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La escuela Vs. el culto al asesino

El punto de vista de un docente sobre Mnemósine, una experiencia didáctica que buscaba quebrar esa farsa que convertía el aula en un dispositivo retórico.

Mayo 10, 2016

En el cuento de Borges, El informe de Brodie, se nos ofrece una serie de costumbres de los yahoo, una tribu de salvajes aún más bárbaros que los de Swift en los viajes de Gulliver. Borges describe un poco más las primitivas tradiciones de los yahoo, y nos lleva a pensar que incluso la ironía de Swift es un halago cuando plantea que es más salvaje un ser humano que un caballo.

El personaje de Borges señala: “Veneran asimismo a un dios, cuyo nombre es Estiércol, y que posiblemente han ideado a imagen y semejanza del rey; es un ser mutilado, ciego, raquítico y de ilimitado poder”. El cuento es una burla a ese afán de poder que es evidente en nuestros caudillos mesiánicos de turno, y que saben que en un país de ignorantes, hasta la guerra es un baluarte electorero. 

“La falta de imaginación los mueve a ser crueles”, concluye el narrador en el cuento, y no dejo de pensar en las formas tan salvajes en las que muchos colombianos han asesinado a otros colombianos, y en las formas tan indignantes, en las que muchos colombianos idolatran a los que se erigieron como salvadores de la patria a través de la guerra y de la muerte.

Esas formas tan despiadadas de descuartizar, someter, vulnerar y despedazar al prójimo, con especial fruición en las últimas décadas. Motosierras, machetes y despojo; violaciones, ríos cementerio y casas de pique. ¿Qué diferencia habría entre la Violencia de mitad del siglo pasado en la que se mataban liberales y conservadores, y la violencia de los últimos años?

¿Por qué ese especial énfasis en la destrucción del cuerpo? O si lo decimos en palabras de la antropóloga María Victoria Uribe ¿Qué es lo que inclina a los asesinos a matar, rematar y contramatar de esa manera? ¿Qué les pasó a estos colombianos que no soportan a los que piensan diferente? Y desde nuestra perspectiva ¿Qué papel debemos asumir los maestros frente a estas realidades? ¿Cómo enseñar el problema de la relación de la historia de nuestro país con la crueldad? ¿Vamos a seguir los parámetros de los asesinos y de sus fanáticos, y negar la solidaridad con las víctimas y sus familias?

Por ejemplo ¿Es posible que en un aula se analice la campaña política de un procurador? Colombia es uno de esos países en los que uno de los encargados de defender los derechos y los intereses democráticos, intercede en favor del despojo y de la sangre que contiene esta palabra[1].

¿Cómo establecer el diálogo sobre este caso, sin caer en el manido mal de escuela que se acerca a la farsa, y que no permite que ni estudiantes ni maestros encarnen el sentido de esa conversación? Porque si hay un espacio en el que la retórica y la demagogia hacen su agosto, y se enaltecen como farsa, es la Escuela.

Se habla de valores, tolerancia, principios, etc., pero a la hora de asumir el problema de la realidad, hay un quiebre; esos valores se extravían; no los exaltan ni quienes los pregonan. Es como el hombre que echa discursos en la plaza pública sobre el respeto a los derechos de las mujeres pero al llegar a la casa golpea a su esposa. Eso es la Escuela: la comprobación de que el sentido común no es tan común y que es difícil desarrollarlo; la demostración de que ese vacío de la Acción sería el obstáculo más grande que tendría que sortear la Educación. ¿Cómo hacer para encarnar esos discursos?

Por eso surgió Mnemósine, una experiencia didáctica que buscaba quebrar esa farsa que convertía el aula en un dispositivo retórico. Si el problema de nuestra historia es que somos inhumanos ¿cómo enfrentarnos al espejo de esa realidad? Durante ocho años trabajé ese proyecto y ahora comparto algunas de mis conclusiones.

En esta columna solo hablaré de una parte del proyecto: la concerniente a debatir el culto que en este país se le rinde a la guerra, a la muerte y al asesino; las demás etapas las pueden encontrar en el blog de la experiencia www.mnemosinesantoto.blogspot.com.

Al comienzo el proyecto se llamaba Descanse en paz la guerra y fue una forma de hacer un homenaje a María Mercedes Carranza. Luego se llamó Lugares de memoria: los hombres sin historia son la historia, y finalmente se llamó Mnemósine.

En cada etapa se buscaba proponer la discusión sobre la relación historia-solidaridad concretándola en  las víctimas del conflicto armado. Así detectamos el culto al asesino que campea a lo largo y ancho del país, y que se hace aún más preocupante en el marco del proceso de paz.

Así que como la historia es una conversación, propuse a mis estudiantes que conversaran con el pasado, el presente y el futuro de Colombia y, que a la par, pensaran el problema del dolor del prójimo, a través de los ojos de las víctimas, y no a través de los ojos de la indiferencia o la pereza,  que en un país como el nuestro, son evidencias de complicidad con el asesino.

Así terminamos diseñando y construyendo un museo del conflicto, utilizando los informes del CNMH. Mis estudiantes tenían que intentar explicar a sus compañeros, familias y profesores, una parte mínima de lo que ha sido la guerra para muchos compatriotas. Pero más allá de explicarlo a los demás, tenían que enfrentarse a esa realidad. El resultado fue asombroso: ver en esos informes, un espejo que refleja esos otros países de Colombia donde el rojo es de todos los colores.

En el 2014 llevamos ese museo a la plaza central de la ciudad. El impacto en la comunidad fue sobrecogedor; esto lo cuento en un artículo llamado Antes de arrancarlo, léalo[2]. Allí recopilo mis conclusiones sobre lo que supone hablar de guerra y de paz, en un país de fanáticos que le rinden culto al asesino. También hay una serie de videos que hicieron mis estudiantes sobre estos procesos; pero les recomiendo a través de un pie de página, un video que concluye en menos de 5 minutos lo que fueron ocho años de trabajo[3].

Cuando digo que en este país le rinden culto al asesino es porque lo presenciamos. Mis estudiantes al abordar la memoria del conflicto y al intentar compartirla con la comunidad, fueron atacados por un porcentaje de los visitantes al museo callejero que instalamos. Qué estupidez: para muchos, hablar de víctimas y de injusticia, es de terroristas.

También hubo mucha indiferencia. Pero la conclusión puede servir para cuestionar a ese país que no pareciera ser humano: hay colombianos que no saben de dónde proceden sus ideas políticas y repiten discursos que se imponen. Por eso es fundamental enseñar a ver, leer y escuchar a los medios de comunicación, porque mucha gente sigue al asesino ya que no conocen o no saben lo que han hecho los fans del asesino.

Sin embargo fue mucho más el número de personas que se conmovió a la hora de enfrentarse con imágenes de la guerra, y por ende, fueron mucho más las voces de apoyo a este tipo de experiencias.

Por eso esa es una alternativa que recomiendo a los compañeros docentes del país, quienes a pesar del ninguneo y la indiferencia todavía creen que el maestro es un digno representante del Estado, cuya función consiste en defender la democracia:

Descarguen los informes elaborados por el CNMH[4] y léanlos con sus estudiantes; ellos hablarán con sus familias, llevarán ese conocimiento por fuera de las aulas y así el aula podría dejar de ser un artilugio retórico.

Les recomiendo los informes de El Salado y el de Bojayá. En un país en el que hasta el 2012 hubo casi 2 mil masacres, en los informes sobre estas dos, se encuentran simbolizadas lo que son los frentes de guerra y esa extraña presencia de los gobiernos de turno. En los informes también se ve el papel de los medios amarillistas y frívolos que levantan raiting con el dolor de las poblaciones, pero sobre todo, se aprecia el poder de la memoria que resiste y el de la humanidad de las personas que lideran procesos de humanización, dignificación y solidaridad con las víctimas.

Esta elemental estrategia (leer a varias voces un informe) la he replicado incluso con mis estudiantes de la Universidad. Este año unimos fuerzas con la corporación Zoscua[5] que desde hace mucho tiempo viene trabajando por la dignidad de las víctimas en Boyacá y que ahora se ha vinculado con la Gobernación. Esas redes son necesarias y permiten visibilizar lo que pasa en esos otros países de Colombia tan alejados de la frivolidad de la televisión.

Potenciar la memoria a través de una pedagogía de la imaginación aplicada al conflicto permite una simbiosis entre lo estético y las ciencias sociales, con un objetivo puntual: lograr al fin comprender que hay una relación indisoluble entre educación y democracia.

Comencé hablando de un cuento de Borges y repito la referencia que ya he planteado en artículos anteriores: la falta de imaginación es lo que mueve a una sociedad a la barbarie, es lo que mueve a un pueblo a desear la llegada del gran Bárbaro que los salve y los redima.

En un poema de Kavafis titulado Esperando a los barbaros, ese pueblo se encuentra ansioso de que lleguen los bárbaros. Los senadores no legislan porque los bárbaros se encargarán de eso cuando arriben. El Emperador no gobierna porque espera recibir a su jefe. Las clases altas se emperifollan y acicalan preparando su llegada porque a esas gentes les llaman la atención esas apariencias.

Sin embargo al final del poema, esos habitantes se encuentran tristes. Los bárbaros no llegan… y Kavafis remata: “¿Y ahora qué va a ser de nosotros sin los bárbaros?/ Aquellas gentes eran una especie de solución”… pero en Colombia, señoras y señores, los bárbaros llegaron y son adictos el poder, a la tierra, al dinero y a la sangre… y la Escuela tiene la función de ofrecer resistencia, con la imaginación, a esos discursos parasitarios de la muerte.

Mejor dicho, la Escuela es una de las trincheras de la paz, y allí la imaginación es la herramienta para dignificar lo humano.  

[1] www.semana.com/nacion/articulo/procurador-y-gobierno-discuten-por-restitucion-de-tierras/468985

[2] mnemosinesantoto.blogspot.com.co/2015/11/antes-de-arrancarlo-lealo.html

[3] www.youtube.com/watch?v=InpCNIURZJ0

[4] www.centrodememoriahistorica.gov.co/

[5] zoscua.blogspot.com.co/

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Docente Licenciado en Ciencias Sociales, magíster en Historia y doctorando en Lenguaje y Cultura en la UPTC. Profesor del colegio Quebec y catedrático de la UPTC Duitama
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Rubén Darío Cárdenas
Gran Rector Premio Compartir 2016
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.