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El debate de los tests estandarizados
Aunque a primera vista las pruebas estandarizadas parecen ser un mecanismo objetivo de evaluar el aprendizaje, la ejecución de las mismas merece un análisis más profundo.
Al terminar mi bachillerato, tuve que hacer el famoso examen del ICFES, hoy conocido como Pruebas Saber 11. Aunque siempre fui una alumna destacada en matemáticas, recuerdo la profunda desilusión que sentí al ver el resultado desfavorable (muy desfavorable) de mi puntaje en esta materia. Contrario a lo esperado, en química, donde siempre luché más de la cuenta por pasar con unas notas cercanas al promedio, mi puntaje fue uno de los más altos. Nunca pude ver las respuestas de ese examen ni entender, por qué mi comportamiento general en esas dos materias no se vio reflejado cómo yo lo esperaba.
La necesidad de evaluar con mecanismos objetivos ha estado presente desde hace mucho tiempo en los currículos educativos, con el fin de entender y comparar resultados que se convierten en una radiografía del desempeño general de los estudiantes, a nivel individual y colectivo. Al mismo tiempo, los exámenes se encuentran también en otros entornos y no sólo involucran a los alumnos: pruebas de aptitudes laborales, evaluaciones docentes, simulacros de incendios y tests de distintas profesiones desde médicos hasta contadores, son solo algunos ejemplos de cómo la necesidad de evaluar y comparar se ha ido trasladando a otros ejes.
A nivel educativo el debate sobre qué tanto se debe evaluar y cómo hacerlo todavía sigue presente, sobre todo en el nivel estudiantil. Uno de los ejemplos de esta situación ha sido el caso de Estados Unidos, país que con su legislación educativa de No child left behind impulsada por el gobierno de George W. Bush empezó una agresiva estrategia de evaluación constante para medir los estándares educativos y asegurar la calidad. Sin embargo, desde el 2001 la cifra de exámenes estandarizados se ha incrementado en los Estados Unidos para niños y jóvenes y esto ha generado diferentes efectos.
Por un lado, los resultados del modelo educativo de evaluación continua no necesariamente han mejorado drásticamente la calidad del sistema educativo norteamericano. Usando como cifra de comparación otra prueba estandarizada, las pruebas PISA realizadas por la OECD, Estados Unidos aún no entra en las 10 primeras posiciones de este listado e inclusive, Vietnam, que hizo las pruebas por primera vez en el año 2013, obtuvo mejor puntaje en matemáticas y ciencia que Estados Unidos[1]. En esa prueba, Estados Unidos obtuvo un tímido resultado cercano a la media global[2].
El comediante John Oliver presentó en una de las ediciones de su programa Last Week Tonight un análisis interesante del gran número de exámenes estandarizados por los que atraviesan los estudiantes estadounidenses y cómo, a pesar de los esfuerzos realizados, la estrategia no parece estar teniendo los resultados de la evaluación constante. Según el programa de Oliver, el estrés vivido por los alumnos evaluados los lleva a tener un protocolo en caso que decidan vomitar en medio de la prueba y muestra el testimonio de una estudiante de Florida quien, a pesar de su buen desempeño académico, no obtuvo el resultado esperado en un examen estandarizado que es esencial para que pueda seguir estudiando. El panorama no es justo, desde su punto de vista, y su desilusión e impotencia se reflejan claramente en un conmovedor discurso que ella dio a la junta directiva de su colegio y que es presentado dentro de la misma edición de este programa.
Adicional a la gran presión que viven los estudiantes, una o pocas evaluaciones parecen que no son la sumatoria justa del desempeño educativo de los estudiantes y muchas veces, la forma en que estos exámenes son estructurados y redactados dan lugar a debates y controversias. En Francia, una pregunta realizada en el examen para pasar el examen del Baccalaureate causó controversia e indignación entre los pupilos, que firmaron una petición con respecto a una pregunta en el área de inglés que ellos afirman es imposible de responder. Once mil estudiantes se sumaron a la propuesta que refleja cómo, en el afán de evaluar, se ‘cuelan’ a veces preguntas estandarizadas que son imposibles de responder para un gran número de personas que toman el test.
En Colombia, el número de exámenes se ha incrementado notoriamente en los últimos años. Actualmente, los estudiantes realizan las pruebas Saber 3º, 5º, 7º, 9º y 11º. Además de un examen adicional que se realiza en la etapa universitaria a nivel nacional. Y no se están incluyendo otras pruebas particulares que por ejemplo planteen las universidades para el ingreso de sus estudiantes. Aunque no hemos llegado a la cifra de 113 exámenes estandarizados en Estados Unidos[3] que realiza en promedio un estudiante de este sistema educativo, es bueno reflexionar sobre la estructura y efectividad de estos exámenes.
Es claro que se debe evaluar a los estudiantes de una manera objetiva, para medir sus conocimientos y que sin dicho sistema es imposible saber si la reforma educativa es o no efectiva. Pero en este caso la educación de calidad debe enfocarse en el aprendizaje y no en preparar a los estudiantes solo para ejecutar una prueba específica y responder acertadamente como robots, sin entender ni apropiarse enteramente del conocimiento. La evaluación estandarizada será efectiva en la medida en que sirva para mejorar e innovar en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
[1] Fuente de la información: www.bbc.com
[2] Fuente de la información: www.portafolio.co
[3] gothamist.com
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