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¿Qué quieres ser cuando grande?
Los colombianos no hemos sabido construir el futuro.
Seguramente todos, cuando fuimos niños, estuvimos expuestos a la pregunta ¿Qué quieres ser cuándo grande? En ese entonces la respuesta podía ser cualquiera pero a medida que pasaron los años la pregunta se hizo más difícil y más urgente de responder.
La pregunta la mantenemos en nuestro interior y nos cuestiona cada tanto: ¿Qué queremos ser? ¿Qué queremos hacer? Y más fuerte aún, ¿hemos logrado lo que queríamos?
Estos interrogantes nos llevan a cuestionar temas como la familia, los hijos, la pareja, los amigos y la vida laboral. Y adicionalmente nos hace reflexionar sobre lo que hemos logrado como miembros de una sociedad, es decir, nos hace preguntarnos si Colombia es el país que queríamos construir. Estoy segura que a esa pregunta debemos contestar que no.
Aunque millones de colombianos se levanten cada día a cumplir honesta y eficientemente con su trabajo y aunque muchos de ellos se sientan felices con su cotidianidad, no podemos aceptar la inequidad, las prácticas corruptas que se viven diariamente y la exclusión, el abandono y el dolor a la que está expuesta la niñez y la juventud en el país.
No creo que exista un plan juicioso y riguroso para construir eso tan perverso que tiene la Colombia actual, pero evidentemente tampoco nadie ha ejecutado el proyecto que lo contrarreste, lo frene y lo elimine. Los dirigentes de este país, por supuesto, basan sus discursos en promesas de cambio y prosperidad pero la urgencia que tienen los políticos de lo inmediato, para ser electos en el corto plazo, ha impedido la visualización y la construcción del futuro.
“…no podemos aceptar la inequidad, las prácticas corruptas que se viven diariamente y la exclusión, el abandono y el dolor a la que está expuesta la niñez y la juventud en el país”.
También es cierto que la necesidad del bienestar presente que tienen los ciudadanos los lleva a elegir y a apoyar dirigentes que no ofrecen equilibrio entre el largo y el corto plazo, ni entre lo técnico y lo político. Los colombianos no hemos sabido construir lo colectivo, nos quedamos en un estado de desarrollo donde lo individual prima sobre lo plural. Y sobre todo, no hemos logrado superar el pensamiento concreto de lo presente. Es como si nunca nos preguntáramos como país ¿qué queremos ser en el futuro? ¿hemos logrado lo que planeamos en algún momento? ¿qué hay que hacer para lograrlo?
En la última campaña presidencial el Presidente Santos prometió que Colombia sería el país más educado de América Latina en el año 2025. Él definió qué quería hacer y Gina Parody fue nombrada ministra de educación para cumplir con ese objetivo. Un objetivo que en el papel parece equilibrar el hoy con el mañana.
Más allá de la meta específica resalto el propósito de mejorar sustancialmente la calidad de la educación en 10 años. Si lográramos esto, Colombia podría empezar a ser un país digno y vivible para todos sus ciudadanos.
No obstante, la distribución presupuestal y el afán de mostrar resultados son dos señales que están indicando que ese objetivo de largo plazo puede quedarse, como muchas otras promesas, en apariencia técnica y trasfondo político.
La calidad de la educación se mejora con proyectos y programas que cambian lo fundamental y no con aquellos que dan más de lo mismo. Quien quiera hacer la reforma estructural de la educación en Colombia necesita arriesgarse a ser impopular entre quienes no ven la educación como una prioridad y entre algunos segmentos del sector educativo que verán amenazado su statu quo.
“Quien quiera hacer la reforma estructural de la educación en Colombia necesita arriesgarse a ser impopular entre quienes no ven la educación como una prioridad y entre algunos segmentos del sector educativo que verán amenazado su statu quo”.
El verdadero líder del proceso de mejoramiento de la calidad educativa y, por lo tanto, de la construcción de una Colombia equitativa y justa, será aquella persona que esté dispuesta a dar su respuesta afirmativa a la pregunta ¿logró lo que quiso hacer? en un momento que pueda ser tarde para que se traduzca en votos pero lo suficientemente rápido para que la próxima generación se sienta orgullosa de su país.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.- 756 lecturas