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Creer y no creer en enseñar ética

Guste o no, la ética debería empezar a ser  una protagonista constante de las decisiones que se toman a diario y en un pilar de formación para nuestros estudiantes.

Agosto 15, 2015

Encontrar resistencia en algunos estudiantes frente al curso de ética es previsible y manejable, lo que realmente me sorprende y me confronta es la resistencia que encuentro entre algunos colegas.

Hay profesores que no creen en la enseñanza y por otra hay quienes no creen en la enseñanza de la ética

Lo importante es que todos ellos y las personas que están al margen del sistema educativo incluyan la ética en los escenarios donde participan y la tengan en cuenta al tomar decisiones.

Al inicio del semestre hago varios acuerdos con los estudiantes y les digo que conozco, en parte, su situación pues sé que están en el curso de ética porque deben cumplir con asignaturas de humanidades, porque necesitaban completar una electiva, porque debían cuadrar el horario, etc. Pero, además, reconozco públicamente que mi situación es diferente pues creo firmemente que la ética es indispensable en la educación. Sin embargo, el hecho de que a mí me guste, no implica que la ética sea importante para para otras personas; de ser así, todo sería más fácil y menos entretenido.

Encontrar resistencia en algunos estudiantes frente al curso de ética es previsible y manejable, lo que realmente me sorprende y me confronta es la resistencia que encuentro entre algunos colegas. Puedo caracterizar a estos colegas de varias maneras, por una parte hay profesores que no creen en la enseñanza y por otra hay quienes no creen en la enseñanza de la ética. Los primeros, por lo general, creen en sí mismos y parecen concebir el rol del profesor como una oportunidad de exhibir un perfil de erudición que hace sentir a los estudiantes muy lejos de esa posición. Considero loable que las personas crean en sí mismas y que esa confianza haga parte de su labor docente, pero me inquieto cuando la autoconfianza va en detrimento de la confianza que se le puede dar a los estudiantes; una confianza que ellos merecen, que están buscando personalmente y que los puede beneficiar en su rol de aprendices. Al respecto creo que el exceso de confianza del profesor en sí mismo desplaza, no solo la confianza en los estudiantes, sino en la educación. Como consecuencia, las clases se convierten en una actividad tensa para todos en la que el único fin compartido es la calificación y, en últimas, resulta de muy poco provecho para ambas partes.

El hecho de que a mí me guste, no implica que la ética sea importante para para otras personas

El segundo tipo de profesores, los que no creen en la enseñanza de la ética, por lo general creen en la enseñanza y consideran centrales los contenidos específicos de un área del conocimiento. En este grupo se encuentran unas personas que se sienten incómodas frente a las reflexiones éticas sobre un tema y otras que se resisten a dedicar parte de su tiempo a la ética porque consideran que eso no le corresponde al sistema educativo (jardín, colegio, universidad). Como consecuencia, la enseñanza se centra en un área del conocimiento que, en el mejor de los casos, se cruza con otras áreas y alcanza la interdisciplinariedad, pero refuerza la idea de que la ética es una materia aparte.

Finalmente, los que creemos en la enseñanza de la ética también comentemos errores. El primero de ellos es considerar que somos una autoridad en la materia y que, en algunas circunstancias, somos ejemplares. Probablemente nuestra habilidad para formular juicios está un poco más entrenada que la de otros colegas o construimos argumentos más completos alrededor de las opiniones que damos, pero eso no nos hace moralmente intachables. Por otra parte, también caemos en la excesiva confianza y hay quienes fácilmente convierten sus clases en un curso de cantaleta, urbanidad o etiqueta y, obviamente, están convencidos de que la ética en esos términos es lo único importante.

Lo importante no es la ética por sí misma. Aunque algunos seamos fanáticos de la tradición filosófica de occidente que nos dejó preguntas muy interesantes, no es indispensable que nuestros estudiantes y colegas se interesen por la ética de la misma manera. Lo importante es que todos ellos y las personas que están al margen del sistema educativo incluyan la ética en los escenarios donde participan y la tengan en cuenta al tomar decisiones. Es importante que cada persona haga una revisión de las razones que tiene para formar una opinión respecto a un tema social y, de la misma manera, que examine las motivaciones no económicas, ni instrumentales que se presentan al tomar una decisión difícil.

Así que el profesor de ética no puede enseñar la bondad, sino promover reflexiones y acompañar a los estudiantes para entender juntos que las acciones y decisiones dejan una huella y una estela que da cuenta de unas convicciones o principios. Si bien, muchas personas dudan de la posibilidad de enseñar estos principios en la escuela, lo que si se puede enseñar es que tenemos unas capacidades de reflexión y la habilidad para usar un criterio ético como actores sociales, estudiantes, profesionales, trabajadores, ciudadanos.

De manera que, mi creencia en la enseñanza de la ética es menos dogmática y emotiva de lo que puede parecer. Está ligada a reconocer que la ética no es una materia, sino una dimensión de la humanidad. Revelamos que la ética es un asunto aparte cuando, por ejemplo, afirmamos "eso no se va a hablar aquí", pero a la vez nos preocupa lo que pasa a nuestro alrededor en términos éticos. Ante esta situación me parece que el sistema educativo todavía se atreve a hablar de eso y, si esos espacios son los que les dan a los estudiantes la oportunidad de reflexionar sobre sus decisiones, acciones e implicaciones son espacios muy valiosos. Podríamos, entonces, ponernos de acuerdo en que estas reflexiones pueden hacer parte de otras materias que, tal vez, son más opcionales (electivas) que la ética.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Profesora de cátedra de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario.
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Henry Alberto Berrio Zapata
Gran Maestro Premio Compartir 2007
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