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El docente a revisión, o cómo educar al “profe” del colegio y de la universidad (II)

Segunda parte de las reflexiones en torno a la formación docente expuestas a través del diálogo con Karina Bautista y el autor del texto, quien es uno de sus estudiantes en el Diplomado de Currículo y Pedagogía que actualmente ella coordina en el Politécnico Internacional.

Marzo 31, 2016

El siguiente artículo es la segunda parte de algunas reflexiones en torno a la formación docente expuestas a través del diálogo entre Karina Bautista, con uno de sus estudiantes del Diplomado de Currículo y Pedagogía que actualmente ella coordina en el Politécnico Internacional.

En el proceso que hemos compartido en la alianza del POLI y la IEC Suba, Karina se ha servido de la plataforma Edmodo para compartir información y realizar entregas de nuestras producciones fruto del diplomado. Allí, y en sus asesorías, ha utilizado insistentemente una metáfora en que una clase y su preparación son como un plato de un restaurante y la receta para preparar el mismo. Al cuestionar el qué aporta esta metáfora y por qué usarla ella me cuenta que:

Cuando tu preparas un plato, sea el que sea, tienes que tener ciertos requerimientos para ello; primero pensar para que ocasión lo vas a preparar y quiénes son tus comensales; qué impresión quiero dejar en ellos, igual que tu clase, cuál es el tema, para qué grado o población y qué quiero lograr, es decir, el objetivo de aprendizaje. Luego determinas la receta que vas a utilizar, (que en nuestro caso sería la metodología que voy a implementar) la cual consta de ingredientes, porciones, menaje y tiempo de preparación, igual que en tu clase, materiales, momentos en los que divido la clase y duración de las actividades (tiempo de cocción). Todo este momento es la planeación de tu clase, no puedo llegar a cocinar si no sé qué voy a hacer. Llega el momento de la preparación y allí debes estar muy pendiente de que ingredientes van primero, cuales después, ir probando, tanteando y afianzando los sabores, usando todos los ingredientes previamente establecidos, este momento sería el desarrollo de tu clase; y al final de la preparación, la sirves, lo que en gastronomía se llama emplatar y allí debe existir un toque creativo y llamativo para los comensales, lo relaciono con los cierres de clase, donde ponemos el punto final, el broche de oro.

Ahora, no es lo mismo que pruebe la sopa el comensal a que la pruebe el cocinero, si el cocinero no va probando su preparación paso a paso, no sabrá cómo va a quedar y quizás el comensal no dé la aprobación, esta metáfora la relacionamos con la evaluación formativa, la que va a acompañando el proceso del estudiante paso a paso, detectando fortalezas y aspectos por mejorar antes de llegar al final, cuando ya no hay nada que hacer y fácilmente le decimos, perdiste la asignatura, pero nunca acompañamos el proceso, no probamos la sopa”.

En la foto: profesores del POLI Calle 80 y de la IEC Suba.

En la misma plataforma, se propuso un reto a sus estudiantes que consistía en buscar un nombre diferente para denominar la actividad en el aula que, según usted: “ha sido históricamente subordinada a la expresión "dictar clase" con sus inevitables connotaciones de de discurso unidireccional, autoritario e incluso "dictatorial"” Yo, como su estudiante escribí este pequeño diálogo:

- Voy pa’ mi "Clacer"
- Para dónde? Para tu Cárcel?
- No, para mi "Clacer", una clase donde se hace con placer

- Escuché mal; pero, es interesante que tengan las mismas letras...
- [risas].

Ahora, ¿qué opina de una clase que se convierte en cárcel y de una donde hacer es un placer?

“No muy lejos de lo que afirmaba Foucault, las instituciones como dispositivos de poder, la escuela, al igual que la cárcel, el manicomio y otras más, nace bajo la necesidad de disciplinar, normalizar y homogeniza a los sujetos; bajo una concepción de control y vigilancia con el fin de que nadie se saliera de los cánones de la disciplina. El aula se ha convertido en eso, un espacio de cuatro paredes donde se hace lo que el docente diga y nadie puede disentir ni opinar nada diferente. Ahora, eso puede cambiar, con algo súper sencillo, hacer que el estudiante sepa la importancia de estar allí, que entienda la necesidad de compartir ese espacio, no es un capricho de los adultos, es una necesidad de aprender, ¿cómo? planeando clase interesantes para ellos, actualizándonos… En suma: ¡M O T I V Á N D O L O S!”

En ocasiones, se impone al docente días de reflexión sobre su labor pedagógica… ¿Qué opinión le merece la creación voluntaria y autónoma de parte de algunos docentes de un grupo de estudios de currículo, pedagogía e innovación (GECUPI) al interior de la IEC Suba que surge a partir de la inmersión de algunos de ellos en la experiencia del diplomado y que buscan en el portal Palabra Maestra una ventana para compartir sus saberes?

“Excelente, esa es la idea, multiplicar el saber, conformar redes académicas que lleven a los docentes a cuestionarse, a transformar su práctica, es buenísimo, me siento muy feliz de que estas cosas pasen, es la prueba de que este diplomado no es sacado del sombrero, es pensado para ustedes, desde sus necesidades, desde sus intereses, pensando en lo más importante que son nuestros estudiantes, es un diplomado que no termina a los 9 meses, sino que se sigue su curso, en otras manos, en otros ideales”.

Por último, y de postre, quiero agradecer esta conversación y saber qué opina sobre una paráfrasis de la política estatal del momento que reza “ser profe, sí paga”. ¿Qué dice usted al respecto?

“Gracias también a ti… Bueno, si tu objetivo de ser docente es volverte millonario, creo que no paga. Pero si buscas aportar a la creación de sujetos libres, críticos, responsables, reflexivos, autónomos y útiles a la sociedad, no al sistema, paga… ¡y mucho!”.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Martial Heriberto Rosado Acosta
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Sembré una semilla en la tierra de cada estudiante para que florecieran los frutos del trabajo campesino en el campo que los vio nacer