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La ciudad de los niños y las niñas

En 1991, en Fano, Italia, se abrió el laboratorio “La ciudad de los niños”, cuyo papel es hacer propuestas para que la ciudad esté adaptada para los niños y las niñas. 

Agosto 11, 2017

Hace más de dos años, para ser más exactos, en la Sesión Espacial en favor de la Infancia de las Naciones Unidas que se celebró del 8 al 10 de mayo de 2002, se reunieron alcaldes, ONG, representantes de la Organización de Naciones Unidas y niños para encontrar soluciones que apuntaran a determinar la mejor manera de que las zonas urbanas fueran realmente espacios donde los niños y niñas vivieran bien y además pudieran participar como ciudadanos haciendo propuestas en sus municipios.

A pesar de que UNICEF y Naciones Unidas-Hábitat presentaron informes optimistas acerca del desarrollo de varias ciudades amigas de los niños, varios jóvenes se quejaron de la inexistencia en el mundo de una ciudad completamente amiga de los niños, y exigieron pruebas de que la utopía de una ciudad plenamente acogedora para la infancia se transforme en realidad mediante hechos y acciones.

Hoy, dos años después, aún queda muchísimo por hacer al respecto y las voces de niños y niñas siguen clamando por una ciudad que los acoja. Sin embargo, vale la pena destacar una experiencia que aunque lejana, nos sirve de ejemplo para continuar en el propósito de mejorar la vida de los niños y niñas de las grandes urbes.

En 1991, en la ciudad de Fano, Italia, se abrió un laboratorio llamado “La ciudad de los niños” (Città dei bambini), cuyo papel dentro de la consejalía de política educativa es hacer propuestas para que la ciudad se adapte para los niños y las niñas.

En Fano, los niños y niñas son consultados sobre lo que esperan de su ciudad en el Consiglio dei Bambini o Consejo de los Niños. El consejo, que se reúne una vez al mes, brinda un espacio para que los niños y las niñas presenten sus propuestas para mejorar la ciudad respecto al tráfico, los parques de diversiones, etcétera.

Se convoca mediante carta personal dirigida a los consejeros, por correo, a sus hogares; a ésta se adjunta una copia para el profesor de la escuela. En la carta se señalan los puntos del día. Algunos profesores ponen a discutir a los niños, entorno de los temas a la hora de las clases; los niños y niñas que no cuentan con estos espacios se reúnen en los descansos.

El jueves siguiente a la reunión del Consejo, el grupo de redacción prepara un artículo acerca de los resultados del encuentro que se publica en una página del periódico de la administración comunal (Fano Stampa). El Consejo está compuesto por niños de 9 y 10 años, de 4º y 5º de las escuelas de Fano. Hay dos representantes por cada escuela: un niño y una niña.

Varios de ellos han sido elegidos por sus compañeros y otros se postulan individualmente. Algunas de las necesidades que se exponen con más frecuencia son: tener limpios los jardines; más espacio verde; pintar las señales de la calle sobre el asfalto; hacer que los policías de tránsito se ubiquen en la mitad de la calle para que los peatones puedan atravesarla; proteger más las ciclorrutas y arreglar los jardines para que los niños jueguen en su barrio.

El Consejo de los Niños ha ideado unas multas que sirven para sancionar no con dinero, pero sí como un aviso a los adultos que dejan sus vehículos en las aceras o se detienen sobre los pasos de cebra. También han elegido un dispositivo para poner en los jardines públicos y en los pasos cebra, con el fin de avisar a los dueños de los perros que recojan los excrementos de sus animales.

Para hacer de este un consejo verdaderamente operativo, los niños y niñas se reúnen en el Consejo Comunal con los asesores y los consejeros adultos una vez al año y explican sus ideas y propuestas. Algunas no son atendidas, otras son pospuestas, pero la mayoría de ellas reciben apoyo y son ejecutadas.

Información tomada de www.rayuela.org

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Laura María Pineda
Gran Maestra Premio Compartir 1999
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