Usted está aquí

Cultura educativa de participación

Este texto se coniverte en una reflexión sobre educación y cultura de participación.
 

Mayo 15, 2021

Entramos en la tercera década de siglo XXI y todavía encontramos que muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), planteados para cumplirse en el año 2030, si bien han tenido una considerable evolución, se encuentran en niveles precarios, viendo difícil su cumplimiento en la década que nos queda.

Respecto al ODS 4 –Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, promoviendo oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos–, son importantes los avances que los países con mayores retos han tenido en cubrimiento e inclusión. Sin embargo, las medidas de aislamiento preventivo del COVID-19 han afectado considerablemente los sistemas educativos sobre todo los públicos, donde algunos de estos han retrocedido años.

Aunque preocupante la situación actual, frente al ODS 4, quiero dedicar esta reflexión al “cómo” se están desarrollando las acciones para lograrlo y no en “qué” se planteó, es decir, el objetivo plantea que se quiere llegar a tener una educación formativa, inclusiva y para toda la vida, pero ¿cómo lo estamos tratando de lograr?, ¿replicando el modelo educativo tradicional (prusiano), basado en el control y la obediencia?

Me gustaría tratar de simplificar este punto que considero muy importante para continuar con la discusión:

1. ¿Qué es lo que queremos lograr?

El ODS 4 busca una educación inclusiva (donde todos tienen acceso), equitativa (donde todos los que reciben educación puedan desarrollar sus potenciales individuales al máximo), de calidad (que exceda cada vez más los resultados obtenidos en el pasado) y para toda la vida (que los conocimientos permanezcan con el individuo y que éste continúe aprendiendo hasta el fin de sus días).

2. ¿Cómo estamos afrontando el reto?

Continuamos replicando el modelo educativo tradicional movido por el castigo y la recompensa (condicionamiento operante de Skinner), buscando que todos los integrantes del grupo sean obedientes, “se porten bien”, aprendan lo que se les enseña y ejecuten órdenes sin cuestionarlas; este modelo fue diseñado a mediados del siglo XVIII para organizar y adoctrinar el ejército Prusiano, teniendo tanto éxito que posteriormente fue adaptado para educación primaria, de donde escaló a todo el sistema educativo. Pero las distintas realidades sociales, económicas, políticas y culturales, evidencian que este modelo no responde a las necesidades educativas actuales.

Como dije anteriormente, hemos avanzado en cubrimiento, pero estamos tratando de conseguir lo que describo en el punto 1, solo replicando el punto 2, es decir, buscamos resultados diferentes haciendo lo mismo que venimos haciendo desde hace más de 200 años, con más intensidad y algunos cambios cosméticos, pero lo mismo; no hemos evolucionado para responder a las demandas de hoy, necesitamos una educación CONTEXTUALIZADA a las dinámicas sociales.

Hay muchos factores que impiden ver el problema desde un ángulo distinto, pero para mí el problema más grande y por el cual debemos comenzar es nuestra apatía frente a la educación.

Como sociedad somos hijos del sistema educativo y desde nuestra vanidad, como somos exitosos (educados), creemos que el sistema está bien y no necesita modificaciones. Como padres o familiares, queremos que nuestros hijos, sobrinos, nietos, hermanos, aprendan todo lo que puedan –ojalá más que nosotros–, que realicen todo el ciclo académico en las instituciones más prestigiosas y logren el éxito; pero como ciudadanos, vemos las estadísticas fría e injustamente, si los resultados son buenos, todo está bien, si los resultados son bajos, el sistema no sirve, si los resultados son excelentes, la victoria es de todos; comportamiento similar a lo que sucede con los fanáticos del equipo nacional de fútbol de cualquier país latinoamericano.

Es por esto que creo que necesitamos involucrarnos y participar activamente en los procesos educativos que se adelantan en nuestra sociedad, para entender el sistema y poder proponer cambios pertinentes, a la luz de las necesidades de los nuevos conocimientos que la realidad social y cultural demande.

Un camino que podemos tomar para iniciar el cambio, es hacer un viraje a nuestro Contrato Social con relación a la educación, donde acordemos que su propósito es la formación integral y funcional del ser humano, propósito al cual debemos contribuir todos, donde la responsabilidad no recae únicamente sobre aprendiz sino sobre la sociedad como un todo, pues, para exigirle a un individuo que sea el responsable de contribuir activamente a la construcción, mejoramiento, re-construcción y sostenibilidad de la sociedad y del medio ambiente, es necesario que como colectivo nos aseguremos de brindar las mejores herramientas para que lo logre y que además las sepa usar.

Entendiendo que los seres humanos no solo debemos educarnos (llenarnos de conocimientos), sino formarnos (evolucionar y ser mejores cada día), es importante insistir en el compromiso de la sociedad en su dimensión total. Es verdad que la educación tradicional o académica debe repensarse estructuralmente, para antes de esto, tenemos que entender que su papel es solo una fase dentro del desarrollo integral del ser humano y no podemos seguir delegándole la completa responsabilidad formativa de la sociedad, al sistema educativo a quien injustamente se le ha demandado como si fuese su obligación.

Este nuevo contrato social, que debemos establecer como una Cultura Educativa de Participación, debe ser un elemento transversal para la vida del individuo y la sociedad misma, donde ésta trabaje junto a la Academia de forma coordinada, diseñando un sistema educativo que responda a las necesidades de la sociedad, mientras entre ambas, se regulan, retroalimentan y se proyectan para aportar al desarrollo integral de la comunidad.

El sistema educativo global, hasta el día de hoy ha privilegiado el SABER, dando importancia casi que exclusiva a la acumulación de conocimientos sin tener en cuenta su pertinencia o usabilidad (UNICEF, s.f.); este, es uno de los aspectos de mayor importancia a modificar, puesto que un conocimiento pertinente, permitirá tanto al individuo como a su entorno poder entender mejor las situaciones, aprovechas las oportunidades, evitar conflictos innecesarios y sobre todo, crecer y desarrollarse utilizando su potencial real (Morin, 1999).

El concebir a la educación académica como una importantísima fase del proceso formativo del individuo, nos permitirá entender más fácilmente que el ser humano está en constante aprendizaje durante toda su vida y este proceso solo acaba con la muerte. Es por esto que, si como sociedad logramos incorporar/institucionalizar/normalizar procesos democratizados y permanentes de aprendizaje, sin importar la edad, podremos lograr una evolución y crecimiento constante de la sociedad, dinamizado por todos los esfuerzos individuales y colectivos de lograr SABER y SABER HACER dentro de un marco de valores comunes, practicando así lo que se conoce como Educación para la Vida, o definido de mejor forma (Ospina, 2018) como la Formación para vivir.

Pero el reto no es tan sencillo como dar unas puntadas y corregir, o acabar con el sistema y reemplazarlo por otro. En su momento Paulo Freire, nos llamó la atención en que no podemos desconocer las bondades del proceso de educación académica actual, el cual nos ha formado con suficientes capacidades críticas para plantear estas necesidades de cambio. La tarea es evolucionar desde adentro, desde lo aprendido, de las capacidades reales y potenciales de todos, incluyendo, como dije anteriormente, la participación de toda la sociedad y no dejarlo todo en manos de “los que saben de educación”.

Un ejercicio pedagógico que podemos tomar como base para iniciar el cambio, es la larga y dolorosa experiencia que la ONIC (Organización Nacional Indígena Colombiana) tuvo para finalmente poder tener el SEIP (Sistema Educativo Indígena Propio). Este “modelo” podría fácilmente replicarse para tener la representación y participación de toda la sociedad, permitiendo así ir estableciendo una cultural de participación en torno a la educación, pues su desarrollo, contó con la mesa nacional de concertación sobre la situación educativa de los pueblos indígenas y la política que de ella se deriva, que sirvió como pilar fundamental para la construcción del sistema.

Para dar inicio a la creación de la Cultura Educativa de Participación que propongo, creo que debemos trabajar en dos frentes de manera simultánea:

1. La re-contextualización del sistema educativo

Esta re-contextualización debe partir del sistema educativo actual, buscando poner el foco en la pertinencia y aplicabilidad del conocimiento. Para esto, considero que se necesita inicialmente (pero no limitarse a) la atención a tres importantes factores: a. el contenido curricular, b. el proceso de evaluación y c. el uso social del conocimiento.

a. El contenido curricular dicta el qué y el cuándo de los contenidos y evaluaciones que deben recorrer profesores y alumnos a lo largo del proceso de enseñanza-aprendizaje. Estos contenidos, a pesar de haber evolucionado (con actualizaciones y/o nuevas políticas públicas), no es un secreto que no responden del todo a las necesidades que la población estudiantil y la sociedad necesita para desarrollar las capacidades para aprender a vivir. Idealmente, los contenidos deben responder a las demandas del contexto (realidad actualizada de sitio y momento) y ser aplicados de manera casi inmediata, de tal forma que el individuo pueda relacionar las formas de hacer las cosas con los resultados de la acción, construyendo así su propio conocimiento. Deben ser contextualizados, ejemplo, todo ciudadano debe pagar impuestos y tiene derecho a beneficios por estos pagos, pero este tipo de conocimientos no se encuentra ningún currículo. Además, los contenidos también deben despertar la curiosidad, ser pertinentes para la vida del individuo y presentar retos importantes que obliguen al estudiante a desarrollar procesos creativos para la resolución de problemas (Sternberg & Lubart, 1997).

b. Proceso de evaluación. Si bien es importante medir para saber el ritmo y niveles de desarrollo de los estudiantes, el proceso de evaluación, hoy día, se limita a verificar de manera estándar si el individuo posee o no conocimientos específicos, sin importar su usabilidad. Esta forma de concebir la evaluación entra en contradicción con la propia concepción que se tiene de educación, en los sistemas públicos, donde se manifiesta abiertamente que se busca el desarrollo individual y el pensamiento crítico, pero la expectativa de resultados se estandariza. De igual forma, la ponderación de las capacidades memorísticas y de análisis matemático por encima de capacidades importantes para la vida cotidiana como la resolución de problemas, pensamiento crítico, creatividad, entre otras, da como resultado potencial individuos autómatas con poca capacidad social y baja empatía (Sternberg & Lubart, 1997). Podemos estar premiando personas que responden adecuadamente lo aprendido de memoria, pero con poca o nula capacidad de análisis, por ejemplo.

c.  Uso social del conocimiento. No basta con modificar el contenido y metodología de lo enseñado y ponderar habilidades importantes y pertinentes para el contexto, si no nos aseguramos que los individuos saben utilizar/aplicar/resignificar el conocimiento adquirido. El conocimiento como materia prima para la ejecución de actividades especializadas (manuales y/o intelectuales) es el punto de partida para cualquier acción (Silva & Martín, 2019), pero para el desarrollo, es necesario el nuevo conocimiento, el cual se desarrolla a medida que es aplicado, revisado y resignificado, en otras palabras, si al conocimiento no se le da uso, este se estancará y pasará de ser conocimiento, a ser mera información procedimental almacenada en la memoria.

Los tres puntos anteriores, permiten evidenciar que, además de la necesidad del rediseño del sistema educativo global, es necesario convertir el proceso académico que éste atiende, en parte fundamental, pero no única, del proceso formativo de las personas en nuestra sociedad, sin importar su edad o último nivel académico alcanzado.

2. La apertura del sistema educativo a su participación en la sociedad.

La articulación de la educación con los distintos momentos evolutivos del individuo en la sociedad, permitirá al sistema educativo actualizarse constante tanto en sus contenidos como en metodologías pedagógicas, manteniendo pertinencia y contextualización de lo que se enseña, cómo se enseña y de qué manera se puede aplicar/utilizar el nuevo conocimiento en la vida cotidiana.

Pero esta articulación no es tarea fácil, pues para esto es necesario tanto la disposición al cambio del sistema educativo, como la disposición de la sociedad a abrir espacios y participar directamente en el sistema educativo. Una queja constante del personal docente en diferentes instituciones (públicas y privadas), es que existe una tendencia por parte de muchos padres a entender a las instituciones educativas como responsables de la formación del individuo, lavándose las manos con relación al proceso formativo familiar que, a mi juicio, es la base para que se pueda dar el proceso educativo académico.

Sumado a lo anterior, también las personas que no tienen hijos o familiares en el sistema educativo, deben participar y opinar de manera activa sobre las necesidades y la pertinencia de cómo se estructuran contenidos y metodologías pedagógicas, puesto que si planteamos una Educación para la Vida, donde culturalmente entenderíamos el sistema como “de libre acceso para toda la ciudadanía”, estaríamos evidenciando la posibilidad que todos tendríamos de no terminar nuestra formación con un “Cartón” al final de una carrera, sino con la opción de ampliar los conocimientos de manera permanente hasta el fin de nuestros días y, obviamente, teniendo esta posibilidad, es necesario que todos participemos para que estos hipotéticos procesos, respondan a nuestras necesidades como individuos y como sociedad.

Ya estamos 20 años atrasados en esta meta y, es casi un hecho que para el 2030 el ODS 4 no va a poder cumplirse, sin embargo, es necesario que no nos rindamos y que tomemos consciencia de la importancia del desarrollo de habilidades para vivir, equiparables y en algunos casos más importantes que las capacidades técnicas necesarias para ciertas disciplinas.

Por último, quiero aclarar que no promuevo el restar importancia al desarrollo de capacidades cognitivas básicas como la memoria o el pensamiento matemático; lo que planteo es, junto con el desarrollo de las anteriores, articular las habilidades sociales y aplicar todas las capacidades aprendidas y desarrolladas en situaciones reales, validando así su pertinencia para el individuo y la sociedad.

Referencias

    •    Corrales, M. E. (2005). Los pensamientos del indio que se educó dentro de las selvas colombianas. Revista Colombiana de Educación, 204-213.
    •    García, R., & Candela, M. I. (2010). La educación para la vida: el reto de aprender a ser y vivir juntos en la educación secundaria. EDETANIA, 41-56.
    •    Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Paris: UNESCO.
    •    Ospina, D. (2018). ¿Educar para la vida? o ¿Formar para vivir? Pereira, Risaralda, Colombia: Universidad Católica de Pereira.
    •    Pellegrino, J. W., & Hilton, M. L. (2012). Education for life and work: developing transferable knowledge and skills in the 21st century. Washington DC: The National Academies Press.
    •    Silva, L. M., & Martín, J. A. (2019). La gestión social del conocimiento: teorías prácticas y aprendizajes. Barranquilla: Fundación Promigas.
    •    Sternberg, R. J., & Lubart, T. I. (1997). La creatividad en una cultura conformista, un desafío a las masas. Barceloba: Paidós.
    •    Torroella González-Mora, G. (2001). Educación para la vida: el gran reto. Revista latinoamericana de Psicología, 73-84.
    •    UN. (2019). Objetivos de desarrollo sostenible. Obtenido de United Nations Web site: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/education/
    •    UNICEF. (s.f.). Unicef para cada niño. Obtenido de Educación Práctica para la Vida: https://www.unicef.org/spanish/education/index_focus_lifeskills.html
    •    Walters, D. (2016). ¿Qué es la educación para la vida? Nevada City, California, Estados Unidos de América: Education for Life.

 


Imagen Danny Nee on Unsplash

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
Boletín de noticias
Registre su correo electrónico para recibir nuestras noticias.
Escrito por
Gestión del Conocimiento en Fundación Promigas.
No hay votos aun
Estadísticas: .
Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.