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La meta: consolidar procesos organizativos a partir de la generación de espacios para el reconocimiento mutuo y el establecimiento de lazos sociales.
El principal objetivo es aportar al reconocimiento académico, institucional y general de la práctica de agricultura urbana de los municipios de Armenia y Calarcá del departamento del Quindío en tanto que este departamento exalta la identidad que configura al Paisaje Cultural Cafetero, implicación que repercute en saberes y narrativas que constituyen este patrimonio de la humanidad.
Así mismo, para que el reconocimiento sea posible, se deben tener en cuenta las particularidades con las que se desarrolla la agricultura urbana en cada uno de los municipios del departamento del Quindío antes mencionados, partiendo de las problemáticas que le afectan y los significados que encierra; también se pretende presentar los principales aportes del equipo de práctica académica de trabajo social de la Universidad del Quindío a la creación y fortalecimiento de los lazos sociales entre los agricultores urbanos.
Introducción
El conflicto armado colombiano tiene alicientes de fondo, como son el problema de la legislación y distribución agraria; el campo colombiano refleja a uno de los países más desiguales del mundo, y, entre los actores enfrentados hay modelos de desarrollo rural contrapuestos, en lo que la economía del departamento del Quindío se caracteriza por un proceso de colonización, particularmente desde las regiones de Antioquia y Cauca, que consolidaron un modelo de desarrollo rural basado en la economía campesina de los colonos, en la que el café ocupa un lugar significativo.
Configurando así un paisaje particular en la región y junto a él todo un entramado cultural, el cual sería reconocido como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO en el año 2011 y denominado como Paisaje Cultural Cafetero Colombiano (PCCC).
Quindío no ha sido ajeno a los fenómenos de desplazamiento del campo a la ciudad, implican el cambio de la economía familiar, sino también el cambio cultural. Sin embargo, estas familias intentan trasladar el legado cultural que configuraron en el campo a través de actividades como la Agricultura Urbana.
La Agricultura Urbana (AU) se puede definir como la recreación del paisaje propio de lo rural en zonas urbanas, a través de huertas en lotes baldíos, solares, patios, antejardines y balcones, caracterizada por la producción orgánica y sustentable de alimentos, destinados generalmente al autoconsumo y al intercambio con vecinos; práctica que implica un intento de construcción del territorio a través de las relaciones particulares que se establecen con la naturaleza y con otros agricultores. La identidad se configura entorno al PCCC, de modo en que se relaciona con la recuperación de saberes y narrativas que constituyen este patrimonio de la humanidad.
No obstante, la AU es un fenómeno poco reconocido por la ciudadanía y las instituciones públicas. Esto se debe a que, por un lado, el Estado ha dado poca importancia a formas de producción alternativas entre ellas se encuentra AU, ya que opera con lógicas diferentes a la producción en masa del modelo económico vigente, las cuales favorecen al gran capital en detrimento de los pequeños productores y de la producción limpia.
Por otra parte, la falta de organización de los agricultores hace que sus narrativas y prácticas sean poco visibilizadas, sin que sea reconocida la importancia que tienen en la reconstrucción del territorio.
Resultados
Desde la Práctica Comunitaria del programa de Trabajo Social de la Universidad del Quindío, adscrita al Centro de Estudios e Investigaciones Regionales (CEIR), se adelantó un proceso de acompañamiento a algunas experiencias de AU en los municipios de Armenia y Calarcá con el propósito de consolidar procesos organizativos a partir de la generación de espacios para el reconocimiento mutuo y el establecimiento de lazos sociales.
En dichos municipios del departamento del Quindío, se identificaron diecisiete agricultores urbanos, que ven en su práctica AU la posibilidad de conservación de tradiciones, saberes y formas de producción orgánicas, la recreación del paisaje rural en zonas urbanas, la relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza y, finalmente, la construcción de identidades en el territorio.
Sin embargo, la realidad es otra, a diario se enfrentan a distintas situaciones que hacen que la agricultura urbana como una forma de producción tradicional y sustentable sea poco reconocida y tienda a desaparecer y tras distintas razones, se tiene que las más importantes versan sobre la desmotivación de las personas para continuar con sus cultivos, el poco tiempo disponible para la agricultura, el difícil acceso a las semillas nativas y criollas, el poco apoyo institucional, además el acceso a la tierra es aún más limitado que en el campo, la inseguridad en las zonas de los cultivos y, los conflictos sobre los terrenos y sus usos entre vecinos y con instituciones ya que cada uno desea utilizarlos para beneficio propio.
Los últimos tres numerales se deben, en cierta parte, a que la vida de ciudad, en la que las acciones se dan con relación a fines, individualizada y con elementos de cohesión más frágiles con respecto a la vida en el espacio rural, hace que los cultivos sean cercados y los terrenos personalizados, como si perteneciesen a quien cultiva, pero en la mayoría de los casos representados en más del 70% son de dominio del municipio, bajo este panorama las relaciones propias del campo se intentan reproducir, sobre todo con otros agricultores urbanos, campesinos y personas comprometidas con la seguridad alimentaria, a través de la práctica de la AU; suele imperarse el actuar en sociedad, desde el cual se da más importancia a las relaciones sociales singadas por el cálculo racional representado en la rentabilidad cuando las relaciones son establecidas con personas y grupos ajenos al significado y materialización de la AU.
El reconocimiento de las AU pero su poco uso o practicada están asociados a otros factores, como la pérdida de saberes, lo que implica que se pierdan también valores identitarios, provenientes de estilos de vida campesinos, que se construyen en el marco del PCCC; y la falta de ocupación, ya que es una manera de invertir el tiempo en algo útil y provechoso.
En general, la iniciativa de la AU es propia, no directamente influida. Los significados que adquiere esta práctica para las personas son distintos, aunque no totalmente disimiles, en tanto que circundan la vida, la relación con la naturaleza, la recuperación simbólica del espacio y la economía local como alternativa al modelo de desarrollo; de este modo, la AU encierra un significado de vida, de recuperación del paisaje rural, de cierta conciencia sobre lo peligroso y nocivo de los procesos llevados a cabo para producir alimentos en masa. Implica una actitud de vida, presentándose alterna a la que prevalece en ciudad, con lo que no solo es cuestión de subsistencia, aunque sea lo más emergente, sino que implica otras dimensiones humanas como el trabajo, la memoria histórica, la cooperación, el afiliarse y compartir, la interacción en comunidades y en familias.
Seguramente el interés aquí no esté en el desarrollo sostenible de la actividad de la AU, sino en la posibilidad efectiva de construir territorio, con bases fuertes de arraigo. La construcción de una red social alrededor de la AU puede aportar al fortalecimiento de la cohesión y de la identidad cultural, al igual que contribuir a las relaciones cara a cara de modo significativo.
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