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¿Por qué los jóvenes asisten a la escuela pero no aprenden?
Cuando hay una determinación clara de dejar atrás la forma tradicional de enseñar, al maestro se le vuelve un reto exigirse para exigir cada día más al alumnado.
Desde hace mucho tiempo se ha demostrado que asistir a la escuela no siempre implica aprender. Esto, que debería ser una máxima básica y elemental, no se cumple en buena parte de los sistemas educativos del mundo.
Por ejemplo, los resultados de las pruebas aplicadas a los estudiantes colombianos han demostrado que después de 11 y 13 años de escolaridad no se han logrado los aprendizajes propuestos y que prevalecen las deficiencias en lectura, escritura, matemáticas y las demás áreas del conocimiento.
De hecho, esta es una de las principales preocupaciones planteadas en el informe de Desarrollo Mundial 2018 del Banco Mundial, presentado recientemente en la Universidad de los Andes. “En todo el mundo, cientos de millones de personas llegan a la primera etapa de la adultez sin contar siquiera con las competencias más básicas para desenvolverse en la vida.
Muchas de ellas han asistido a la escuela y aun así no cuentan con las habilidades necesarias para calcular correctamente el cambio en una transacción, leer las indicaciones del médico o interpretar las promesas de una campaña electoral y, mucho menos, para desarrollar una carrera gratificante o educar a sus hijos”, dice el informe.
Deficiencias en la formación y la motivación de los maestros y directores de los establecimientos, ineficacia en el diseño e implementación de las políticas educativas, la permanencia de metodologías de enseñanza poco efectivas y las condiciones de pobreza en las que viven muchas familias, son algunas de las principales razones por la cuales muchos de los estudiantes que están escolarizados no obtienen los aprendizajes esperados.
Ante esta situación, no han faltado las teorías que abogan por acabar con la escuela y reemplazarla por otras alternativas como la utilización de medios tecnológicos o la educación en casa, alternativas que tampoco asegurarían mejores aprendizajes si es que las condiciones económicas y sociales no garantizan el acceso ni a la una, ni a la otra.
Así las cosas, reformar la escuela que tenemos y no acabarla es la mejor solución, pero este cometido requiere del compromiso y la decisión de múltiples actores que lleven a que se cristalicen hechos como: una inversión pública robusta y bien utilizada para el sector educativo; la garantía de un reclutamiento de maestros y directivos de la más alta calidad, un pago digno, capacitación permanente, pertinente y un sistema de estímulos que ayude a mantener motivado al profesorado; la implementación de estrategias pedagógicas que promuevan cada día más y mejores aprendizajes, la extinción de la politiquería y la garantía de la permanencia de profesionales técnicos y con amplios conocimientos en el sector educativo en las entidades que tienen a cargo la educación. Todas estas, son solo algunas de las acciones urgentes y necesarias para que pueda ser realidad que quien asiste a la escuela está aprendiendo.
Finalmente, sin negar la importancia que tienen los otros factores mencionados, una de las condiciones que contribuye a que se produzcan aprendizajes en las aulas, es la existencia de maestros e instituciones educativas comprometidos con su quehacer, decididos a realizar cambios significativos en la enseñanza.
Cuando hay una determinación clara de dejar atrás la forma tradicional de enseñar, caracterizada esencialmente por el rol pasivo del alumno, al maestro se le vuelve un reto exigirse para exigir cada día más al alumnado.
La meta es que grado a grado los estudiantes alcancen estructuras de pensamiento y comprensión mucho más complejas, conocimientos más elaborados, pertinentes y dotados de sentido; en otras palabras, la meta es garantizar la construcción de aprendizajes.
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