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Ética y tecnología en América Latina y el Caribe: el rol de las universidades
La revolución tecnológica de los últimos años está creando nuevos desafíos: acelerar el desarrollo en los países de la región y la falta de acceso para los sectores más vulnerables de la población.
La revolución tecnológica de los últimos años está creando nuevos desafíos para las economías de América Latina y el Caribe. Por un lado, la tecnología abre posibilidades para acelerar el desarrollo en los países de la región de manera dinámica y potenciar las oportunidades de innovación y emprendimiento; y por otro, el alto costo tecnológico presenta barreras de acceso para muchos países y, dentro de ellos, para los sectores más vulnerables de la población.
La ausencia de infraestructura adecuada también profundiza la división digital entre los que pueden y no pueden acceder a tecnología. Las universidades latinoamericanas,como generadoras de conocimiento e ideas y centros de discusiones profundas para el futuro de la región tienen un rol clave en el proceso de generación, adaptación y uso de la tecnología.
BID Lab, el laboratorio de innovación del Grupo BID, ha abordado las implicaciones éticas de los cambios tecnológicos en la región en un reciente evento organizado en conjunto con The Catholic University of America y varias universidades latinoamericanas congregando en este primer diálogo regional a representantes de países como México, Argentina, Colombia, Guatemala, Ecuador y Estados Unidos.
Desafíos éticos en tecnología en la región
Los países latinoamericanos encuentran desafíos éticos comunes por la presencia de tecnología. Se enfatiza el hecho de que la tecnología necesita estar al servicio del ser humano que, al ser un sujeto consciente, racional y libre, puede utilizar su capacidad creativa para generarla y usarla en la medida en que sea útil y respete su dignidad como persona.
La inestabilidad económica y la elevada fragilidad social que afectan a los países latinoamericanos crean las bases para una inequidad tecnológica elevada. En nuestra región coexisten empresas generadoras de tecnología que han llegado a un estatus de “unicornio” (valoración de al menos mil millones de dólares), con una mayoría de negocios y hogares con acceso muy limitado a dicha tecnología. De acuerdo al Banco Mundial (2018), el 66% de la población en América Latina y el Caribe tiene acceso a internet, cifra aún baja en comparación al 88% de Estados Unidos; sin embargo hay fuertes diferencias en la región que van desde el país con más alto acceso, Chile, con 82%, al más bajo, Nicaragua, con 28%; y la mayoría de países en la región están por debajo del 60%.
La capacidad de adaptación de tecnología en la región es baja por carencias en acceso a infraestructura, pero también por deficiencias en conocimiento que crean limitaciones para utilizar herramientas tecnológicas. La pandemia ha puesto en evidencia las dificultades de los sistemas educativos para la enseñanza remota debido a limitaciones en acceso a internet, sumadas al desconocimiento de herramientas tecnológicas para el aprendizaje. Sin embargo, la pandemia también ha revelado la capacidad de la tecnología de ofrecer soluciones innovadoras, como oficinas o consultas médicas virtuales y comercio electrónico, incluyendo la compra de alimentos por internet; es decir, hay un amplio espacio en donde la tecnología puede contribuir a solucionar problemas concretos que afectan a la sociedad.
A nivel laboral el debate se centra en cómo la tecnología complementa (innovación, incremento de productividad, etc.) o sustituye a los trabajadores en la región, especialmente en áreas de alto riesgo de automatización por el uso de inteligencia artificial (IA). El BID ha identificado que, por ejemplo, en Guatemala, el 75% de trabajadores se encuentra en áreas con alto riesgo de automatización; el 69% de los trabajadores en Ecuador y el 65% en Argentina están en una situación similar. El desafío radica entonces en cómo promover la creación y el uso de tecnología de manera que contribuya a la generación de empleo.
Un desafío ético importante es la privacidad. La extracción y venta de información personal ha sido poco regulada en la región a la vez que muchos usuarios desconocen la magnitud de la información que se extrae sobre ellos, así como la extensión e implicaciones del uso que se le da.
El rol de las universidades
Las universidades de la región pueden realizar contribuciones fundamentales para que los desafíos éticos evidenciados con la revolución tecnológica se resuelvan de una manera positiva para la sociedad.
En primer lugar, como entes que educan a las nuevas generaciones, un aspecto clave es “enseñar a aprender”, lo cual quiere decir enseñar a los estudiantes a asimilar información y a adaptarse a cambios continuos, característicos de los cambios tecnológicos que seguirán aumentando. Igualmente importante es el apoyo que se brinde a los estudiantes para desarrollar un pensamiento crítico y altamente ético sobre su responsabilidad para contribuir al desarrollo de la sociedad.
Otro aspecto clave para las universidades es ser laboratorios de generación de ideas y emprendimientos que apoyen a la sociedad en general, con énfasis en los más vulnerables. Esto incluye promover la capacidad innovadora y creativa de sus estudiantes para usar y crear tecnología que amplíe sus capacidades, mejore su empleabilidad (¡o creen sus propias empresas!) y promueva la movilidad social. También implicar realizar acciones concretas para apoyar a sectores vulnerables, como algunas universidades que ya están implementando capacitaciones de “ni-ni” (jóvenes que ni trabajan ni estudian), programas para mujeres vulnerables, evaluaciones de impacto, alianzas con gobiernos municipales y nacionales, y convenios con sectores empresariales para ampliar su alcance y cooperación. En las alianzas con gobiernos, la contribución de universidades con investigación local y regional para la inclusión digital es fundamental y puede apoyar reformas fiscales, laborales y educativas. Finalmente, las universidades, a través de sus escuelas de ingeniería, pueden ofrecer importantes recursos para el desarrollo de la ciencia de datos y los componentes necesarios para el despliegue de una IA fiable.
En este esfuerzo de universidades de la región el apoyo de BID Lab puede concretarse en la creación de alianzas que permitan poner a disposición de los ciudadanos herramientas para el desarrollo de un ecosistema de IA fiable con impacto social.
La colaboración entre universidades con BID Lab está comenzando y seguiremos reportando sobre los avances que se vayan alcanzando. Interesados en saber más sobre el tema o en apoyar este esfuerzo, pueden contactar a Martha Cruz ([email protected]) y César Rosales ([email protected]).
Este contenido fue publicado originalmente en Enfoque Educación
Imagen blogs.iadb.org
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.- 11 lecturas