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Pulgarcitas y pulgarcitos han llegado a la escuela: ¿estamos preparados?

Al ejercitar sus pulgares nuestros jóvenes anuncian una generación diferente en sus procesos de socialización, memorización y subjetivación en relación con el poder y el saber. ¿Conocemos los maestros a pulgarcita y pulgarcito? 

Junio 25, 2015

Hoy es imposible dejar de  reconocer que las tecnologías digitales invaden casi todas las esferas de la sociedad. Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC) configuran la forma en que hoy nos solemos entender como seres humanos. En este sentido,  conceptos como la cibercultura, la cultura digital, la sociedad web 3.0 o la era digital, según el horizonte en el que nos situemos, cobran especial relevancia para pensar lo humano.

Para el maestro, esta situación resulta de importancia capital pues se debe comprender quienes son aquellos que se presentan (o quisiéramos que se presentaran) a la escuela, colegio o universidad.

Tomaré como referencia y complementaré, algunas ideas de Michel Serres, quien habla de pulgarcita y pulgarcito, para referirse a eso niños y jóvenes que han hecho de sus pulgares el instrumento para introducirse en el mundo, el cual ya no es ese que los adultos solemos representarnos y que intentamos reproducir en las aulas de clase para así mantener los sistemas de valores, conocimientos y estéticas que creemos son los mejores, pero que al parecer no son tan significativos para los más jóvenes.

Las máquinas de pulgarcita proveen el saber necesario para conducirse en la vida, encuentran esos saberes en sus artefactos […] Sus máquinas, además, caben en sus bolsillos y permiten llevar consigo, a todas partes, los aspectos más relevantes de sus propias vidas.

Con este contexto, presentaré algunas características –siempre provisionales­– de esta nueva generación que se presenta a nuestras aulas como un reto para pensar los asuntos pedagógicos y, en especial, los didácticos.

Pulgarcitas y pulgarcitos se caracterizan por:

  • Crear nuevos lazos. Nos dice Saint-Exupéry en el Principito, que crear lazos es algo importante para el ser humano [1]; así, esta nueva generación ha sabido configurar sus sistemas de relaciones a partir de Facebook, WhatsApp, Instagram, por ejemplo, al punto que se acercan a otras formas de socialización y subjetivación; para ellos, el espacio digital no es un acontecimiento complementario a sus vidas: es el lugar de su identidad. Y con todo, los adultos “no hemos inventado ningún lazo social nuevo” [2].
  • La extensión de su memoria. Tal como sucedió con la escritura y, en especial, con la imprenta, para pulgarcita y pulgarcito ya no es necesario almacenar en el cerebro los asuntos que para los mayores son relevantes, como números telefónicos, ideas importantes, textos de autores, etc. La memoria  se ha vuelto a extender, pero con mayor capacidad de almacenamiento, al trasladarse de las grandes bibliotecas a los servidores de las grandes compañías, memorias de los computadores en los hogares y los dispositivos móviles, entre otros tantos artefactos. Así pulgarcitas y pulgarcitos no necesitan aprender grandes datos, pues ejercitan su memoria en la medida que aprenden y reinterpretan rutas diversas para poder ubicar la información que ellos consideran relevante.
  • La concentración es una facultad solicitada y ratificada por la educación tradicional y las formas milenarias del saber, asunto que ya no es necesario para estas generaciones; así, la quietud, la sumisión, el silencio, el orden del aula y los cuerpos humillados, no son los espacios de aprendizaje para pulgarcitas y pulgarcitos. Ellos, han liberado el cuerpo de la petrificación del aprendizaje en el que los mayores han sido formados y que la estructura tradicional de la educación reclama a gritos, al sentir que se ha perdido poder y control sobre el conocimiento y el actuar.
  • El saber a la mano. Las máquinas de pulgarcita proveen el saber necesario para conducirse en la vida, encuentran esos saberes en sus artefactos (propios, de los padres, de las escuelas o del café internet) para así confrontar aquello que la escuela le presenta en el marco de la única y estable sabiduría que legitima la tradición  y el poder de los mayores. Sus máquinas, además, caben en sus bolsillos y permiten llevar consigo, a todas partes, los aspectos más relevantes de sus propias vidas.

Las anteriores indicaciones son solo algunas particularidades de estas nuevas generaciones que llegan a colegios y universidades. Jóvenes a quienes los maestros debemos conocer para poder pensar en aquello que pueda significar ayudar en la formación de pulgarcitos y pulgarcitas. Han llegado las pulgarcitas y los pulgarcitos, estos que ahora pueden conducir su propia vida y no simplemente ser pasajeros pasivos de un viaje en automóvil, diría Serres.

En consecuencia, resulta importante recrear las posibilidades de las prácticas de los  maestros quienes de manera curiosa y cuidadosa, pueden recrear su propio quehacer, más allá del manejo técnico de las herramientas tecnológicas para así pensar las posibilitando de ser maestros en la era digital.

Era digital que implica nuevas capacidades para guiar las prácticas y, en todo caso, para combinar las prácticas de antaño con unas nuevas que configuren ejercicios didácticos en los que la educación, la pedagogía, la sociedad y sobre todo, los estudiantes, sigan creciendo como seres humanos.

Para saber más:

Video Michel Serres


[1] Saint-Exupéry, Antoine. (1995). El principito. Enrique Sainz, México.

[2] Serres, Michel. (2013). Pulgarcita. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, p. 25.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.