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La profesora que cambió la historia

Desde sus épocas de estudiante, Graciela Sturm soñaba con cambiar la historia del mundo. No su curso, ni los hechos pasados, sino la manera de enseñarla. 

Diciembre 24, 2017

Palabra Maestra encontró una experiencia pedagógica que hace parte del programa de Educación en valores impulsado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), institución que cuenta con una oficina regional en Colombia.

Cada vez que los profesores insistían en enseñar de una manera tradicional la historia, Graciela cerraba los ojos para imaginar cómo serían aquellos caminos que le permitirían mostrarle a los que más adelante serían sus alumnos, que sí era posible dejar de lado las repeticiones de grandes hechos y batallas, para dar paso a una mirada interdisciplinaria de la historia del mundo.

Unos años después, convertida ya en historiadora, esos mismos sueños la acompañaban en sus actividades como rectora del Colegio Alas en Palomar, Provincia de Buenos Aires (Argentina) donde en un principio tuvo que presenciar lo que ella denomina, en tono burlón, “historia conocida”.

“Suplencias y herencias pesadas de otros profesores titulares, mesas de exámenes con alumnos nerviosos que no se acordaban de las fechas, horas de 40 minutos con timbre y un recreo en el medio que podía ignorar el más puro honor de los griegos y hacer que Julio César no cruzara el Rubricón hasta que los chicos terminaran su sandwich de jamón y queso”, recuerda.

Pero un día, en busca de un método diferente propuso a sus alumnos de 3°, 4° y 5° grados un trabajo de investigación sobre la época histórica del Renacimiento a partir de fuentes convencionales y no convencionales.

En clase, Graciela se dio cuenta que uno de sus alumnos estaba mirando con mucho interés un manual de turismo. “Seguramente es un mapa de Italia”, pensó. Pero cuando se acercó vio con asombro que lo que su alumno observaba era un dibujo impecable de la figura de Leonardo Da Vinci en el que el artista se encontraba de espaldas, reclinado sobre una baranda y contemplando las aguas de Venecia.

Para inmiscuirse un poco en el ejercicio contemplativo de su alumno, Graciela le preguntó: “¿qué estará mirando Da Vinci tan interesadamente?” y el muchacho, con una mirada de complicidad respondió: “creo que está pensando en algún invento para que las personas caminen sobre el agua. Después de todo, ya había inventado alas para que el hombre pudiera volar”. La respuesta de su alumno le indicó el camino.

El alma le volvió al cuerpo y su mente se dispuso a encontrar la realidad de ese sueño que durante tantos años había estado buscando. Llegó la hora Meterse con la historia no es cualquier cosa, sobre todo si se tiene en cuenta su papel universal y esencial dentro de los planes de estudio en los primeros años de vida escolar.

Había que montar un proyecto, claro, pero este sería interdisciplinario y saldría del área de sociales del Colegio Alas, basándose en los supuestos básicos de transversalidad e interacción entre áreas, pro puestos por la Ley Federal de Educación en Argentina.

Después de sostener incansables discusiones con otros historiadores sobre cuál debía ser el currículo que se ofrecería a los alumnos de secundaria en el colegio, Graciela logró convencerlos de que no estaban logrando captar el verdadero sentido de la historia.

“Basta con mirar a nuestro alrededor y tratar de reducir el mundo que nos rodea al texto de un manual de historia: ninguna época es tan estrecha y simple de contener. ¿Cómo hacerle comprender a un adolescente el peso de la religión en la vida medieval? ¿Cómo transmitirle el sentido que puede tener para un griego del siglo V a.c. vivir en la polis?

El estudio de la historia es, ni más ni menos, una visita a mentalidades diferentes a la nuestra”. El objetivo sería lograr un proceso de enseñanza aprendizaje de situaciones históricas desde tres vertientes convergentes del conocimiento.

La historia sería la disciplina medular y eje de interpretación y se enriquecería con la mirada de la literatura y la filosofía acordes a cada época estudiada. La materia de historia empezó a ser dictada por tres profesores en las tres disciplinas mencionadas que rotaban durante dos semanas en cada curso.

Aquel alumno que la impulsó había aprendido como cualquier otro, los inventos de Leonardo Da Vinci pero lo que marcaba la diferencia fue su capacidad para acercarse a este importante personaje del Renacimiento: pensó, jugó con su imaginación y sacó conclusiones.

Cuando un maestro es capaz de captar esa capacidad en sus alumnos “jamás debe desaprovecharla”. Graciela demostró que es posible cambiar el curso de la historia pero fue gracias al apoyo de la institución y al trabajo mancomunado entre colegas que pudo desarrollar un nuevo material, modificar los horarios y las dinámicas y desafiar la enseñanza tradicional de la materia.

Con mucho valor

Esta experiencia pedagógica realizada en Argentina es una de todas las que se pueden encontrar dentro del programa de Educación en valores impulsado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura (OEI) con el objetivo de promover un espacio para el diálogo regional sobre el tema, estimulando la transferencia de experiencias y el desarrollo de redes e investigaciones en los países de la región.

Para Carolina Serrano y Martha Torrado de la oficina regional de la OEI en Colombia, el propósito de despertar el interés de los planteles de los países miembros para que integren la educación en valores a sus currículos es lograr que la escuela sea capaz de promover herramientas y recursos que favorezcan la reflexión y aplicación permanente de valores en la vida misma

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Rubén Darío Cárdenas
Gran Rector Premio Compartir 2016
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.