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A construir colegios nuevos, pero también a arreglar los que se están cayendo
No podemos darle una menor preponderancia a las condiciones físicas que favorecen o entorpecen la construcción de conocimientos de los que hoy asisten a la escuela.
Ilusiona mucho la construcción de las miles de aulas para consolidar el proyecto de la jornada única; todos estamos de acuerdo en que cerrar la brecha que ha abierto la desigualdad en materia educativa es una urgencia del país, y desde luego muchos estamos de acuerdo, no solo con que sea igual el número de horas clases entre los niños de los colegios públicos y los privados, sino en que todos merecen tener los mejores espacios de aprendizajes con bibliotecas, comedores escolares, laboratorios, y salas de computo modernas y bien dotadas.
Pero ilusiona más imaginar que a esta gran apuesta por construir infraestructura educativa del país, la acompaña otra; la mejoría de todos aquellos centros educativos que están a punto de caerse, y en los cuales la vida de muchos niños y maestros está en riesgo todos los días. La toma de un colegio por un grupo de estudiantes en Bogotá y las denuncias que a diario circulan en radio, televisión, internet; sobre las condiciones precarias en las que reciben clases cientos de niños y jóvenes en todas las regiones del país, evidencian la urgencia, no solo de construir salones nuevos para la jornada única, sino también la imperiosa necesidad de mejorar la planta física de una gran cantidad de establecimientos educativos de preescolar, primaria y secundaria.
Un recorrido por las regiones y las imágenes que día a día nos llegan por diferentes medios, pueden sorprender a un extranjero, y producen indignación en aquellos que como yo, creemos que la educación es un motor de transformación social: pisos de barro o arena, salones de clase sin paredes y con techos de plástico, baños a la intemperie, aulas y bibliotecas inundadas ante el más pequeño aguacero; son el pan de cada día en la muy precaria y atrasada infraestructura educativa colombiana.
Si bien estamos de acuerdo en que la pedagogía y la didáctica son un eje central del aprendizaje, también lo es, la creación de ambientes de aprendizajes dignos para todos los niños y jóvenes del país. No podemos darle una menor preponderancia a las condiciones físicas que favorecen o entorpecen la construcción de conocimientos de los que hoy asisten a la escuela.
No es coherente que un país, que aspira a ingresar al selecto grupo de aquellos que diseñan e implantan las mejores políticas públicas para el bienestar de su población; tenga niños comiendo y recibiendo clases en el suelo, colegios inundados, estudiantes y profesores huyéndole a las goteras por los múltiples rotos que tiene el techo; colegios donde un niño debe ir con un compañero al baño para que le sostenga la puerta porque está caída o porque simplemente no hay; o niños y jóvenes en peligro de que un muro o una pared les quite la vida mientras están en clase.
Con la misma decisión con que se van a construir los salones para la jornada única, se deben mejorar las condiciones de los establecimientos que están a punto de caerse, aunque, precisamente por ciertas condiciones, no apliquen para ser parte de dicha jornada.
Estoy segura de que muchos maestros y alumnos están listos y dispuestos a poner su grano de arena para apoyar, y que los padres de familia están listos para trabajar decididamente en la mejora de las escuelas de sus comunidades. No podemos perder de vista cuántos establecimientos educativos se han construido a punta de venta de empanadas, tamales, bingos y bazares en todas las regiones.
Es hora de que los recursos y la buena disposición que tienen las comunidades, y los recursos económicos del estado que tanto les gustan a los corruptos; sean puestos a disposición para mejorar las condiciones físicas de las instituciones educativas del país. Es hora de que seamos coherentes y que demostremos con hechos, y no con palabras, que la educación está en el primer lugar de las prioridades del estado colombiano.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.- 223 lecturas