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La indagación reflexiva
Cada día el profesor lidia con conceptos, definiciones, suposiciones, consideraciones, hipótesis y teorías. Un mirada al yo investigador.
Cada día el profesor lidia con conceptos, definiciones, suposiciones, consideraciones, etc. A menudo, todo esto se convierte en objeto de estudio, sin que nos preocupemos por verificar si tiene fundamento, hasta qué punto es cierto, qué elementos de arbitrariedad están presentes, si es posible o no lo es alcanzar la objetividad sobre ese determinado tema o si estamos obligados a permanecer en el campo de las suposiciones, ligados a elementos de mayor o menor probabilidad. Podemos hacer referencia a nuestra experiencia como profesores.
Cada día que pasa es mayor la constatación de que la convicción de «eso mismo pienso yo» está muy difundida y se ha convertido en el elemento supremo de juicio. Cuando se trata de cualquier escrito, no importa de qué tema trate, parece que no pueda someterse a juicio en base a su contenido (a veces incluso gramatical y sintáctico) porque «yo pienso lo mismo».
¡Pero yo no te he preguntado por tu parecer sobre Larra! Te he preguntado cuáles son los principales aparatos críticos para la lectura de sus artículos periodísticos Vuelva usted mañana. La fatídica expresión «Diga usted lo que piensa sobre...» parece haberse convertido en la autorización para cualquier idea que, por el mero hecho de haber sido simplemente pensada, se vuelve una verdad inexpugnable.
Nos parece que esta convicción sobre el valor absoluto de la reflexión subjetiva (en el caso de que la reflexión se dé, realmente) debe cuestionarse de raíz en tanto en cuanto supone un presagio de unos daños mucho más graves a nivel ético, comportamental y relacional.
«Yo lo veo así» se extiende desde un escrito cualquiera hasta las elecciones de la vida, desde la forma de conducir hasta la decisión de pagar o de evadir impuestos, pasando por el estilo a la hora de gestionar de un modo más o menos correcto las relaciones. «Yo lo veo así», ¿hasta qué punto está fundado este «verlo así»? Pero permanezcamos fieles a nuestra preocupación didáctica.
Decíamos que cada día el profesor lidia con conceptos, definiciones, suposiciones, consideraciones, hipótesis y teorías. Difícilmente se hace el esfuerzo de ir más allá, de preguntarse: ¿todo esto es correcto? ¿Es posible «afirmar que esto probablemente es de este modo y que aquello probablemente no sea de ese otro modo»? (Lonergan, 1975: 121).
Se trata de verificar la suficiencia de la prueba para pronunciar un juicio futuro que no sea imprudente. Según Lonergan, en esta operación están presentes tres elementos:
- Un condicionado.
- Un ligamen entre el condicionado y sus condiciones.
- El cumplimiento de las condiciones.
Esto significa: cada una de nuestras afirmaciones, convicciones, suposiciones, hipótesis y consideraciones es un condicionado. ¿Qué ligamen existe entre nuestra afirmación y las condiciones que la hacen válida o al menos, probable? ¿Cuándo y cómo podemos entender que se han atendido las condiciones o que han sido respetadas?
Tratemos de ejemplificarlo tomando estas dos afirmaciones: «La conquista de América, en el siglo XVI, fue un instrumento para la expansión de la corona castellano-aragonesa» y «La conquista de América, en el siglo XVI, fue un instrumento para el sometimiento de los indígenas americanos».
Una ya banal cuestión historiográfica sobre la que se esfuerzan (aunque no tanto y no tan a menudo) los chicos de 13 y 14 años. ¿Cuál de las dos afirmaciones es válida? Tendremos que examinar las condiciones que hacen válida una y otra afirmación, verificarlas y establecer cuáles de las condiciones que se cumplen permiten sostener con razón una de las dos posiciones.
No queremos, naturalmente, abrir aquí un debate sobre este tema en concreto, pero si reflexionamos atentamente y si indagamos en el trabajo de los historiadores, nos daremos cuenta de que hay condiciones (fuentes, documentos, testimonios, estudios, etc.) que satisfacen/sostienen tanto la primera como la segunda afirmación. ¿Cuáles prevalecen?
Es una cuestión de cantidad (por ejemplo, en un caso se satisfacen cinco condiciones, en el otro, tres) o de calidad (las condiciones tienen distinto «peso»; sin importar el número de condiciones que satisface cada una de las dos posiciones, ¿hay alguna que sea crucial y que prevalezca sobre las demás, haciendo que una de las dos afirmaciones sea absolutamente prioritaria respecto a la otra)?
Pero, ¿quién garantiza que todas las condiciones posibles hayan sido tomadas en consideración? ¿Cuándo se puede afirmar que no hay más preguntas pertinentes y que, por tanto, el juicio producido sea un juicio «justo»? Vale la pena examinar la respuesta que da Lonergan: «No es fácil determinar con una regla general cuándo se alcanza la intelección invulnerable. No hay ninguna fórmula para producir hombres de buen juicio». (Lonergan, 1993: 160)
Referencias
Lonergan B. (1993), Comprendere ed essere, Roma, Città Nuova, ed. or. Understanding and Being. The Halifax Lectures on Insight. Collected Works of B. Lonergan 5, Toronto, University of Toronto Press, 1990.
Tomado de: Tomado de: Gromi, Alberto (2014) Saber Juzgar.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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