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La investigación como alternativa
La investigación escolar debe verse alimentada por la participación activa de los estudiantes.
Los altísimos flujos de información a los cuales nos vemos enfrentados hoy en día, suponen un desafío para los maestros y la escuela ¿Cómo logramos que nuestros estudiantes tengan herramientas para discernir sobre la información a la cual acceden? La respuesta tiene que ver con un aspecto, el cual rodea la escuela desde su emergencia: la investigación.
Este concepto generalmente está vinculado a los márgenes de la ciencia formal, como lo plantea Bunge (1983), la investigación como proceso debe estar encaminada a resolver y analizar problemas, entonces, se sobreentiende que la investigación en su etapa formal está nutrida por problemas cotidianos.
La investigación escolar debe verse alimentada por la participación activa de los estudiantes, si entendemos los procesos de enseñanza-aprendizaje como dialógicos, tenemos como resultado procesos formativos más robustos que hacen que el estudiante cuestione, evalúe y reflexione sus acciones diarias. Por otro lado, la investigación debe ser una estrategia transversal en todos los niveles de formación, esto en concordancia con los niveles de desarrollo cognitivo de nuestros estudiantes.
Hagamos una pausa y preguntémonos ¿qué tan significativas son mis clases para mis alumnos? Cada vez se hace más clara la tesis en la que se asegura que la educación está teniendo una crisis de sentido, con mayor frecuencia los estudiantes manifiestan que lo que aprenden en las escuelas no tienen muchas repercusiones en su diario vivir y, de nuevo la respuesta tiene que ver con la investigación. El divorcio entre lo que sucede en la órbita de la escuela y lo que está afuera de los muros y rejas, cada vez es más profundo.
Encontramos con más frecuencia escuelas y maestros que no se muestran interesados por analizar el contexto bajo el cual se mueven sus estudiantes, sus intereses; desconociendo que ese lugar es donde se pueden empezar a generar puentes que permitan que la escuela sea un espacio de diálogo de saberes. Por qué no empezamos por rastrear los intereses de nuestros estudiantes y, a partir de esto, construimos unidades didácticas que de verdad repercutan en la vida de nuestros chicos.
La investigación debe constituirse en la excusa perfecta para lograr que los estudiantes, a partir de sus intereses, se muestren motivados a aprender, entonces, la escuela tendrá que abrirle las puertas al graffiti, al fútbol, al pop, a la arquitectura, entre otras.
Permitamos que nuestros estudiantes sean actores activos de su proceso de enseñanza-aprendizaje, debemos escucharlos, guiarlos y, mostrarles que la escuela puede ser una gran aventura, un gran recuerdo, si bajo la motivación de la investigación constituimos organizaciones escolares que piensen en las necesidades e intereses de sus miembros más importantes: los estudiantes.
Referencias
Bunge M. 1983. La investigación científica, Editorial Ariel. Barcelona
Cañal, P. Porlan, R. 2003. Investigando la realidad próxima: un modelo didáctico alternativo. Enseñanza de las ciencias 5 pp 89-96. Universidad de Sevilla.
Lea el contenido original en la Editorial Magisterio.
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