa medieval, pero si con ciertas características que se asemejan a este modo de producción que, como todo modelo económico le son adjuntas ciertas particularidades culturales que le son propias, en lo que quiero referirme aquí, es que Colombia se asemeja a un gran feudo una gran extensión de tierra que productiva o no se administra como una especie de finca en la que existen, dueños, administradores, trabajadores que se encargan del trabajo más grande al más pequeño y por supuesto aquellas personas que se encargan por medio del discurso legitimar los modos de actuar dentro del gran feudo, las acciones de sus dueños y administradores para que todo funcione de la manera más adecuada para que no existan quejas o reclamos de las personas que lo habitan y así no puedan mirar más allá de la cerca o de lo que aparece en frente.
Ahora bien, para ahondar en esta reflexión es importante aquí remitirse a algunos aspectos de cómo Colombia surgió como “república”, la cual esta auspiciada por gamonales vestidos de generales, curas dogmáticos impartidores de discursos moralizantes y manipuladores, criollos burócratas con intereses particulares, peones de hacienda que por medio de la sumisión y el clientelismo buscan sobrevivir en un sistema social que los excluye junto con algún extranjero en búsqueda de fama y fortuna, que juntos conformaron un “país” a medias.
Sin embargo para que estas características se desarrollen es importante mencionar el papel simbólico que ha tenido la tierra en la historia de Colombia ya que desde los tiempos de la conquista ha poseído un poder simbólico y no precisamente por su capacidad productiva, si no como símbolo de status social que permite el acceso a una sociedad vertical que vivió (y todavía vive) de la apariencia, la discriminación y la exclusión social donde su ascenso está determinado, no solo por los nexos y complicidades de aquella persona que está más cerca del poder, sino también por las artimañas que sean necesarias para poseer un buen estatus social en una sociedad vertical.
Estas formas relacionarse en la sociedad colombiana antes y después de la independencia el científico social Fernando Guillen Martínez (1979) las denomino formas de sociabilidad política[1], las cuales consisten en relacionarse con el otro a partir de la sumisión, la violencia y el autoritarismo para sobrevivir en un contexto precario como la colonia, de esta manera instituciones coloniales como la mita, los resguardos y especialmente las encomiendas que sirvieron en sus inicios para “proteger” a los indios del trabajo excesivo por parte de los españoles, con el paso del tiempo se convierten en grandes haciendas que dan origen a una institución que si bien no es reconocida oficialmente por la corona española conforma unas pautas y comportamientos propias de una sociedad donde se relacionaron aspectos españoles e indígenas, que Guillen conoce como la institución asociativa de la hacienda cuya función consiste en un principio en cooptar por medio de la violencia y el autoritarismo a todos aquellos criollos, indios, negros y mestizos que no poseen tierra y no han podido encajar en la sociedad colonial del momento a cambio de someterse a la voluntad y protección del hacendado conformando así lo que se conoce como las peonadas.
Los cuales con el paso tiempo acogen un sistema de status roles en el cual el hacendado o terrateniente es un modelo a seguir[2] a partir de esto la hacienda como institución genera un carácter político y cultural en la historia de Colombia; puesto que el hacendado dueño de la hacienda adquiere un poder particular que recae no solo en la posesión de grandes extensiones de tierra símbolo de su status social (el cual cree que es necesario conservar y heredar como un patrimonio familiar) sino también por la gente que está bajo su protección, la cual se encarga de rendir pleitesía y obediencia absoluta a cambio de privilegios y favores que solo él puede otorgar dando origen a lo que se conoce como paternalismo.
Este estatus sirve al hacendado para relacionase con la aristocracia de las pequeñas ciudades y crear nexos clientelares con la burocracia de los principales instituciones coloniales para obtener favores administrativos, como títulos nobiliarios y posesión de tierras, además de tener la capacidad de movilizar grandes peonadas con la apariencia de un interés común por medio de lo que se conoce como caudillismo para poder así, hacerse con los puestos burocráticos que eran exclusivos de la corona española; los mejores ejemplos, han sido la revolución de los comuneros y el proceso de independencia, en el primer caso el movimiento es traicionado por la aristocracia criolla junto con grandes terratenientes para hacerse con cargos de la corona española y aumentar la posesión de la tierra y en el segundo donde una vez expulsados los españoles de sus cargos, burócratas criollos y hacendados se hacen con el botín del estado y su respetiva administración para beneficio propio y de sus grandes familias, las cuales fueron el resultado de compadrazgos, matrimonios y lazos clientelares, permitiéndose así consolidarse poco a poco en el poder político en un proceso que duro aproximadamente de cien años a hasta la época de la regeneración en el siglo XIX; con la complicidad de la iglesia católica la cual fue muy influyente a la hora de movilizar a la población para determinados intereses políticos reduciendo las confrontaciones a términos de amigo a enemigo o creyentes y pecadores[3] en un mundo cambiante donde la mayoría de su población se negó a reconocer.
La relación entre hacendados y elites burocráticas citadinas consolidan una elite que genero grandes repercusiones en la forma de reconocer un estado y sus instituciones en la cual se ve al funcionario público como una persona que además de administrar los recursos del estado se le debe rendir cierto homenaje, al momento de exigir un derecho o la administración y el acceso a un bien público, evidenciando así la herencia española y la hidalguía en relación con la forma como el colombiano del común ve al estado y sus dirigentes en Colombia, generando así un cuadro de costumbres donde la mentalidad señorial en el transcurso de la historia no desaparece repercutiendo en aspectos psicosociales donde los funcionarios públicos (presidentes, alcaldes, gobernadores, curas) detentan un poder casi hereditario sobre el estado, un proceso de enfeudamiento donde los partidos políticos los movimientos sociales sirven para dicho fin y viven de las ganancias que genera las instituciones estatales, agregando a dicho problema la vanidad, la arrogancia y el arribismo que caracterizan a las elites del país donde en sus inicios bastaba solo ser un europeo, sin importar su descendencia para mostrarlo como objeto de ascendencia social y limpieza de sangre y encajar en lo más selecto de la elite criolla como lo describe Rafael Gutiérrez Girardot en su ensayo “violencia cultura y estratificación social en Colombia” donde las elites viven de las apariencias, nombran sus tiendas con en otro idioma (Gacharna and company) para atraer clientes selectos y realizan reuniones selectas para marcar pautas y diferenciamientos sociales con la finalidad de romper amistades y alejarse de parientes los cuales no tenían el toque característico europeo que ellos medianamente adquirían por medio con la compra de mercancías extranjeras las cuales hacían envilecer su status social.
En este sentido la consolidación de la hacienda como institución en Colombia marca el rumbo político y cultural del país, en el cual sigue existiendo una mentalidad señorial con un rasgo cultural violento y autoritario que entiende el estado como un botín que es necesario preservar a toda costa con la ayuda del componente ideológico de la iglesia católica, la cual enseño a sus gentes desde el inicio de la republica a ver el mundo bajo los principios de la fe, donde la moral y las buenas costumbres no permiten a sus gentes ver los cambios que se producen en el mundo y como estos pueden influir de manera positiva en el país; la influencia de la fe católica en la educación desde mi entendimiento repercuten de manera negativa en la población por que enseño a sus creyentes a ver a los funcionarios públicos con características paternalistas y a la oposición en términos de amigo o enemigo de acuerdo a una creencia y tener una visión de familia supremamente conservadora que primero no encaja en la actualidad y segundo ha sido la excusa para hacerse un buen nombre o con aquello se conoce como gente de bien, resaltando los supuestos buenos valores familiares como si estos fueran un valor agregado al poseer una gran extensión de tierra o un puesto en la burocracia del estado colombiano[4].
Para entender un poco mejor lo anterior, basta con remitirse a la forma intransigente como la iglesia católica hizo frente a un mundo cambiante en el cual estaba presente un proceso de industrialización y unas ideas de modernidad de la cual Colombia no hizo parte y si lo realizo fue de manera tardía e irregular debido al carácter conservador y retardatario de sus dirigentes acontecimientos que afectan en la actualidad en la manera en la que piensan la mayoría de los habitantes de este país que se asemeja a un gran feudo.
Ahora bien, la influencia española junto con iglesia católica en la población colombiana ha sido tan contundente que desde mi percepción todo tiende a convertirse en una religión ya que siguiendo Freud su función consiste en aglutinar a toda la población en un solo camino, tergiversando la realidad e intimidando la inteligencia para imponer un deliro colectivo para alcanzar la felicidad, es un refugio para salvaguardarse de las inclemencias de la naturaleza[5] y en este caso como un refugio ante la imposibilidad de crear un nuevo país donde los dirigentes y sus allegados creyendo ser poseedores de la verdad tienden a tener compartimentos señoriales en los cuales está presente el autoritarismo, la violencia, una solidaridad y hospitalidad perversas en la cual se acoge al desvalido para extraerle algo a cambio y utilizarlo para un interés individual; la historia de Colombia está plagada de ejemplos como por ejemplo la coyuntura bipartidista donde no solo conservadores seguían sus dogmas si no también el partido liberal los cuales leían sus propios postulados de manera irregular y hacían del movimiento de la ilustración y los postulados de la revolución francesa una religión o en tiempos mas contemporáneos los postulados de Marx y de Lenin que además de leerlos a partir de sus interpretes se leen desde una perspectiva pasional como cualquier creyente cuando se apasiona y lee el credo, sin detenerse a pensar que tan pertinente puede llegar a ser una teoría para su aplicación en la realidad colombiana, sin caer en el caudillismo o concepciones mesiánicas propias de un país que acostumbra a ver en sus dirigentes sea de derechas o de izquierdas como enviados de Dios donde imagen, extracción social y procedencia familiar es determinante a la hora de acceder al poder político, desde este punto de vista no sería tan inoportuno colocarle una camiseta roja, un botón de un hoz y un martillo a dirigentes que tienen una personalidad gamonalicia, paternalista para que finalmente suban al poder y atiendan las exigencias de movimientos que dicen ser alternativos y de oposición.
Por esta razón estudiar y comprender a Colombia como un país feudal implica detenerse a pensar en dos aspectos importantes; el primero de ellos es el psicosocial ya que la historia oficial poco se ha detenido a estudiar y pensar dicha problemática; en este sentido saberes como el psicoanálisis, en relación con la historia podrían otorgar interpretaciones interesantes en los cuales se tendrían en cuenta la función paterna, las funciones simbólicas y significantes en la población además de mencionar que la angustia y la representaciones culturales de un hombre pueden dar cuenta de los aspectos psicosociales de un contexto histórico; segundo aspecto, la tarea del pensar a fin de trascender la problemática de Colombia como un país feudal, aquí es necesario revisar el texto de Heidegger ¿qué quiere decir pensar? donde se encuentra un planteamiento que desde mi criterio es importante retomar y consiste en tener en cuenta aquello que no hemos pensado y que debe ser puesto en consideración ya que le ha dado la espalda al hombre en el andar de la historia.
En referencia a lo anterior desde mi opinión es poner en consideración el aspecto feudal pues es algo que ha estado ahí presente en la historia y ha impedido no solo el desarrollo cultural y económico, si no también el aspecto del pensar; por tanto, a pesar de las “transformaciones o avances” en Colombia siempre ha existido eso que Heidegger denomino “lo que está por pensar, lo que ha dado la espalda al hombre, pero ha establecido al mismo tiempo la esencia de como el hombre piensa” y existe allí algo que se ha retirado y que permanece en reserva para que pueda interesarle al hombre y lo afecte de una manera personal “ a lo que nos afecta de lo real nos gusta considerarlo como lo que constituye la realidad de lo real”.[6]
Como lo plantea Heidegger esta retirada es aparente, engañosa y cuando uno cree que se está retirando esta en dirección de “aquello que nos atrae retirándose”(Heidegger) a manera de ejemplo el colombiano del común demuestra angustia frente aquello que pasa en el diario vivir de la justicia, la política y la economía cuando existe algo allí “inexplicable” y sin embargo sucede, existe aquí un señalamiento de algo que se aleja “nosotros solo somos nosotros mismos y solo somos los que somos señalando lo que se retira. Este señalar es nuestra esencia. somos mostrando lo que se retira”[7].
El señalar aquí recae en algo que se muestra y al mismo tiempo nos representa, el hombre es un signo diría Heidegger ¿es posible que aquello que es señalado en este escrito y en apariencia es dado por obvio -“se retira”- en relación con la historia de Colombia y su cultura política sea la esencia de lo que somos?; otorgarle una interpretación este signo repercutiría en un acontecimiento trágico para aquel que no reconoce los significados y significantes de su propia historia donde se invitaría al colombiano con todos sus matices a reconocerse a sí mismo y aceptar su signo para poder trascender y en lo posible crear algo nuevo alejado de lo que a mi parecer es el modelo cultural de la hacienda un modelo que si bien ha sido estudiado a partir de diferentes ámbitos a un existe allí algo que ha sido relegado u olvidado (dado la espalda) por el carácter científico de las ciencias.
“El pensamiento seria aquello por medio de lo cual, y solo por medio de lo cual, se les regalaría a los mortales el dolor y se le daría una interpretación al signo que los mortales son”[8] de esta manera se hace importante el estudio de un saber psicoanalítico que dé cuenta de las problemáticas psicosociales, puesto que referirse aquí a un signo equivale hacer mención de las implicaciones del significados y significantes propios de un lenguaje que es elaborado por una historia que antecede a un sujeto por tanto también podría hablarse de un inconsciente que lo determina.
Frente a esta problemática donde se da por obvia la problemática de lo que ya se ha pensado estaría como propuesta la “educación”; sin embargo, es una tarea difícil debido a factores como las condiciones laborales, el hacinamiento, la poca estabilidad laboral y los padres de familia que se asumen como clientes y que conciben las instituciones educativas como guarderías donde se debería asumir la responsabilidad que ellos como padres no son capaces de asumir, haciendo de la labor docente una profesión de atención al cliente donde los estudiantes poseen una mediocre formación en casa, sin referentes y no tienen idea de la importancia de educarse y adquirir conocimiento o formación como personas o en el peor de los casos traen consigo de manera automática y sin percatarse de ello la mentalidad feudal e inquisitorial donde se identifican enemigos, se calla al que piensa distinto y se cae en el error en algunas ocasiones de señalar al docente de ateo, comunista y guerrillero donde la aplicación de la educación del siglo XXI quedaría en entredicho al estar en contacto con algunas mentalidades del siglo XIX ya sea en la institución educativa con estudiantes, maestros y padres de familia.
A pesar de las dificultades que se presentan en el campo educativo es importante direccionar al estudiante en el uso de la razón, el cual se puede lograr instruyéndolo por medio de la percepción invitándolo a pensar por sí mismo ya que es un rasgo fundamental del pensar para que pueda transcender su “posición feudal y la mentalidad medieval” de su contexto. Direccionar al estudiante para que se dé cuenta de esta problemática, la evidencie, se adelante a su tiempo y asumirla como un presente que es necesario transcender procedimiento que no solo hace parte del estudiantado sino de la población en su conjunto para que se represente como algo nuevo en términos del psicoanálisis la elaboración de un sujeto.
El mejor comienzo para esto de manera básica y simple se puede encontrar en el texto de “Kant respuesta a pregunta ¿qué es la ilustración?” un texto que nos invita a pensar por sí mismos para dejar de ser menores de edad hecho que es aplicable al caso colombiano para renunciar a ese infantilismo al cual nos ha condenado la religión católica y los “señores feudales” y que ha permeado tanto partidos políticos como movimientos sociales de toda índole desde el pasado hasta la actualidad por tanto hacer parte de un movimiento de oposición no es garantía del pensar como se ha planteado anteriormente.
Bibliografía
Heidegger, Martin. (1994). ¿qué quiere decir pensar? conferencias y artículos. Ed. ediciones serbal. Barcelona, 1994.
Gutiérrez Girardot, R. (2000). Estratificación social, cultura y violencia en Colombia. Revista de Estudios Sociales, (7)
Guillen Martínez, f. (1979). El poder político en Colombia. Editorial alianza.
[1] Guillen Martínez, Fernando. El poder político en Colombia. Editorial. Alianza. 1979
[2] Es importante aclarar que el funcionario español encargado de las instituciones coloniales se caracterizaba por tener una personalidad basada en la hidalguía, la cual buscaba su dominio y su posición social por medio de la buena imagen y la posesión de objetos que le dejaban sus victorias en batalla, en especial con el medio oriente; el autoritarismo y la violencia propios de su posición militar fueron su principal medio de comunicarse con el indígena a su llegada a américa, imponiendo con el paso del tiempo su propia personalidad la que ocasiona que sea un modelo a seguir durante la colonia y la conformación del estado colombiano, estos personajes serán conocidos en la historia de Colombia como caudillos militares como fruto de una herencia cultural que nos ha dejado el colonialismo español.
[3] Las guerras civiles a manera de resumen fueron un producto de luchas entre poderes locales y grandes terratenientes que no permitieron la consolidación de un modelo político y económico para beneficio del país.
[4] No es una casualidad que antiguamente en la cosmovisión de la familia colombiana siempre este presente el abogado, el militar y un cura como garantes de un estatus social y un buen nombre de la familia
[5] Freud, Sigmund. Malestar en la cultura. pág. 25.Ed. Biblioteca Libre omegalfa
[6] Martin Heidegger. ¿qué quiere decir pensar? Traducción de Eustaquio Barjau. En Heidegger, M. conferencias y artículos. ediciones del serbal. Barcelona, 1994
[7] ibíd. pág. 5
[8] ibíd. pág. 7
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