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Los clubes de debate como semilleros de ciudadanos
En un país que busca superar la violencia y la intolerancia, educar a nuestros niños para que sean los ciudadanos que necesita el mañana es sin duda una tarea vital.
Usted se encuentra caminando por la calle y se topa con dos personas en medio de una discusión sobre política donde se enfrentan en torno a un tema. Uno de ellos repite sin pensar lo que escucha en la prensa, se altera ante la crítica, e insulta a su contraparte. Por otro lado, su interlocutor escucha con atención y duda de lo que ve en los medios, nunca descalifica a su rival y siempre responde con argumentos y evidencias.
Si bien ambos tienen un nivel similar de educación, status socio-económico y origen geográfico, algo los diferencia. ¿Qué podría ser?
Mientras el primero no ha recibido entrenamiento en debate y por tanto de allí deriva su tendencia a hacer de las posturas encontradas un ejercicio conflictivo y demagógico, el segundo se ha formado en debate, de lo cual se origina su tendencia a tener discusiones de altura, a privilegiar la razón sobre la violencia, y a respetar a su contraparte.
El debate como herramienta educativa permite formar mejores ciudadanos y profesionales, al punto que tal actividad se encuentra extendida en numerosos lugares alrededor del mundo. Tanto a nivel colegial como universitario, la práctica constante del debate ha permitido que cientos de miles de niños desarrollen competencias y habilidades que le permiten ser mejores trabajadores y miembros de una comunidad política.
Pensamiento crítico, investigación, habilidades académicas, expresión oral, escucha activa y tolerancia son solo algunas de las habilidades que se pueden desarrollar si se practica el debate constantemente. Pero: ¿Cómo exactamente transforma a un individuo el hecho de pertenecer a un club de debate?
En primer lugar, un debatiente es una persona que valora la razón y la evidencia. La primera lección que recibe alguien en el mundo del debate es cómo argumentar, y para ello debe soportar sus opiniones en razones y evidencias que conformen un buen argumento, y a partir de allí sus intervenciones en un debate son evaluadas desde dicho canon, por lo cual adquiere el hábito de dar y exigir argumentos bien fundamentados en cualquier discusión.
En segundo lugar, alguien que ha practicado el debate adquiere gran interés en mantenerse informado sobre realidades políticas, sociales y económicas, lo cual hace que sea una persona orientada a tomar mejores decisiones relativas a lo público dado el nivel de información que maneja.
En tercer lugar, adquiere competencias comunicativas dado que en el debate competitivo el complemento de los argumentos, la razón y la evidencia es la capacidad de transmitirlos en una forma convincente y persuasiva. Ello lo hace un mejor profesional dada que la comunicación es una de las competencias más necesarias en el siglo XXI, así como en numerosos casos puede hacerlo un mejor ciudadano, pues siente que con sus habilidades debe contribuir a una mejor discusión de los asuntos que le afectan.
En cuarto lugar, es muy probable que el rendimiento académico de la persona aumente considerablemente, ya que adquiere capacidades de investigación para preparar un caso, mayor interés en aprender más allá de lo que ve en clase, así como también aumenta su capacidad de lectura y razonamiento.
La lista podría continuar para explicar un poco más otras competencias como lo son la tolerancia, el pensamiento crítico, la escucha activa, la confianza, la escritura y cómo las mismas son adquiridas por parte de un miembro de una sociedad de debate. Sin embargo, los puntos ya explicados en cierta forma son suficientes para ilustrar el gran potencial que tiene el debate en la escuela.
Por tanto, desde la Liga Colombiana de Debate queremos proponer a los rectores, autoridades y profesores de todo el país la creación de sociedades de debate y ciudadanía en sus escuelas, así como incluir debate en el currículo, de forma tal que dicha actividad se conforme como semillero de los ciudadanos que necesita Colombia.
Hacerlo es algo relativamente sencillo: Se puede conformar una sociedad de debate para que los estudiantes practiquen semanalmente, así como también puedan asistir a torneos de debate intercolegiales. Para ello se requeriría un profesor que cumpla el rol de coach, y por tanto sea el encargado de convocar y entrenar a los muchachos, de lo cual derivarían los beneficios mencionados anteriormente, todos ellos asociados al debate competitivo escolar.
También se puede discutir en clase asuntos públicos o que afecten a la comunidad, donde el profesor puede fungir como moderador, permitiendo que los estudiantes expresen y argumenten sus posturas en torno a un tema. Distintos estudios demuestran que dichas discusiones pueden aumentar el interés del joven en asuntos que afecten a la comunidad o al país e incluso llegar a discutirlos con sus familiares en casa, beneficiando adicionalmente a su familia.
Adicionalmente, se pueden sostener debates entre candidatos a personeros estudiantiles. Experimentar la democracia desde pequeños puede ser una de las mejores formas en que un niño entienda y valore los principios que rigen el sistema político democrático, por lo cual presenciar a dos candidatos basando sus postulaciones en propuestas y en una discusión centrada en argumentos puede hacerle entender y valorar que dicha práctica es necesaria también para todos los ámbitos de la sociedad.
En un país que busca superar la violencia y la intolerancia como parte de su acervo cultural, así como también disminuir prácticas que debilitan la democracia como la demagogia y el clientelismo, educar a nuestros niños para que sean los ciudadanos que necesita el mañana es sin duda una tarea vital, y desde el Centro Incide consideramos que los clubes de debate pueden ser una herramienta que contribuya significativamente a formar al ciudadano que forjará el futuro de la patria.
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