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Nairo

El reciente logro de nuestro deportista Nairo Quintana, lleva a pensar sobre las oportunidades que puedan tener otros jóvenes en el país para desarrollar su máximo potencial. La escuela en esta tarea debería tener un papel fundamental.

Julio 28, 2015

La posibilidad de dedicarse a temprana edad a lo que a cada uno le gusta, tiene talento y le apasiona debe ser una opción para todos y la escuela debería ser ese espacio de exploración de estos intereses y de potencialización de  habilidades que más allá de un hobby pueden ser hasta los pilares del propio proyecto de vida.

Finalizó el pasado domingo 26 de Julio el Tour de Francia y de nuevo Nairo Quintana, el ciclista boyacense de 25 años, captó la atención de miles de colombianos durante éstas 3 semanas. Fue realmente increíble verlo como jefe de filas de un equipo europeo, para quien los demás integrantes debían trabajar y quien desde antes de iniciar la competencia ya era favorito y con opciones reales al título hasta la penúltima etapa, la cual produjo un cumulo de emociones intensas para quienes seguimos los últimos instantes de la etapa donde hasta el propio líder del Tour, el británico Cris Froome confesó que temió perder la carrera en esos últimos kilómetros. Faltó poco.

Pienso, ¿Qué sería de Nairo, si no hubiese logrado contar con el apoyo que le permitió surgir?, ¿Cuántos jóvenes como él en Boyacá u otras regiones del país con similares condiciones atléticas y pasión por el ciclismo no han logrado cristalizar sus sueños?

Un sistema educativo no puede reducirse a sólo el logro académico, sino considerar otras áreas de desarrollo individual como el deporte y el arte, que en la escuela tradicional tienen una cabida minúscula. La posibilidad de dedicarse a temprana edad a lo que a cada uno le gusta, tiene talento y le apasiona debe ser una opción para todos y la escuela debería ser ese espacio de exploración de estos intereses y de potencialización de  habilidades que más allá de un hobbie pueden ser hasta los pilares del propio proyecto de vida.

Aparte de la escuela, la sociedad debe también generar los incentivos y reconocimientos para que las personas opten por apostar en consolidar carreras no convencionales. ¿Cuántos campeones habremos desaprovechado ante la disyuntiva que en su momento hayan tenido entre conseguir un empleo que genere los ingresos necesarios para vivir o dedicarse al deporte?

El país no debería conformarse con los casos excepcionales de nuestros deportistas destacados, si no en considerar generar un verdadero sistema que brinde garantías para que las personas puedan tener en el deporte una opción válida para desarrollar al máximo su potencial, sus talentos, sus sueños y que no sea contraria a la forma como se generan los ingresos para vivir dignamente.

Se requieren seguir consolidando escuelas deportivas de patinaje, ciclismo, atletismo, tenis, en fin, de las múltiples disciplinas deportivas existentes, aunque también desde la propia escuela tradicional se debería contar con las posibilidades para que niños y jóvenes puedan a partir de sus propios intereses practicar el deporte de su predilección y mejorar sus habilidades. En Bogotá, bajo la política de jornada completa se ha avanzado al respecto con los denominados Centros de Interés, ojalá logre consolidarse y fortalecerse esta iniciativa.

También es necesario ampliar el abanico de desempeño a nivel profesional de éstas disciplinas, brindando oportunidades para ejercerlas en el más alto nivel competitivo. Los recientes medallistas de los Juegos Panamericanos realizados en Toronto, que lograron que Colombia tuviese un desempeño destacado por encima de México y Argentina, constituyen una muestra visible el potencial de nuestros jóvenes. Debemos trabajar para que las familias apoyen a los niños desde pequeños, respalden las opción de adelantar una carrera deportiva, y se brinden reales posibilidades de ingresos estables y competitivos, para así eliminarse la odiosa frase: “Bueno, chévere, ¿pero de que va a vivir?”

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Docente investigador y consultor en cultura del aprendizaje
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Laura María Pineda
Gran Maestra Premio Compartir 1999
Dar alas a las palabras para que se desplieguen por la oración y vuelen a través de los textos para que los estudiantes comprendan la libertad del lenguaje.