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Misión de la nueva escuela: la salud pública

Una escuela coherente permite que su plan de estudios emerja de la realidad, problematiza y plantea alternativas ajustadas a los objetivos de desarrollo sustentable.

Junio 20, 2019

“…estamos frente a un cambio de época: la opción de continuar con los mismos patrones de
producción, energía y consumo ya no es viable, lo que hace necesario transformar
el paradigma de desarrollo dominante en uno que nos lleve por la vía
 del desarrollo sostenible, inclusivo y con visión de largo plazo.”

CEPAL

 

- Profesor, nosotros que tanto hablamos sobre la salud del planeta, ¿por qué seguimos usando vasos desechables en la tienda escolar? Propongo que cada quien traiga su vaso y dejemos de enfermar al planeta usando esos plásticos. ¿Será posible lograr esto en nuestro colegio?

Esta pregunta me la hizo Sofía, una estudiante de grado cuarto de primaria. Naturalmente sentí satisfacción que esta iniciativa surgiera de una pequeña de 10 años y le sugerí de inmediato fuera con otras niñas que apoyaban su idea donde el señor rector, para ver si su propuesta encontraba receptividad. La respuesta del rector fue positiva: - el próximo período –les prometió- comenzaremos con una campaña para dejar de utilizar, no solo los vasos sino también el agua embotellada. Para ello se tienen dispuestos bebederos en el colegio, cada quien puede surtir sus termos; no es coherente seguir contribuyendo con este consumo innecesario, y aportar, así sea un poco, a la preservación de la vida en el planeta.

Que los estudiantes interioricen la relación entre la salud del planeta y la salud de los seres humanos es un objetivo transversal que aparece en el Proyecto Educativo Institucional (PEI) de la gran mayoría de nuestras instituciones educativas, sin embargo, falta avanzar más sobre estos decálogos de buenas intenciones a compromisos que evidencien cambios sustanciales y profundos respecto a las actitudes y acciones de los seres humanos que vienen impactando el planeta y, por consiguiente, su propia salud. En la mayoría de colegios se hacen bellos proyectos transversales para el manejo de residuos sólidos, algunos tienen programas complementarios con depósitos de compost, lombricultura y huertas escolares, pero en sus propias tiendas y restaurantes se ofrecen gaseosas, jugos en empaques tetrapack, fritanga a base de grasas saturadas, colorantes, preservantes y los recipientes desechables menudean, constituyéndose en una carga voluminosa de desechos.

Son visibles dos discursos que chocan entre sí. En el aula de clases los maestros centran sus proyectos en el cuidado del medio ambiente, en la importancia de tener hábitos saludables, pero se abren las compuertas del mal ejemplo al hacer oídos sordos a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los efectos altamente nocivos del consumo de grasas saturadas y de azúcar, cuyo consumo excesivo es tan letal como el de los narcóticos.

Los organismos adscritos a la ONU han alertado acerca del impacto mortal de los plásticos y sus derivados: PVC, polipropileno, polietileno de alta y baja densidad, politereftalato de etileno y poliestireno, sobre los ecosistemas terrestres y, con mayor gravedad, en los ecosistemas marinos.

Lo hemos repetido hasta el cansancio: educamos con el ejemplo. La escuela navega a contracorriente de los intereses económicos, de los medios de comunicación que venden la idea de felicidad en el consumismo desaforado. Está llamada a convertirse en un escenario de hábitos de vida saludable, entendidos no en el limitado concepto de ausencia de enfermedad en la vida del hombre, sino en el entramado: tierra, salud y vida, tríada indisoluble que viene en el eco de nuestros antepasados indígenas, que la estudiante Sofía parece tener muy claro.

Dicho lo anterior, la escuela, como espacio de transformación cultural, mediante sus prácticas de aula, propuestas y proyectos demuestra su decisión inclaudicable de jugársela toda por la salud de los seres humanos, empezando por preservar su casa natural: LA TIERRA.

¿Por qué nos cuesta tanto pasar del dicho al hecho? Ya la agenda 2030, suscrita hace cuatro años, habida cuenta de la galopante precariedad de la vida en el planeta, plantea diecisiete objetivos para el desarrollo sostenible (ODS), los cuales muestran la imbricación entre lo económico, lo social, lo ambiental y sus efectos en la salud y la calidad de vida de los seres humanos.

El gobierno nacional ha iniciado políticas para desestimular el consumo del plástico, entre ellas, el cobro de impuesto al consumo de bolsas en autoservicios y centros comerciales. El pasado mes de mayo se firmó un acuerdo internacional –en total, 187 países- para restringir el comercio global de residuos plásticos. Hemos tocado fondo, es necesario un cambio radical en los estilos de vida, advierte la CEPAL en su estudio sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En consecuencia, la escuela es la mejor indicada a leer e interpretar dichos acuerdos y tratados, hacer de ellos retos en el escenario educativo, insertándolos en el currículo, tarea nada fácil, pero no imposible.

No es fácil porque termina, como muchos asuntos institucionales, meramente en el papel. El Ministerio de Salud y Protección Social, por ejemplo, plantea en el decálogo de la actividad física que los menores de dieciocho años realicen por lo menos sesenta minutos de actividad física diariamente, pero en la realidad todos sabemos que en los colegios públicos tan solo programan dos horas semanales de educación física, y en aquellos donde se viene implementando jornada única, tampoco se contempla en el horario extendido.

Se menciona la importancia de incluir frutas y verduras en el menú escolar que se ofrece a los estudiantes.  El documento del ministerio sugiere consumir tres frutas y dos verduras de diferentes colores diariamente, otra cosa es su aplicabilidad que está al amaño de quienes tienen la contratación del Programa de Alimentación Escolar (PAE). Programa este tan cuestionado en muchas regiones del país por el manejo irresponsable de los recursos. ¡Causa indignación la burla a que se somete las poblaciones en condición de alta vulnerabilidad!

Las loncheras de nuestros estudiantes, si es que tienen la capacidad económica para traerlas, en muchas ocasiones comprenden jugos de cajita, pasabocas empaquetados o comidas rápidas. Falta más reflexión junto con los padres de familia para lograr cambios saludables en los hábitos alimenticios. Es insólito que en escuelas rurales lleguen los estudiantes con papitas en bolsa, galletas y jugos de sabores y colores artificiales. Insólito también que, llegue a ser más costosa una bebida gaseosa que un litro de leche.

Hilemos más delgado en el asunto de la salud pública. ¿Cómo está interviniendo la escuela ante la llegada de niños que se duermen en la mesa de sus pupitres o que muestran abierto desgano por no haber tenido el descanso de las horas normales de sueño? Se trata del sedentarismo, generalmente focalizado como problema de adultos “muy ocupados” o que están en la tercera edad.

Esta problemática resulta ser multicausal. Primero, gran cantidad de niños y jóvenes se recluyen y “paralizan” frente a pantallas de televisión, computadores y dispositivos móviles. Segundo, los jóvenes, cada día, están más amenazados por la inducción al consumo de sustancia psicoactivas. Tercero, debido al deterioro de las relaciones intrafamiliares.  Estos, y otros asuntos tienen que ver con el grado de ánimo y la disposición para aprender de nuestros niños y jóvenes.

Ciertamente, la salud emocional es el soporte real de todo el metabolismo humano, de las habilidades cognitivas y sociabilizadoras. Un niño llega con el estómago vacío, una niña sufre de maltrato intrafamiliar, otro llega ojeroso porque se ha desvelado en las redes sociales, una jovencita es víctima de burla por no corresponder a determinado canon de belleza, algunos rivalizan por hacer parte de bandas de barrio, aquellos han comenzado a probar diferentes modalidades de drogas psicoactivas,  otros más sufren ciberacoso, en fin, todos llegan sin el ánimo, ni la disposición necesaria para emprender las actividades dispuestas en un aula de clases.

Las anteriores problemáticas guardan relación con comportamientos de padres que desde temprana edad “entretienen” a sus hijos con una tablet o los siembran frente al televisor. Padres que han perdido los rituales de compartir la mesa servida, de la lectura compartida, del cuento antes de acostarse, de compartir programas y películas y conversar sobre ellas. Padres que patrocinan dietas agresivas en niños y adolescentes para cuidar “la figura”, padres que no dialogan con sus hijos sobre sus sueños y sus proyectos de vida, padres que no orientan una nutrición balanceada en sus hogares y no involucran a su grupo familiar en cambios que aporten a la salud humana y del planeta. Estas son algunas de las situaciones que debe atender la escuela, si de verdad está comprometida con la salud pública y la vida.

Decía que son tareas complejas, pero no irrealizables, todo es empezar a hacer cambios y hacer mucho ruido con las experiencias exitosas que se estén llevando a cabo en el país o en otras latitudes para que sean replicadas y comencemos a ponerle el palo a la rueda a la concepción de desarrollo basada en el consumismo, la depredación medio ambiental, el culto a la eterna juventud y el alcance del éxito o de la fama, a como dé lugar.

Sabemos de colegios donde ya no expenden gaseosas; instituciones donde a profesores y estudiantes les exigen traer pocillos o termos para proveerse de agua o de tinto, donde han prohibido el uso de vasos, platos y utensilios desechables, menos si son de icopor o de papel parafinado; centros educativos que tienen tiendas alternativas en las que venden productos únicamente de origen natural; colegios ubicados en zonas rurales que han emprendido proyectos productivos que recogen saberes ancestrales de la comunidad, recuperan su vocación agrícola, generando fuentes de ingresos para las familias; instituciones que realizan proyectos donde los estudiantes deben cuantificar y hacer registro de las acciones que hacen en la vida diaria para favorecer el cuidado del planeta.

A modo de ejemplo, una maestra solicitó, soportes de recibos de servicios públicos que demostrasen rebaja en los patrones de consumo de agua y luz y fotos de la manera como se estaban disponiendo los residuos sólidos o de otras acciones ecológicas que estuvieran realizando en sus casas. Se exaltó la manera como algunas familias recogen el agua que descarga la lavadora y la reutilizan en el aseo de pisos, paredes y baños. El caso ejemplar del colegio, que mencioné en días pasados, donde el rector motivó a su comunidad para dejar de utilizar motos en el desplazamiento hacia el colegio y viene estimulando el transporte escolar en bicicleta. Abarcando, en una sola acción, hábitos de vida sana, recuperación de vínculos, rituales familiares y cuidado del planeta.

Desafortunadamente aflora la brecha social. Los colegios privados, por ejemplo, se dan el lujo de ofrecer planes de estudios con amplio repertorio en lo artístico –teatro, danza, arte, música-, con espacios extra curriculares para lo lúdico, lo deportivo o que incentivan otros intereses de los estudiantes como la robótica, contrario sensu, en el sector público donde son escasas o resultan exóticas estas actividades.

Los proyectos de ciencias naturales, para ser pertinentes, deben indagar en los componentes nutritivos de los alimentos, de la llamada comida “chatarra”, de las verduras y las frutas, para que se interiorice la importancia de cambiar patrones de consumo. Este mismo proyecto, debería hacerle seguimiento a la cadena productiva de artículos empacados y observar los impactos en la salud y en el medio ambiente. ¿Qué sucede en el cuerpo, en la salud de un niño o de un adolescente “inmovilizado” seis o más horas del día frente a pantallas, mientras consume toda suerte de mecato y alimentos empaquetados? ¿Qué relación puede tener esta imagen con los cuadros de desconcentración, hiperactividad, ansiedad o desgano que muestran algunos estudiantes frente a las propuestas de la agenda escolar?

Resulta prometedor que en los planes de desarrollo se hable de ciudades y entornos rurales saludables, como trasfondo donde se deben cuajan discursos y prácticas sobre la inclusión social, los derechos humanos, la implementación de la paz y la conciencia sobre la sustentabilidad como modelo ideal de desarrollo. Un modelo que reconoce la codependencia campo-ciudad, donde el campo se empodera como garante de la seguridad alimentaria y recupera su vocación agrícola y polifuncional -turismo, deporte, recreación…-.  Aquí la escuela está llamada a ocupar un papel importante por su liderazgo, como punta de lanza en la transformación de la ruralidad.

Una escuela pertinente respira vida saludable y es inspiradora para cualquier comunidad. Una escuela coherente permite que su plan de estudios emerja de la realidad, problematiza y plantea alternativas ajustadas a los objetivos de desarrollo sustentable (ODS), en resumen, es una escuela que tiene como imperativo misional la salud pública.

“...en esa tierra
está la pluma del tucán
que guarda los colores de la vida
está el agua libre e inquieta
el aroma y el sabor de todas las hierbas…”

Fredy Chicangana

 


Imagen de DarkWorkX en Pixabay

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Gran Rector Premio Compartir 2016. Rector de la Institución Educativa Francisco de Paula Santander en La Cumbre, Valle del Cauca.
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Henry Alberto Berrio Zapata
Gran Maestro Premio Compartir 2007
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