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Dimensión biocéntrica del desarrollo para una educación integral
Planteamiento de dimensión biocéntrica del desarrollo en respuesta al actual modelo antropocéntrico.
Este artículo se nutre de diversas visiones que se han comprendido acerca del desarrollo y postdesarrollo, así como de sus alternativas, las cuales nos permiten avanzar con el planteamiento de dimensión biocéntrica del desarrollo en respuesta al actual modelo antropocéntrico, basándonos en el principio femenino de Vandana Shiva que guarda una inescindible interdependencia e interconexión entre la naturaleza, la mujer y el hombre.
Y pretendemos contrastar por un lado con la idea de biocentrismo que le concede morada a la moral desde la mirada del ser humano, y por otra parte analizar algunas de las consideraciones que se han hecho para trascender el imperativo categórico kantiano hacia una relación con la naturaleza pero aun con visión antropocéntrica.
Seguidos estos análisis, que se relacionan con el actual modelo de desarrollo reflejado en la educación, nos servimos del pensamiento de Krishnamurti haciendo énfasis en la educación como filosofía de vida para aprender, y la dimensión biocéntrica del desarrollo para una educación integral fundamentada en la auto observación y para los tiempos que vivimos en la comunidad de la vida, destacando la responsabilidad que tenemos como profesores y el reto que tienen los centros educativos, en especial las universidades.
Estamos atravesando por una fina línea que nos separa del abismo de la supervivencia o la destrucción de la vida en la tierra. Nuestra relación con la naturaleza, a quien hemos visto como instrumento para nuestros fines egoístas de crecimiento económico de los Estados y supuestamente para alcanzar el desarrollo, empieza a manifestar y compensar los desequilibrios que hemos decidido emprender equivocadamente, todo ello por la ambición, la competencia y el olvido de quienes realmente somos
En razón a ello, vale la pena detenerse a reflexionar acerca de estas preguntas, ¿El desarrollo sólo incluye a los humanos? ¿Acaso nuestro devenir obedece a una superioridad sobre el resto de seres vivos que están en la comunidad de la vida1 y estos deben obedecernos? ¿El modelo de educación tradicional sirve para desarrollarnos como seres integrales?
No es fácil, en un abrir y cerrar de ojos, pretender dar respuesta a estos interrogantes, pues debe haber un cambio en lo fundamental, -pasar del antropocentrismo al biocentrismo-, cuestión que se dificulta en tanto que la resistencia al cambio es connatural y está incrustada en la memoria de la humanidad, al igual que el miedo.
No obstante, las mismas circunstancias que vivimos nos obligan a hacer el cambio, queramos o no; quizá la velocidad con la que deseamos la transformación es un poco lenta, pero está en marcha y progresivamente se irá acelerando.
Además, no es fácil lidiar con la resistencia a lo desconocido, ya que el miedo nos ha impedido conocernos a nosotros mismos; ello obstaculiza comprender la relación permanente y estrecha que siempre ha existido entre los seres vivos desde el comienzo de los tiempos, así como de interiorizar que somos un fin en sí mismos en la comunidad de la vida y no un medio para el desarrollo de Estados, quienes año a año figuran en listas de clasificación como países desarrollados, emergentes, en vías de desarrollo o alta pobreza, listas que se expresan en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), y con el que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha venido trabajando desde 1990 y del cual se han tomado decisiones más políticas que sociales, que permiten un significativo avance en lo que han comprendido como desarrollo..
Hacemos parte de un todo y estamos interconectados entre sí, humanos y no humanos, es decir, seres vivos. Ello nos permite comprender que el desequilibrio existente en un lugar o circunstancia es el resultado de una acción u omisión que se ha creado previamente sin deliberar.
Es allí donde aparece la ley equilibrante de causa y efecto, la cual siempre busca restablecerse en la comunidad de la vida; por esta razón, debemos ser observadores conscientes para crear la realidad del desarrollo en armonía con esta y no vivir las consecuencias del desequilibrio causado de manera inconsciente.
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