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Política pública y política educativa: una reflexión sobre el contexto

La meta: ofrecer un panorama cercano a la situación de dos conceptos fundamentales en el presente de nuestras sociedades. 

Agosto 7, 2018

El concepto de política pública circula en los más diversos ambientes sin que, en la mayoría de casos, se sepa exactamente qué quiere decir. Buena parte de la familiaridad hacia la noción proviene de su uso extendido en los medios de comunicación, que tienen a los gobiernos de turno como la más importante fuente de noticias.

Es un fenómeno de la cultura inadvertido para la mayoría, ocupada en las rutinas de la cotidianidad; política, deporte, farándula, “realities”, películas, llenan el espectro de la exposición mediática que enfrentamos en campos y ciudades. Más allá de eso, es la materia prima de la que se nutren las redes sociales que intentan competir, sin mucho éxito, en formato y contenidos.

Tal vez la diferencia más notable es que las redes sociales nos aproximan “un poco más” a la condición de sujetos, no solo objetos, de la política pública. Lo digo “entre comillas” porque esta es una ilusión originada en los impactos aislados y episódicos que en algunos momentos desencadenan las “tendencias” de algunas “publicaciones” o “entradas” (“post”) en la Web.

Con todo, esto es un avance frente a la impenetrable red cerrada a la que nos enfrentamos cuando leemos un periódico o una revista, o vemos un programa de televisión. Compartir, decir “me gusta”, comentar en un sentido u otro, son las opciones ofrecidas por estas redes que generan las “tendencias”, parecidas o confundidas con “movimientos de opinión”.

Se parecen o confunden porque la capacidad para tomar decisiones para los cambios sustanciales que requiere la sociedad continúan estando en el lugar de siempre: los grupos de poder, que lo ejercen mediante acciones concretas respaldadas con la capacidad del dinero.

Es cierto que algunos temas e iniciativas ciudadanas se dispersan ampliamente por las redes sociales y alimentan procesos como los de los “inconformes”, que han dado lugar a gigantescas movilizaciones y desencadenado procesos políticos importantes en Egipto, España o Grecia, para citar algunos casos.

Sin embargo, estas experiencias todavía no configuran nuevos modelos de acción política que sustituyan los tradicionales, aunque contribuyen en tal sentido. La “opinión en red” es un fenómeno nuevo en la cultura que merece ser estudiado como caso particular de la “opinión pública”.

En estos marcos transcurre nuestra vida; aunque no lo percibamos así, está pautada dentro de la tensión que enfrenta a quienes tienen aspiraciones por llegar al control del aparato de Estado, o quieren mantenerlo, y quienes lo consideran un estorbo; o a quienes quieren acabarlo o reducirlo y quienes lo consideran necesario para regular la vida social.

En una proporción más decisiva de lo que quisiéramos, dependemos de lo que en este contexto se haga o deje de hacer. Si podemos trabajar y en qué, bajo qué condiciones; si podemos estudiar o no, y en qué tipo de condiciones; si podemos tener servicio de salud o no; si podemos tener o no una pensión para la vejez, una vivienda, un carro, un televisor, viajar, descansar. Todo eso se resuelve en el marco de nuestras relaciones con el Estado (que es una abstracción) y con el Gobierno (que encarna y materializa al Estado); relaciones que pueden ser de mayor o menor grado de proximidad.

Nuestra familiaridad con la noción de “política pública” pro-viene de esto. Dependemos de lo que se decida en estas materias. De allí que tengamos una visión fragmentada, sectorial, de la misma: política laboral, educativa, fiscal, monetaria, agraria, industrial, de transporte, etc., que desvirtúan el carácter integral que debe tener la política pública.

Rosa María Torres dice al res-pecto, hablando de la política educativa durante el gobierno de Rafael Correa en Ecuador: La educación se vio como un “sector” y la política educativa como una política sectorial.

Los vínculos de la educación (familiar, escolar, ciudadana) con la pobreza, la salud, la alimentación, la nutrición, el trabajo, el empleo, el bienestar familiar, el desarrollo comunitario, la ciudadanía, la protección del medio ambiente, etc., apenas si fueron considerados. La desnutrición infantil fue abordada como un tema de salud.

Los informes sobre la educación omitieron generalmente referirse a la desnutrición infantil, pese a que el Ecuador tiene una de las tasas más altas en la región -1 de cada 4 niños menores de 5 años padece desnutrición crónica, esa que deja secuelas imborrables por el resto de la vida- y a que ésta se redujo en apenas un punto durante la década (Torres, 2017).

Esta es una primera limitación de esa noción de sentido común sobre lo que es la política pública. Una segunda hace que se escape el significado del adjetivo “pública” que la acompaña, el cual es decisivo para su completa comprensión. Se espera que las siguientes páginas sean útiles para aclarar estos asuntos.

 

Lea el contenido completo en la revista ‘Educación y Ciudad’ del IDEP.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Antropólogo. Doctor en Educación con Énfasis en Mediación Pedagógica. Investigador y consultor. Miembro del Consejo Deliberativo del Fondo Regional de Educación de la Sociedad Civil para América Latina y el Caribe (FRESCE).
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