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¡El regreso a clases! Pedagogía desde la pertinencia
La expedición pedagógica institucional, como practica, busca reconocer, valorar y visibilizar las diversas formas de hacer pedagogía.
“Enseñar es una tarea profesional que exige amorosidad, creatividad y competencia científica… Es preciso que ese amor sea en realidad un “amor armado” un amor luchador de quien se afirma en el derecho o en el deber de tener el derecho de luchar, de denunciar y de anunciar”.
Paulo Freire.
Cartas a quien pretende enseñar.
Las circunstancias vividas durante los años 2020 y 2021, lograron desafiar a los maestros y maestras a pensar la educación, desde lenguajes sencillos, comprensibles y relevantes pudiendo acercarse a esos ambientes (estudiante-familia) propios de nuestros entornos educativos. En otras, los maestros y maestras enviando sus propuestas de clases han podido superar los muros de la escuela y educar. Estas prácticas cultivadas con inteligencia visibilizan la capacidad de los educadores para llevar a cabo tareas de transformación.
Es en esta experiencia educativa realizada en estos dos años por los educadores, donde hay que atreverse a pensar una y otra vez, y a preguntarse en juntanza con los compañeros maestros, estudiantes y padres de familia. ¿Qué es la escuela? ¿Cómo nos gustaría que fuera la escuela tras esta pandemia?, ¿Cuáles son los retos para reiniciar la escolaridad? ¿Qué de lo que sabemos nos sirve para rediseñar la escuela? ¿Qué es lo que no ha funcionado en la escuela y cómo transformarlo en beneficio de los estudiantes y la comunidad? ¿Qué sentido y validez tienen los instrumentos estandarizados, tales como la evaluación institucional y el plan de mejora institucional? ¿Qué debería transformarse en cuanto a los componentes administrativo, directivo, académico y comunitario? ¿En qué acciones, las prácticas educativas se tornan amigas de la injusticia, la exclusión y la intolerancia? ¿Qué acciones implementar para transformar la escuela? ¿En qué condiciones regresan los estudiantes y los maestros? Interrogantes que permitirán avanzar en la conquista de la autoestima política de coraje y participación de los actores para construir la escuela.
Además, estas preguntas ayudan a la autocrítica y a situarse en el contexto de la institución educativa, generando expectativas y motivaciones de cambio.
Entender el sentido de la pertinencia no sólo a la luz de los interrogantes anteriores, sino también situar y trabajar otras preguntas para ir desmontando los mitos que predominan en el imaginario de los maestros, acerca del para qué educar: ¿En qué consisten nuestras prácticas pedagógicas? ¿En qué condiciones se realizan? ¿De qué maneras hacemos escuela? ¿Cuáles son nuestras maneras de ser maestros? ¿Qué saberes circulan en nuestras escuelas? ¿Cómo nos estamos formando? ¿Estamos haciendo investigación pedagógica? ¿Cómo se relacionan las investigaciones con nuestras prácticas? ¿Cómo estamos conformando comunidades de saber?
Pero también hay otras preguntas que apuntan a desmitificar esas preocupaciones permanentes de ver la educación desde un resultado ¿Cuántos estudiantes de su Institución educativa accedieron a la Universidad? ¿En qué programas? ¿Quienes no accedieron, qué les impidió ser admitidos? ¿Por qué la Universidad limita los cupos de ingreso? ¿Qué sentido tiene para la Universidad poner cortes de ingreso de alto nivel? ¿Cuál es el valor agregado que pone la universidad, si recibe a los mejores resultados de las pruebas estandarizadas? ¿Qué investigación, intervención o seguimiento hace la universidad para promover altos puntajes en los estudiantes de la región? ¿En qué sentido la Universidad establece alianzas en el campo pedagógico y científico con la escuela pública? ¿A qué vocacionalidad de región promueve la universidad o está como escudera al servicio del capitalismo cognitivo, a través de los programas STEM?
Lo anterior corrobora la tesis que los currículos y las prácticas docentes podrían estar enfocadas y limitadas a entrenar y adiestrar para resultados de pruebas estandarizadas.
De ahí, que circulen interpretaciones tecnócratas fundamentadas en resultados de pruebas estandarizadas y publicadas en periódicos con tonos politiqueros como “pésima educación, pésimos maestros” y “educación de pésima calidad”, donde el interés y la importancia está en hablar más de calidad total pero poco de pedagogía y didáctica.
Aprovechar el acumulado de este contexto de la pandemia como imperativo para promover la reflexión sobre lo hecho en este tiempo en la escuela para trazar el ideario pedagógico (Abel Rodríguez), que representa para cada educador el pensar, el actuar y la lucha en la defensa de la educación pública desde su condición de maestro, como dirigente, y militante sindical del magisterio, con el fin potenciar alternativas de cambio educativo, a partir de la organización de la expedición pedagógica en cada institución y elaboración de su propio manifiesto pedagógico como agenda de investigación, de compromiso y de transformación.
Ahora bien, lo del imperativo se trata de someter al escrutinio crítico los modelos educativos heredados, visiones, paradigmas o criterios inapropiados que tienen atrapados el pensar, el sentir y el actuar de los maestros y no le dejan ver otra alternativa adecuada y útil. Surge entonces la antítesis o tesis contraria: si el maestro logra examinar desde su práctica educativa la relación que tiene con la teoría y la investigación, será capaz de mejorar la educación.
Esta antítesis lleva a proponer una síntesis para trabajar pedagogía de la pertinencia educativa en los colectivos de maestros, durante este tiempo de reflexión institucional. Hay necesidad de someter a tres acciones claves: crear el ambiente y las condiciones para que cada maestro pueda relatar y sistematizar su experiencia de práctica de maestro, en el sentido de explorar cómo desde su práctica potencia el conocimiento, la confrontación, el análisis, la proyección de ideas, preguntas, supuestos y resolución de problemas, la sistematización de su práctica como mecanismo de resistencia a esa ola de reformas cargadas de paquetes, recetas convencionales visibilizados en los programas educativos estandarizados, a través de cartillas, libros y documentos que buscan reducir su condición de maestro en un somnoliento administrador que prepara o entrena para pruebas externas como único mecanismo de medición del impacto de la calidad.
En la medida que el maestro sistematice su experiencia de enseñanza, hace y rehace su práctica desde la reflexión crítica. Cada práctica de maestro está situada en un contexto histórico y cultural. Una vez el maestro sistematice su práctica, se moviliza la realización de la expedición pedagógica en cada institución, se trata de poner en juego acciones de reflexión individual y colectiva, permitiendo descubrir cómo los educadores, sí han incorporado y recreado prácticas, según sus necesidades, criterios y contextualizándolas a las circunstancias de sus estudiantes. La expedición pedagógica institucional, como practica busca reconocer, valorar y visibilizar las diversas formas de hacer pedagogía, existentes en la multiplicidad de prácticas que configuran maestras y maestros en diferentes lugares y en interacción con las poblaciones, sus condiciones de vida, sus culturas, sus territorio.
En ese ejercicio de sistematización y de expedición pedagógica, se van cambiando los lenguajes y las interpretaciones de aquellas verdades universales por alternativas de reconocimiento y valoración mutua en cada institución, además de dar el carácter de cientificidad a la pedagogía y a la práctica educativa. Pero también, esta movilización pedagógica expresa su dimensión política y ética capaz de convocar a distintas fuerzas a ocuparse de la educación, a debatir las políticas institucionales, a avanzar en la concertación de políticas públicas y, en definitiva, a situar a la escuela y sus prácticas, al hacer del maestro y sus implicaciones culturales, en el centro del debate público tanto en las instituciones, como en las localidades y en las instancias de organización gubernamental.
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