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Hacia una sociedad del conocimiento más humana

Nuestros aprendices vienen con la información prácticamente incluida, pero carecen de lo más importante: las herramientas para convertir esa información en conocimiento.
 

Febrero 15, 2021

El flujo de información en la actualidad, la accesibilidad a la misma y los continuos avances tecnológicos, han generado incesantes cambios en nuestra sociedad. Lo que antes era una información valiosa para razonar y masticar sólidamente durante días, ahora se diluye rápidamente en la así llamada por Zygmunt Bauman (2003) “modernidad líquida” en la que vivimos y en la que la información de un día cambió para otro y otro… y otro.

Más drásticamente Royo (2017) nos cataloga como “sociedad gaseosa”, haciendo alusión a la inmediatez y difuminación de la información. La humanidad ha pasado puntualmente por los tres estados de la materia y paradójicamente nos estamos deshumanizando de modo imperceptible.

Al llevar a la práctica un sistema de competencias en el ramo de la educación (en virtud del ramo laboral futuro de los estudiantes) algunas instituciones desatienden la imaginación o la inventiva de los propios alumnos con una visión utilitarista, proporcionándole en sumo grado los recursos necesarios para hacerle más accesible y efectiva la inserción en el mundo laboral, automatizando en cierto sentido al individuo y, por lo tanto, robotizándole y privándole de sus propias facultades, dejando de lado su razón y voluntad.

Otras instituciones educativas cuentan con visiones muy dignas y respetables, algunas que rozan en la perfección de lo que se busca en un alumno en pro de su futuro: visiones lingüísticas, psicológicas, sociológicas y, tal vez la más cercana, la visión pedagógica, pero ni siquiera ésta tan humana como la visión filosófica.

Rodríguez (2007) hace alusión a la misma manifestando que “Aristóteles acepta una jerarquía en los seres vivientes producida por la heterogeneidad de las funciones vitales que realizan: no todos los seres vivos tienen las mismas capacidades, ni realizan las mismas funciones (…). Así, para Aristóteles, la categoría facultad (relacionada con las funciones vitales) es un concepto de jerarquización de los seres vivos, que en el hombre son perfeccionadas por los hábitos y la educación” (p. 152-153).

Un razonamiento que fue perdurando a través de la historia con la patrística y con el tomismo, pero que pierde su rigor en nuestra “civilización del espectáculo”, como llamaría Vargas Llosa (2012) a nuestra decadente y falta de cultura humanizadora.

Es necesario, por tanto, un sistema de “enseñanza-aprendizaje por competencias” con la evidente trasformación del “perfil del docente tradicional hacia un perfil basado en competencias que impulse el desarrollo personal de su educando y de la sociedad” (Marrero 2017, p.29). Un docente que se resista a esta transformación, estará limitando invariablemente a sus estudiantes a ser poseedores de su libre albedrío para internarse por sí solos en la aventura del conocimiento, generando así sus propias conclusiones a base de un mejor esfuerzo, dedicación y responsabilidad. Privarles, por lo tanto, de esa facultad, sería atentar contra lo más preciado de su humanidad: su libertad.

Es por ello que, involuntariamente, presos del sistema, estamos preparando a un alumnado a que, apenas recibidos profesionalmente, van en busca del “tener”, desprovistos de valores y por encima de todo y de todos. Ya lo presagiaba Erich Fromm (2015) en su famoso ensayo donde expone una cultura del tener muy por encima de una cultura del ser.

A la par, Lipovetsky (1986) nos adscribe dentro de una sociedad del hiperconsumo, en la que nuestro objetivo es consumir y quien no lo consigue no es feliz. Tener, disfrutar de lo material y acumular, es igual a “felicidad”. Visones muy egoístas y distantes, pero a las que imperceptiblemente conducimos a nuestro alumnado cuando carecemos de instrucción de los valores fundamentales.

Porque la información ya la tienen. Nuestros aprendices no son los de antaño. Vienen con la información prácticamente incluida, pero carecen de lo más importante: las herramientas para convertir esa información en conocimiento y más aún: que éste se sepa transformar en pro de uno como persona y de las personas que le rodeen. De no ser así, esta sociedad del conocimiento deviene en sociedad teledirigida, como la llama Sartori (2013).

Nosotros como docentes somos el enlace de la generación que nacimos sin dispositivos tecnológicos, los que tuvimos una educación formal muy diferente a la que nosotros tenemos que impartir y “formalizar” con las innovaciones actuales. Somos la única generación que tenemos el cómo y el qué. No hubo una antes y no habrá una después con esta particularidad.

Y entonces dependerá de cada uno de nosotros si nos consideramos inmersos en una sociedad materialista, líquida, gaseosa, del espectáculo o teledirigida, del tener o del hiperconsumo o, finalmente, del conocimiento, en donde las verdaderas competencias se retomen desde un enfoque integral que abarque el desarrollo armónico entre todos los aspectos para saber conocer, saber hacer, saber estar y, sobre todo, saber ser.
Arturo Romo Torres.

Referencias:

  • Bauman Z. (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, México.
  • Fromm E. (2015). ¿Tener o ser? Create Space Independent Publishing Platform. ISBN: 1516976126, 9781516976126. Reino Unido.
  • Lipovetsky G. (1986), “La era del vacío, ensayos sobre el individualismo contemporáneo”, Editorial Anagrama, Barcelona, España.
  • Marrero O. (2017). El proceso de enseñanza aprendizaje por competencias. Una visión desde el enfoque sistémico. Revista Congreso Universidad. Vol. 6, n. 4. Ministerio de Educación Superior. Cuba. ISSN-e: 2306-918 X. Disponible en: http://revista.congresouniversidad.cu/index.php/rcu/article/view/837
  • Rodríguez H. (2007). El paradigma de las competencias hacia la educación superior. Revista de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Militar Nueva Granada, vol. 15, n. 1, pp. 145-165. Editorial Neogranadina. ISSN: 0121-6805 | e-ISSN: 1909-7719. Colombia. Disponible en: https://revistas.unimilitar.edu.co/index.php/rfce/article/view/4554
  • Royo A. (2017), La sociedad gaseosa. Plataforma Editorial, ISBN: 978-8417002084, Barcelona, España.
  • Sartori G. (2013). Homo videns. La sociedad teledirigida. Editorial Taurus. ISBN: 9788430604692. Barcelona, España.
  • Vargas M. (2012). La civilización del espectáculo. Editorial Alfaguara, ISBN: 9786071117663. Madrid, España.

 


Imagen AHMED HINDAWI on Unsplash

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Humanista, Filósofo y Educador. Máster en Marketing y apasionado promotor de valores entre los niños y jóvenes del Andes International School de San Luis Potosí, México
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Rubén Darío Cárdenas
Gran Rector Premio Compartir 2016
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.