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¿Por qué me va mal en matemáticas?

Las matemáticas tienen una posición especial en nuestro mundo occidental. Si un estudiante no las aprueba se dice que es torpe, de lo contrario, que es inteligente. 

Enero 17, 2018

Todo parece indicar que culturalmente hemos atribuido a las matemáticas una valoración muy alta. Lo anterior se refleja en el tratamiento particular que se le da a esta área en el currículo: es aquella a la que se le asigna el mayor tiempo para su enseñanza, la que se evalúa cuando se trata de establecer el nivel de la calidad de la educación; incluso el profesor de matemáticas tiene un poder diferente en relación con docentes de otras materias.

Y lo que es peor, hemos llegado a afirmar que los sujetos nacen o no, con una capacidad particular para aprenderlas. En efecto, el Tercer Estudio Internacional de Matemáticas y Ciencias TIMSS que mostró resultados desalentadores en el desempeño de los estudiantes en esta área, puso en evidencia que la gran mayoría de los profesores de matemáticas y de los estudiantes creen que existen personas con un talento especial que les facilita su aprendizaje.

No podemos dejar de lado también la creencia de que existen diferencias de género innatas en cuanto al desempeño en las matemáticas, atribuyéndoles a las niñas una menor capacidad para ello, no obstante los resultados de estudios como Pisa 2003 que muestran cómo en muchos países esta diferencia no es significativa (por ejemplo Australia, Austria, Bélgica, Japón, Polonia, Holanda y Noruega) y que incluso en Irlanda, las niñas superan a los niños.

¿Se puede afirmar que los seres humanos nacen con una capacidad innata para el aprendizaje de este conocimiento y que las niñas se encuentran realmente en desventaja respecto a los niños? ¿O quizás podemos afirmar que las prácticas educativas, culturales y de crianza han configurado una imagen sobre este conocimiento y las diferencias de género en relación con él, que en alguna medida, si no nos determinan, sí han afectado la manera como muchos hombres y mujeres nos aproximamos y vivimos este aprendizaje?

La alta valoración cultural de las matemáticas, asociada a un nivel intelectual con el cual se nace o no, tiene efectos en el mundo escolar e íntimo de los estudiantes y sus huellas pueden ser indelebles.

El fracaso escolar y sus efectos en niños y niñas

Año tras año se identifica un importante grupo de niños, niñas y jóvenes (quizá alrededor del 15% en cada curso) que presentan un rendimiento en el aprendizaje de esta área, notoriamente inferior al de sus compañeros.

En muchos casos, se tiende a considerar que estos niños poseen algún tipo de discapacidad que no les permite aprender de forma adecuada y a ritmo semejante al de los demás.

Incluso hay quienes son diagnosticados con una disfuncionalidad y a partir de allí se les sugiere recibir, en la misma institución o fuera de ella, tratamiento terapéutico que la mayoría de las veces, como lo hemos encontrado en las investigaciones adelantadas por la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana, más que ofrecer soluciones, agudizan las dificultades de los estudiantes.

¿Qué pasa con aquellos niños y niñas que año tras año pierden matemáticas? ¿Qué produce en ellos, en los docentes y en la familia misma esta situación? Vamos por partes. En general quienes se enfrentan al fracaso sistemático van construyendo representaciones y mecanismos de atribución que afectan su autoimagen, su autoconcepto y su autoeficacia, no solo como estudiantes de matemáticas sino como aprenden la misma facilidad y “espontaneidad” que la gran mayoría de sus compañeros.

Al enfrentar dificultades en las tareas, manifiestan ansiedad y baja tolerancia a la frustración, que se evidencia en la escasa persistencia que muestran en el desarrollo de las acciones de aprendizaje, en la baja capacidad de concentración y en la poca motivación y deseo para asumirlas.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Laura María Pineda
Gran Maestra Premio Compartir 1999
Dar alas a las palabras para que se desplieguen por la oración y vuelen a través de los textos para que los estudiantes comprendan la libertad del lenguaje.