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Reescribir la historia para la vida académica y generar procesos de reflexión crítica

Reflexiones a partir del conversatorio realizado con jóvenes y padres de familia del Cabildo Indígena Zenú en la Vereda Centroamérica, municipio de Puerto Libertador. 

Julio 30, 2019

Para tener claro hacia dónde vamos es necesario saber de dónde venimos. A mi modo de ver, el gran problema del ser humano, y más específicamente de los colombianos, es que no tenemos claras nuestras raíces. No tenemos certeza étnica, ni lingüística, ni cultural, ni mucho menos espiritual. La identidad que expresamos como nación, si puede llamarse así, es más fruto de lo que nos ha contado la historia oficial que de la verdadera historia vivida por las personas desde su contexto local.

Desde el siglo XIX la historia deja de considerarse como “una crónica basada en testimonios (…) para ser una investigación histórica (…) que atienda a los criterios de objetividad, método y profesionalismo” Aróstegui (1995) citado por Guerra, C.E. (s.f., p. 10), esta nueva forma de hacer historia con visión crítico-social, donde la misma se construya no ya desde la visión angosta del historiador sino desde las propias voces de los sujetos y grupos, es el enfoque adecuado que se debe  implementar en nuestras búsquedas académicas y científicas para empezar a develar las verdaderas raíces que dan sentido o forma a la identidad del hombre y la mujer colombiana.

Es saludable preguntarse, ¿en qué condición social, económica, ambiental, política y espiritual estamos? ¿Cómo era nuestra realidad en las pasadas generaciones? ¿Qué cambios significativos, positivos y negativos, se han dado en el tiempo? ¿Me siento satisfecho con las condiciones anteriores en mi familia, mi pueblo, mi región, mi nación? ¿Cómo llegamos a la condición actual que tenemos? ¿Es posible cambiar el actual estado de cosas, o simplemente lo presente es inamovible? ¿Qué puedo hacer desde mi posición como estudiante, profesional, líder o representante de la comunidad para mejorar las condiciones sociales, económicas, políticas, ambientales, etc., de mi pueblo, región y nación? La idea entonces es la de reescribir la historia, no tanto para la vida académica sino para generar procesos de reflexión crítica que además de ayudar a rehacer la memoria histórico-cultural de las comunidades, les procure identidad y las enrumbe hacia mayores y mejores formas de vida.

Si yo no tengo claro qué necesito como sujeto histórico, planetario y espiritual; como miembro de una colectividad mestiza, étnica o afro; como miembro de una vereda, corregimiento, localidad, región o nación, ninguna escuela de estudios superiores me va a funcionar. Cada uno de nosotros tiene impresa en su consciencia la misión por la cual vino o encarnó en este plano, pero ¿cómo sé yo a qué vine? ¿Para qué soy bueno? ¿De qué manera puedo servir a mi generación, al Planeta, a Dios y a mi propia alma? Son interrogantes para meditarse profundamente hasta que la Consciencia Superior o Divinidad arroje un poco de luz sobre este tema, y de esa forma encauzar nuestros esfuerzos.

Hay un dicho popular en Colombia: “el que no sabe para dónde va, cualquier camino le sirve”. El problema es que “cualquier camino” no conduce a la meta de autorrealización que necesita mi ser. Por eso es tan importante reflexionar sobre la historia vivida que heredamos de los abuelos, padres y mayores, para saber un poco sobre quiénes somos y cuál es nuestra responsabilidad en esta “carrera de relevos”, que parece ser el reemplazo generacional en las distintas comunidades y organizaciones que dan forma a la sociedad.

Cuando se tiene claro qué quiero ser, por qué quiero formarme en esa disciplina que escogí, es más fácil determinar en qué universidad voy a realizar ese proceso y qué haré durante y después de mi proceso formativo. El gran problema de los bachilleres recién graduados es que no saben qué quieren estudiar, ni por qué ni para qué van a estudiar la carrera en la que se han inscrito. Y la indecisión o desconocimiento sobre la línea formativa a escoger no es solo un problema del joven bachiller es también una tragedia para su familia, su comunidad y la región como tal. Uno solo que se rezague en el camino es pérdida para todos, porque ese hará falta a la hora de edificar el muro contra el invasor; su ausencia será costosa ante la falta de ideas en el Consejo de Sabios, y su valor y capacidad de liderazgo podría hacer la gran diferencia ante la crisis. La ruptura con las raíces (saber ancestral de abuelos, padres y mayores) es lo que provoca que los jóvenes no tengan claro quiénes son ni hacia dónde deberían orientar sus pasos.

Lo que ha agrandado la brecha generacional en los tiempos presentes en todas las etnias y grupos sociales que hay en la nación, no es el avance de la tecnología, ni el masivo contagio que ha traído consigo las redes sociales, ni siquiera la violencia generalizada que no da tregua a la nación, sino la ruptura consciente o accidental con el saber popular (sabiduría ancestral) de la generación adulta mayor. Los ancianos se guardaron sus memorias y la mayoría murió con ellas, cuando ya no hubo un “espacio” para su palabra en la tribu o en la familia: la generación adulta y la joven cerró sus oídos a lo que les pareció anticuado y sin ningún valor práctico para una modernidad que no entendían ni jamás entendieron, pero que fue más importante que el eslabón cultural, científico y místico que recibirían de los sabios abuelos, la que sin duda orientaría con mayor certeza la ruta a seguir, que las mezquinas indicaciones del mercado laboral que los atrapó en un círculo perverso de empobrecimiento económico, cultural y espiritual. Este “atajo generacional” es el que ha castrado la identidad cultural, científica y mística del hombre colombiano.

No haber escuchado la experiencia de los abuelos en el momento del relevo generacional (saber ancestral) nos obliga ahora a ir a la Universidad para adquirir herramientas científicas, investigativas, arqueológicas, antropológicas, sociológicas, epistemológicas, lingüísticas, etc., para ―con humildad y vergüenza ―tratar de recuperar “la palabra perdida” de los ancianos que se nos fueron para siempre, cuyos vestigios reposan en la memoria silenciosa de los reinos mineral y vegetal, en aquellos espacios que domesticaron con su bravura y paciencia. Hay que reconocerlo, ha sido un enorme desperdicio de vida y tiempo. El no saber quiénes somos ni de dónde venimos, también es la causa primaria de toda la pobreza, violencia y destrucción que nos ha envilecido desde que empezamos a ser nación.

Esa ignorancia raizal es la que hace tan importante y necesaria la escuela en nuestro esquema formativo y de desarrollo. La educación secundaria da herramientas básicas al bachiller para ingresar y permanecer en la vida universitaria. Si lo que pretendemos es progreso y desarrollo, la mera titulación no debería ser la meta formativa del educando ni del Alma mater, sino la potenciación de habilidades y competencias investigativas de alto orden, que instrumentalicen la búsqueda y explicación sistemática de las problemáticas que el graduando dejó en su entorno cuando inició su periplo académico en la educación superior. Entre estas problemáticas está la de desentrañar la historia generacional que le precede, las prácticas culturales y espirituales de su pueblo y establecer la conexión entre esa realidad y las posibilidades de desarrollo académico, científico, laboral e industrial para él, su comunidad, la región y el país.

Desde esa dinámica formativa, la visión que se formula desde esta corta reflexión, con  los nuevos bachilleres o aspirantes a los pregrados universitarios, es circular: la indagación raizal desde el diálogo de saberes que proponen autores como Paulo Freire (1975, pp. 31-129); (2004,pp.33-129);  (2005, pp.29-106) y  Marcos Raúl Mejía, (2011, pp. 50-100); (2015, pp. 34-78) “como forma de relación básica de cualquier mediación educativa” con los adultos mayores de la familia y comunidad, por las condiciones pretéritas a nivel social, ambiental,  cultural, espiritual, folclórico, etc., que fueron importantes en la historia del grupo o pueblo,  comparando los avances, retrocesos, estancamientos, entre otros,  buscando   determinar problemáticas  claves que deban ser resueltas para el progreso y desarrollo de la comunidad y el entorno.

En ese orden de ideas, iniciar las primeras búsquedas investigativas a nivel de la educación media. Definir un campo de formación profesional para continuar profundizando en los misterios de esa problemática o saberes no resueltos y avanzar en dicha búsqueda mientras termina su carrera profesional. Una vez graduado continuar su proceso de búsqueda, explicación científica y solución en una o más líneas de acción, planteando y experimentando soluciones prácticas que mejoren la calidad de vida de los pueblos, enriquezcan el acervo de saberes y publicaciones de la comunidad académica y científica, a la vez que revitalizan la escuela como espacio de formación para la vida.  

Visto de esta forma, la decisión formativa de cada hombre y mujer de la comunidad afectará positiva o negativamente a la misma en todos los órdenes, es por eso por lo que la determinación de qué estudiar a nivel técnico, tecnológico o profesional, debe estar precedida por la escucha y la indagación activa con y desde la sabiduría ancestral que reposa en los mayores. No es una negación de las inclinaciones individuales, sino la elección más pertinente para el bien propio, a la vez que para el servicio de la generación en la que se vive. Es un doble compromiso: el del individuo para con la causa de su pueblo, y del pueblo, para con la causa de sus miembros, en una dinámica que permita y fortalezca el desarrollo de ambos de forma armónica, sostenible y trascendente.

Montelíbano, julio 26 de 2019

Referencias

Freire P. (2005) La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI. Recuperado de www.educacionsalta.com.ar/files/archivos/bibliotecas/3/eccbc87e4b5ce2fe28308fd9f2a7baf3.pdf

Freire, P. (1975). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI. Recuperado de www.servicioskoinonia.org/biblioteca/general/FreirePedagogiadelOprimido.pdf

 Freire, P. (2004). Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios para la práctica educativa. Sao Paulo: Paz e Terra SA.  Recuperado de www.buenosaires.gob.ar/areas/salud/dircap/mat/matbiblio/freire.pdf

Guerra, C.E. (s.f.). Modelos epistemológicos y metodológicos en el desarrollo de la historia. Recuperado www.didacticadelahistoria.unlu.edu.ar/sites/www.didacticadelahistoria.unlu.edu.ar/files/site/MODELOS%20EPISTEMOL%C3%93GICOS%20Y%20METODOL%C3%93GICOS%20EN%20EL%20DESARROLLO%20DE%20LA%20HISTORIA.pdf

Mejía, M. R. (2015). Educaciones y Pedagogías Críticas desde el Sur (Cartografías de la educación popular). Ministerio de educación: Bolivia. Recuperado de cpalsocial.org/documentos/549.pdf

Mejía, M. R. (2015). Diálogo-confrontación de saberes y negociación cultural. Ejes de las pedagogías de la educación popular: Una construcción desde el sur Rev. Pedagogía y saberes (43) 37-48. Recuperado de file:///C:/Users/CARLOS/Downloads/3866-Texto%20del%20art%C3%ADculo-11088-1-10-20160510%20(1).pdf

 


Imagen www.southcom.mil

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Rubén Darío Cárdenas
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Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.